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“Me asusté. Me quedé sin nada”. Estos migrantes perdieron su trabajo por el coronavirus. Así están remontando la crisis

El reparto a domicilio o tejer mascarillas son algunas de las nuevas ocupaciones de miles de inmigrantes que han tenido que reinventarse por la pandemia.

Yelitza Esteva solía ser manicura. Tras perder su trabajo en una peluquería de Miami en la que gabana 2,100 dólares al mes, debido a la pandemia del coronavirus, esta venezolana de 51 años, que abandonó su país en 2015 y pidió asilo en Estados Unidos, reparte ahora comida a domicilio. 

“Me asusté. Me quedé sin nada”, asegura.

Su marido también perdió su empleo en una empresa de restauraciones de casas. Además de pagar el alquiler, el agua, la luz y el teléfono, enviaban dinero a siete familiares en Venezuela.

Ella y su marido trabajan ahora para el servicio de compra y distribución de alimentos del supermercado Instacart. Ganan en promedio 150 dólares al día por más de 12 horas de trabajo.

Como ellos, Ulises García también tuvo que reinventarse. Pasó de ser camarero a trabajar en una lavandería en Brooklyn (Nueva York). “No sé si seguir en esto, trabajando aquí, porque no me siento cómodo trabajando en un lugar cuando el virus está por todos lados”, cuenta.

“El problema es que no se sabe cuánto tiempo durará esto”, agrega este inmigrante mexicano.

Restaurantes, hoteles, servicios de limpieza de oficinas, cuidadoras de niños, peluquerías o centros de belleza. La epidemia ha destruido sectores de la economía dominados por la mano de obra inmigrante, y considerados como no esenciales por las autoridades.

Los inmigrantes irregulares no pueden acceder a los cheques que contempla el paquete de 2,2 billones de dólares que el Congreso aprobó recientemente para apoyar a las familias afectadas por la pandemia. Tampoco pueden beneficiarse del cobro por desempleo, pese a que pagan impuestos. Los inmigrantes con residencia permanente, así como los solicitantes de asilo, sí pueden beneficiarse de ambas ayudas. 

Según un estudio del Centro de Investigaciones Pew realizado en marzo, cerca de la mitad de los hispanos entrevistados (el 49%), dijo que alguien en su hogar había tenido un recorte de sueldo o había perdido el empleo como consecuencia de la crisis sanitaria. 

 

 

El sector servicios es uno de los más afectados. De acuerdo con un análisis de Pew basado en estadísticas del censo, ocho millones de hispanos tenían una alta posibilidad de perder su empleo en este sector.

En esta crisis hay algunas excepciones. El gobernador de California, Gavin Newsom, anunció la semana pasada que su estado ofrecerá un pago a los inmigrantes indocumentados perjudicados. Newsom dijo que entregará 500 dólares por persona a cerca de 150,000 adultos.


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Otras ciudades, como Minneapolis y St.Paul, en el estado de Minnesota, impulsan iniciativas similares. Estas han creado fondos especiales disponibles para todas las personas, independientemente de su estatus migratorio. En Texas, Austin cuenta con un fondo que será utilizado, en parte, para ayudar a quienes han quedado marginados de la ayuda federal.

De limpiar casas a hacer mascarillas

La vida de la inmigrante mexicana Maribel Torres también dio un giro. Esta mujer de 47 años trabajaba limpiando apartamentos en Nueva York, pero sus clientes dejaron de llamarle hace semanas. Su esposo también perdió el empleo cuando el restaurante en el que cocinaba cerró.

Torres confecciona ahora mascarillas de tela en su casa con al apoyo de MakerSPace y La Colmena. El primero, un espacio de trabajo compartido que ofrece herramientas para que la gente aprenda oficios, le donó las primeras telas para las piezas y dos máquinas. La Colmena es una organización sin fines de lucro que ayuda a jornaleros en el barrio neoyorquino de Staten Island.

Ella y otras tres mujeres inmigrantes, Sofía, María y Maribel, donarán algunas de estos cubrebocas y venderán otros. Hasta ahora han vendido unos 300 por internet. Un joven jornalero, que también perdió su trabajo, hace las entregas a domicilio.

Trabajan desde sus casas pero los lunes y los miércoles se dan cita en La Colmena. Allí se organizan, comentan las cuestiones que no terminan de aclarar por teléfono o videoconferencia, como los nuevos patrones o la escasez de material, y ponen a la venta las mascarillas que han producido (tres por 15 dólares).

“Siento que estamos apoyando a otros y estamos ganando un poco de dinero”, indica Torres.

De camareros a jornaleros

En la estación de trenes de Morristown, en Nueva Jersey, casi todas son caras nuevas. Durante años llegaban allí todos los días jornaleros, con la esperanza de ser contratados por empresas de construcción o jardinería, aseguró Diana Mejía, coordinadora de salud y seguridad del grupo de ayuda a inmigrantes Wind of the Spirit.

“Muchos son trabajadores de restaurantes. También trabajaban para empresas de construcción que cerraron”, detalló.

Con la crisis sanitaria muchas de estas personas han encontrado empleo en sectores directamente relacionados con la limpieza. Esto es al menos lo que le sucedió a la venezolana Leymar Navas. Esta abogada de 47 años trabajaba como cajera en un restaurante de sushi en Miami antes del brote. Pero este cerró en marzo, casi al mismo tiempo que su esposo y sus dos hijos perdieron sus puestos.

Luego de una búsqueda desesperada encontró un trabajo a tiempo parcial en una compañía de desinfecciones que limpia los cajeros automáticos de los bancos. “Nadie se esperaba esto”, aseguró Leymar, quien llegó en 2018 en busca de asilo político, acompañada de su esposo.

“Todo trabajo es digno mientras lleves comida a la mesa”, agrega.

Aún cuando ponen en riesgo sus vidas, estas personas se sienten agradecidas de tener un empleo durante la pandemia.

“Confío en Dios que es el que nos protege”, dice la inmigrante venezolana Esteva, mientras se aplica loción antibacterial en todo el cuerpo antes de salir a hacer la compra al supermercado y hacer los repartos.

Con información de Associated Press y Efe.

 

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