Perdieron a su hija en un tren hace 20 años, lograron reencontrarse gracias a su novio
Fue en 1999 cuando Viktor Moiseenko hacía un viaje de Misnk a Asipóvichy, Bielorrusia, junto a su hija de cuatro años. El cansancio hizo que el señor cerrara los ojos por algunos minutos y cuando despertó se dio cuenta de su terrible error: la pequeña ya no estaba a su lado.
Desde entonces su búsqueda no se detuvo, junto a su esposa Lyudmila recorrió todas las estaciones de tren de su país, de día y de noche, sin lograr encontrar a Yulia.
Con ayuda de la policía se abrió una investigación, en la que hasta ellos fueron señalados como posibles sospechosos de la desaparición de la pequeña, pero al no haber mayores indicios el caso quedó como un misterio sin resolver.
“Tomamos cada tren ida y vuelta, preguntando a los pasajeros si habían visto a Yulia, revisamos tiendas, pasillos, casas abandonadas, todo. Era una tortura vivir con el dolor en el corazón de no saber qué le pasó a nuestra hija”, indicó Viktor a The Sun.
Luego de dos años de la desaparición de la niña, la familia Moiseenko decidió mudarse de casa ya que el dolor del recuerdo de Yulia, las memorias que habían formado en ese hogar, eran imposibles de soportar.
La familia se reubicó en otra ciudad, a pesar de que esto complicaba que la niña pudiera regresar a su hogar, sin embargo, vivir cerca de las vías o estaciones de tren los atormentaba.
Durante dos décadas no hubo rastro de Yulia, todas las líneas de investigación se descartaron hasta que 20 años después sucedió el milagro.
Yulia siempre estuvo consciente de su situación, relató el medio citado que tiene recuerdos vagos de aquel día y de los sucesos posteriores a su desaparición, sin embargo, no olvidó que una pareja rusa la “secuestro” y por varios días se escondieron en casa abandonadas hasta que fue hallada por la policía en la estación de tren de Riazán, una ciudad rusa a más de 900 kilómetros de donde se extravió.
La niña fue llevada a un orfanato en donde pasó seis meses hasta que fue adoptada por Irina y Oleg Gorin, quienes nunca le ocultaron su historia.
Así como sus padres biológicos, Yulia no se rindió y siempre buscó pistas o algún dato que la conectara con sus orígenes, pero no corrió con suerte hasta que la persona menos esperada se sumó a la búsqueda.
Yulia le contó a su novio, Ilya Kryukov, quien valiéndose de la nueva tecnología comenzó su propia investigación en internet, indagando en archivos policiales de la época en la que su pareja se perdió e intentando localizar por medio de las redes sociales a su familia.
Yulia hizo un primer intento de contacto con un hombre que podría ser su padre biológico por medio de las redes sin embargo pasaron los días y no obtuvo respuesta, hasta que una tarde recibió la llamada de una mujer que aseguraba ser su hermana, “Hola. Mi nombre es Nadya. Soy tu hermana mayor y estoy muy feliz de que te hayamos encontrado”.
Inmediatamente se realizaron pruebas de ADN para confirmar que en realidad se trataba de Yulia y su familia. Con los resultados positivos en mano organizaron una reunión en Misk.
El reencuentro fue de lo más emotivo, hubo pocas palabras, pero las lágrimas de felicidad y los abrazos no faltaron.
“Me pasó con mi madre, que estalló en llanto. Me pidió que les agradezca mucho a mis padres adoptivos por cuidarme todos estos años… Ni siquiera podíamos hablar, solo llorábamos y nos abrazamos. Hizo que me siente en su regazo como si fuese una niña”, relató Yulia.
El momento más especial de la reunión fue cuando Yulia pudo recorrer con su padre la estación de tren en la que se extravió y emocionado hasta las lágrimas le pidió a su hija que lo perdonara por aquel descuido que cambió sus vidas.
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