Producto del tratamiento y las operaciones con las que, siendo pequeña, resistió a un tumor cerebral, Bethany Thompson tenía una parte de su rostro contraído y un ojo mucho menos abierto.
Su batalla había sido larga y cruel, pero lo peor vendría después.
Cansada de ser objeto de las burlas de sus compañeros de clase en la escuela secundaria Triad, esta niña de 11 años, residente en la zona rural de Cable, en el estado de Ohio, bajó del autobús escolar, entró en su casa y se dirigió al porche.
Fue ahí donde se pegó un tiro en la cabeza.
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“Creo que ella estaba agotada. Sentía que nadie podía hacer nada por ella –aseguró su madre, Wendy Feucht, sumida en el dolor-. La gente tiene que saber que incluso las cosas más pequeñas pueden quebrar a alguien”.
Al parecer, había sido una decisión largamente analizada. Bethany no podía más. Odiaba que se burlaran de ella por tener una mueca perenne en su cara.
Hasta había confeccionado unos carteles contra el bullying que intentó pegar en los murales de su escuela, pero las autoridades de esta no lo aceptaron porque su mensaje no era lo suficientemente positivo.
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“Estoy segura de que se sentía bastante derrotada”, opinó Feucht.
Según trascendió, aquella tarde en el autobús escolar, Bethany Thompson le había contado su plan a su mejor amiga.
“Le dijo que la quería y que sería su amiga por siempre, pero que iba a matarse cuando llegara a su casa”, contó la madre de Bethany, de 34 años.
Para Paul Thompson, el padre de la niña, esta tragedia podía haberse evitado. Tras haberle dado sepultura, Thompson se afana en la recaudación de fondos para auxiliar a menores que estén pasando por una idéntica situación.
“Era mi bebé, todo el mundo sabe que ella era mi princesa”, apuntó el padre.
Thompson, quien no vivía con la niña, había acordado con ella recogerla el viernes siguiente para comer juntos en Benny’s Pizza, en Marysville.
“Le había encantado la idea”, recordó el hombre.
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Producto de las operaciones a que fue sometida, algunos nervios faciales habían quedado afectados, por lo que esta niña tenía una sonrisa “torcida”. No pocos de sus colegas se burlaban de ella por eso.
“Creo que esta es la razón por la que se quitó la vida”, concluyó su padre.
Sin embargo, Chris Piper, el director de la escuela a la que asistía Bethany aseguró que tenía conocimiento de episodios de acoso escolar el año pasado, pero que “no hay indicios que revelen un patrón de intimidación este año”.
Según el directivo, en la escuela se empeñan en cambiar el clima y en reevaluar su política educaciones contra el acoso escolar.
Mientras muchos se preguntan qué hicieron mal, todos están conscientes de que pudieron haber hecho mucho más.
“Nació el 17 de diciembre de 2004 en Marysville, Ohio –decía el obituario de Bethany en un periódico local-. Estudiaba en sexto grado. Disfrutaba nadar, colorear, ir de compras, aportar a la caridad; además de la música, los superhéroes y Pokémon".