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¿Habría actuado la comunidad internacional como lo hizo con Morales si se hubiera tratado de Obama?

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Por Carlos Rajo

Lo sucedido en Europa al Presidente de Bolivia Evo Morales en su viaje de regreso de Moscú genera de inmediato un par de interrogantes: ¿lo trataron así por ser el mandatario de uno de los países más pobres de Latinoamérica? ¿Es que acaso países considerados “serios” y del primer mundo como Francia, Italia, España y Portugal actuaron como lo hicieron simplemente para quedar con bien con Estados Unidos?, asumiendo que sea cierto que Washington fue el que estuvo detrás de todo esto, lo cual por el momento no se sabe.

La “aventura” de Morales -por llamarle de alguna manera ha sido algo que se ha convertido en un escándalo internacional- se inició el martes cuando el mandatario boliviano volaba sobre cielo europeo. De pronto, varios países sobre los cuales debería sobrevolar su avión negaron el derecho de paso. Ninguno de estos países acepta oficialmente lo de la negativa y ni mucho menos, por supuesto, que hubo alguna presión de Estados Unidos.

Ante la posibilidad de quedarse sin combustible, los pilotos del avión de Morales pidieron permiso de aterrizar en Austria y es ahí donde el avión por fin aterrizó. La suposición es -de nuevo, no hay nada firme en esto- que Estados Unidos sospechaba que Edward Snowden iba en el avión de los bolivianos y que por eso les pidió a sus aliados europeos que impidieran el paso del avión de Morales.

Snowden es el ex empleado de la CIA y de una compañía privada que hace trabajos de espionaje para el gobierno de Estados Unidos quien hace un par de semanas reveló en Hong Kong una serie de documentos que muestran la vigilancia, monitoreo y demás que hace Washington sobre millones de personas tanto en el país como en el extranjero. Snowden está acusado en Estados Unidos de varios delitos bajo la Ley de Espionaje, entre ellos de haber hecho pública información secreta del gobierno.

Aunque nadie lo ha visto en público, todo el mundo acepta como verdad el que Snowden está en una zona de tránsito de un aeropuerto de Moscú esperando que algún país le conceda asilo político. Debido, sin embargo, a que el gobierno de Estados Unidos le anuló su pasaporte, el estadounidense de 30 años quien para algunos es un héroe y para otros un traidor, está imposibilitado de viajar. Una posible salida es que un avión presidencial, en este caso como el del boliviano Morales, lo pudiera llevar consigo (se habla también del venezolano Maduro como otra posibilidad).

Así las cosas, llega el martes y el inicio del problemático viaje de Morales. Eventualmente se comprobaría que todo había sido una falsa alarma y que Snowden no iba a bordo del avión de los bolivianos. El escándalo sin embargo, ya había adquirido  vida propia. Y no es para menos. Más allá de lo puntual que diga el derecho internacional sobre cómo tratar el avión de un presidente, la primera idea que surge es que no hay razón que justifique el negarle el paso sobre el territorio de un país cualquiera.

Para comenzar, Morales no es un presidente con algún juicio pendiente en alguna corte internacional o cosa similar, lo cual en cierto sentido pudiera justificar el que se niegue el derecho de paso a su avión. Viene a cuenta el caso del presidente de Sudán, Omar al-Bashir, quien en efecto tiene juicio pendiente en la Corte Internacional Penal por genocidio, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Aquí uno pensaría que quizá haya justificación para no dejarlo volar sobre x territorio -por supuesto, sin necesidad de llegar al extremo de hacer peligrar su vida ante la posibilidad de que el avión se quede sin combustible.

Morales además, es un presidente electo democráticamente. Es de izquierda sí, y por supuesto que tiene actitudes anti Estados Unidos y que con frecuencia -a la Hugo Chávez- dice y hace cosas que molestan a Washington (lo más reciente, expulsar de Bolivia a la AID, la agencia del gobierno de USA para la ayuda al desarrollo). La ideología o las posiciones políticas de un mandatario elegido con todas las de ley no es razón por supuesto para disminuir el trato que le debe la comunidad internacional.

No sorprende entonces que haya enojo en el continente latinoamericano por el trato al presidente boliviano. El incidente se ve como una muestra de la arrogancia, mal trato y fundamentalmente, falta de respeto a la figura de un presidente de la región. Y por supuesto, el convencimiento de muchos latinoamericanos de que esto sólo pudo suceder debido a que era Bolivia y su presidente. Que una cosa similar no hubiese pasado con un mandatario de una nación rica y poderosa.

Y es que no fue sólo lo de negar que el avión de Morales volara sobre este u otro país, sino que incluso cuando la aeronave aterriza en Austria también ahí continuó “la presión” contra el mandatario boliviano y su comitiva de vuelo. 

Las autoridades austríacas pidieron revisar el avión, lo cual aun cuando quizá suene sin mayor importancia o de rutina no es algo tan simple. Sucede que por cortesía diplomática y reglas que las naciones en general respetan -según la Presidenta de Argentina, Cristina Kirchner, por el derecho internacionalismo-, nunca se registra un avión presidencial que está de visita. Se supone no sólo que ese avión es simbólicamente territorio del otro país sino que además, por estar ahí el mandatario de esa otra nación se respeta también el avión presidencial.

Austria alega que hizo la revisión únicamente después de que obtuvo el permiso de los bolivianos. Al parecer estos dieron el permiso para evitarse más complicaciones. Por fin no tenían nada que esconder ya que Snowden no viajaba con ellos. 

Según varios mensajes de “twitter” de la presidenta Kirchner, ésta se comunicó en medio de la crisis con Morales, quien le habría manifestado su enojo ante la exigencia de los austríacos. “Y no voy a permitir que revisen mi avión. No soy un ladrón”, habrían sido las palabras del mandatario boliviano, según uno de los mensajes de Kirchner.

Sobre la actitud de los europeos cuesta entender lo hecho por todos los países involucrados en el escándalo. De seguro que muchos latinoamericanos se preguntarán que cómo es posible que un gobierno de izquierda como el de Francia haya actuado como lo hizo. De España y Portugal quizá no haya sorpresas. Ambos son gobiernos conservadores y sería normal que respondieran como lo hicieron ante un eventual pedido de Estados Unidos. De Italia también sorprende, aunque un gobierno de coalición, el Primer Ministro es de izquierda.

Pero lo importante aquí es que más allá de la ideología de cada gobierno -tanto los europeos como el boliviano- lo que llama la atención es la falta de visión para no darse cuenta del insulto que a juicio de muchos latinoamericanos se estaba generando con el trato a Morales. Y ni hablar por supuesto de Estados Unidos y su relación con Latinoamérica.

Se supone que el Presidente Obama ha estado haciendo un esfuerzo por acercarse a la región -recién viajó a México y Centro América- y se da golpes de pecho asegurando que a su gobierno le interesa Latinoamérica y que quiere tener una mejor relación con sus vecinos del Sur -relación de mutuo respeto, por cierto, según el mandatario. Lo de Snowden-Evo Morales, más allá de cuál sea la verdad y de quien haya intervenido, no ayuda en este esfuerzo de Obama. 

“Demandaremos una explicación apropiada de estos países que se sometieron al imperialismo Norteamericano y por momentos pusieron al Presidente Morales en tal situación de indefensión”, señaló para el caso la embajadora boliviana ante las Naciones Unidas, Sara Llorenti. 

Alguien podrá decir que no es cierto o que no hay prueba de que Estados Unidos está detrás de esto. Y es válido el señalamiento, pero lo que importa aquí es la percepción, lo que la gente cree. Por hoy el malo de la película en esta “aventura” de Evo Morales es Estados Unidos, más allá de cual sea la verdad. Habría que preguntarse si la pelea por el destino de Snowden vale la pena en términos de envenenar la relación con mucho de Latinoamérica. Y de nuevo, siempre quedará la duda de si la comunidad internacional actuaría como lo hizo si el agraviado fuera el presidente de un país rico y poderoso.