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"No sé cómo estoy aquí": víctimas del tiroteo en club gay de Colorado detallan lo que hicieron para salir con vida

Uno fingió estar muerto, otro logró huir del Club Q con siete disparos en la espalda y otro no supo que estaba herido hasta que alguien se lo hizo saber. Quienes sobrevivieron al ataque expresan gratitud por seguir con vida, pero también rabia por el odio que persiste contra la comunidad LGBTQ.

Por Phil McCausland y Daniella Silva - NBC News

Un hombre logró escapar del mortal tiroteo en el Club Q arrastrándose por encima de una valla, con siete disparos en el cuerpo.

Su amigo fingió estar muerto mientras la sangre le brotaba de su brazo, herido de bala.

Otro hombre intentó levantarse para ayudar a los heridos, sin darse cuenta de que él mismo había recibido un balazo en la pierna.

Mientras tanto, el hermano de dos heridos recorría los hospitales locales en busca de sus familiares.

Estos son sólo algunos de los relatos de las víctimas del ataque armado en la discoteca LGBTQ de Colorado Springs, donde un tirador mató al menos a cinco personas e hirió a otras 19 el sábado por la noche.

Hoy los supervivientes comparten los desgarradores detalles del tiroteo masivo, expresan su gratitud por haber escapado con vida, pero también su rabia por el odio que persiste contra la comunidad LGBTQ.

Estos son algunos de sus testimonios:

Barrett Hudson

Barrett Hudson, de 31 años, recibió siete balazos en la espalda antes de escapar del bar gay nocturno por la salida trasera. Se subió a una mesa en el exterior y se arrastró por encima de una valla para buscar ayuda.

“No sé cómo estoy aquí. Con toda seguridad, no sé cómo estoy vivo”, dijo Hudson el martes en una videollamada desde su cama de hospital. “Pero, de alguna manera, por la gracia de Dios, estoy aquí”.

Barrett Hudson, de 31 años.
Barrett Hudson, de 31 años.NBC News

Mientras esperaba una ambulancia esa noche en Colorado Springs, Hudson, temiendo que no sobreviviría, llamó a su padre. “Le dije que lo quería. Le dije que me habían disparado”, recordó con la voz quebrada, a punto de llorar. “Quería, para mi tranquilidad, hablar con él por última vez”.

Antes de que comenzar la balacera, Hudson y su amigo, Isaiah Aponte, estaban pasando una noche de sábado normal en el club. Pero menos de una hora después de que llegaran, dijo, escuchó un sonido como de globos estallando, mezclado con el bajo retumbante de la música.

Fue entonces cuando Hudson se dio cuenta de que una puerta del club se había cerrado y vio a alguien apuntando con una pistola tipo AR-15 a un hombre que tenía las manos en alto. El pistolero “lo masacró delante de mí”, aseguró Hudson, y todo el mundo empezó a correr. Mientras huía, el pistolero le metió siete balas en la espalda.

Milagrosamente, las balas no alcanzaron sus órganos vitales y podrá caminar, según le dijeron los médicos. Pero el camino hacia la recuperación será largo, y Hudson aseguró que sentía un dolor terrible. Mientras hablaba, de vez en cuando se ponía de pie para estirarse y aliviar las punzadas o cerraba los ojos, echaba la cabeza hacia atrás y hacía pausas.

“Estoy muy contento de estar vivo”, afirmó. “Soy muy afortunado”.

Isaiah Aponte

Aponte, de 24 años, vio cómo disparaban a Hudson mientras corría, según contó el martes en una entrevista desde un hospital de Aurora (Colorado). “Pensé que lo habían matado, porque le dispararon”, añadió.

Veterano de la Fuerza Aérea, Aponte dijo que se había separado de Hudson en medio del caos. Relató que volcó una mesa y se tumbó en el suelo para cubrirse, y que con un brazo se tapó los órganos vitales.

Fue entonces cuando el pistolero se giró para “disparar directamente hacia toda la gente que estaba en la pista de baile y que corría”, aseguró Aponte. “Al final los disparos travesaron la mesa y yo acabé con metralla en mi antebrazo derecho”.

La metralla “va a estar clavada en mi brazo para el resto de mi vida”, afirmó.

Mientras la sangre salía de sus heridas, Aponte aseguró que se hizo el muerto mientras observaba a Richard Fierro, un veterano del ejército, y a otros luchar con el atacante, tirarlo al suelo y golpearlo con su propia arma.

James y Charlene Slaugh

James Slaugh, de 33 años, llamó a la policía mientras él, su hermana Charlene Slaugh, su novio y otro amigo se escondían después de que los cuatro recibieran disparos: James en el brazo, Charlene en el abdomen, el novio de James en la pierna y el amigo en la cadera.

Habían ido al Club Q, donde James Slaugh conoció a su novio ocho meses antes, para animar a su hermana después de una ruptura. Ella sigue en estado crítico pero estable, afirmó desde su cama de hospital el martes.

James Slaugh asguró que los clientes que no resultaron heridos les dieron vendas después del tiroteo.

En esta imagen tomada de un video, James Slaugh habla con The Associated Press el martes 22 de noviembre de 2022, desde su cama en el hospital Penrose, en Colorado Springs, Colorado.
En esta imagen tomada de un video, James Slaugh habla con The Associated Press el martes 22 de noviembre de 2022, desde su cama en el hospital Penrose, en Colorado Springs, Colorado.AP

“Alguien me abrazó y me dijo: 'Te dispararon en el brazo. Pero no te preocupes, vas a estar a salvo, estás vivo, estás bien', y me dio un beso en la frente. Y eso me hizo llorar", agregó.

Cuand todo acabó, James Slaugh afirmó que fue separado de su hermana y que las autoridades no le oyeron mientras gritaba: “¡Es mi hermana! Esa es mi hermana”, mientras se la llevaban. Él fue conducido a otro hospital en un auto de policía.

Mark Slaugh, el hermano de James, se despertó antes del amanecer del domingo al recibir un mensaje en el chat grupal de la familia que decía que sus hermanos estaban heridos. Se dirigió rápidamente a Colorado Springs desde su casa en Denver. Encontró a su hermano en un hospital, pero su hermana no figuraba en los registros de otro.

“Simplemente pensaba: 'No, por favor, que estén bien. Espero que estén bien. Espero que no estén muertos. Espero que puedan recuperarse de esto. Espero que puedan seguir cumpliendo sus metas y objetivos en la vida'", afirmó. "Da mucho, mucho miedo pensar que alguien ha decidido quitarles todo, quitarles su futuro".

Afirmó que finalmente pudieron identificar a Charlene por un tatuaje, pero que no pudo verla durante horas porque el piso donde estaba ingresada estaba cerrado por seguridad.

En el hospital, a Charlene Slaugh le inflaron un pulmón colapsado y fue sometida a una operación de urgencia de ocho horas en la que “tuvieron que recomponer sus tripas. Le quitaron trozos de colon y de intestinos”, afirmó Mark Slaugh, que inició un GoFundMe para ayudar a sus hermanos a cubrir los gastos médicos.

La bala que alcanzó a James Slaugh le destrozó el hueso del brazo, por lo que fue necesario añadirle quirúrgicamente una varilla de acero desde debajo del hombro hasta por encima del codo, afirmó en una entrevista tras finalizar su primera ronda de fisioterapia. Le esperan varios meses más de terapia para recuperar por completo el movimiento de su brazo y su mano, dijo.

Pero esto no ha desanimado a James Slaugh, a pesar de que cree que este tiroteo fue resultado de odio “dirigido a la comunidad LGBTQ”.

“No me voy a echar atrás”, afirmó, señalando la enorme cantidad de mensajes que ha recibido. "Estamos aquí para apoyar a los demás. Y el mundo está empezando a demostrarlo. Así que no importa cuántas balas dispare alguien, va a haber mucho más amor, y eso es mucho más fuerte que cualquier bala".

Jerecho Loveall

Jerecho Loveall, de 30 años, afirmó que todavía estaba tratando de lidiar con sus emociones después de sobrevivir al ataque. Recordó que acababa de bailar y estaba tomando un descanso cuando, de repente, “todo lo que se oía eran disparos, disparos rápidos”. Entonces “empezaron a volar los cristales y me tiré al suelo”.

“Todavía estoy en estado de shock y no soy capaz de procesar todo lo que pasó”, afirmó.

Aunque Loveall no pudo ver del todo al tirador, notó que éste llevaba “un chaleco protector marrón y el cañón de la pistola lanzando rápidos destellos”.

Cuando “los disparos pararon”, Loveall afirmó que intentó levantarse para asegurarse de que sus amigos estaban bien. Fue entonces cuando se dio cuenta de que le habían disparado.

“Estaba preocupado por la gente con la que estaba ”, agregó Loveall, quien visita el club desde hace más de una década.

[Este poema está dando fuerza a muchos tras el tiroteo en un club gay de Colorado]

El Club Q, dijeron muchas de las víctimas, era un refugio seguro, uno de los pocos en Colorado Springs para la comunidad LGBTQ. El ataque destrozó un enclave importante, contó Loveall, quien dijo que el pistolero eligió atacar a gente que no conocía ni entendía.

“No es necesario quitar vidas o causar dolor y sufrimiento a personas que no conoces, que no entiendes”, dijo. “Es una violencia innecesaria, y no vamos a llegar a ninguna parte difundiendo el odio”.