“El cajón de los dulces se agota”. Los senadores ‘sobreviven’ al juicio político sólo con agua, leche y golosinas

Republicanos y demócratas han pactado otras reglas para el 'impeachment': no se puede hablar, aplaudir, ni permanecer de pie. Pero las más duras se refieren a comida y bebida.

COMPARTE ESTO —

Washington DC.— El juicio político contra el presidente, Donald Trump, ha puesto a prueba la paciencia y los buenos modales en el pleno del Senado, donde los congresistas tienen como único sustento durante las maratónicas sesiones agua, leche y un “cajón de golosinas”.

Los 100 senadores, que sirven como jurado en el proceso de impeachment, comienzan cada día en el hemiciclo con una oración del capellán de la Cámara, el afroamericano Barry Black.

El miércoles, antes de que el equipo de siete fiscales demócratas comenzase a presentar su caso, Black elevó una plegaria para que los senadores mantengan el civismo y, sobre todo, recuerden que hay “patriotas” en ambos partidos.

La referencia al patriotismo es importante, tomando en cuenta que desde el año pasado varios líderes republicanos han sugerido -incluso con palabras punzantes- que los demócratas no lo son porque, en su opinión, prefieren hundir a un presidente que obra por el bien del país.

Pero, ante la polarización política dentro y fuera de los corredores del Congreso, ambos partidos han pactado reglas claras sobre la buena conducta y medidas de seguridad en el pleno del Senado, aparte de las que rigen los debates.

Las restricciones para el reducido grupo de perodistas que ingresa al salón, entre ellos los de Noticias Telemundo, aplican por igual para los senadores: se prohíbe el uso de teléfonos celulares, tabletas, y demás dispositivos electrónicos; no se puede hablar, aplaudir, ni permanecer de pie, y tampoco se admiten bebidas y comidas.

Afuera del salón, las autoridades han prohibido el libre movimiento de los periodistas en busca de declaraciones de los senadores, de tal manera que las entrevistas sólo pueden realizarse en ciertas áreas acordonadas en el segundo piso, en la sala de prensa del Senado, o en las entrañas del edificio.

En el caso de los senadores, su presencia en el pleno es obligatoria a menos que haya períodos de descanso, aunque sí pueden tener en sus escritorios vasos de agua o leche, y acceso al “cajón de los dulces” o golosinas, manteniendo una tradición que data de 1965.

 El senador republicano por Pensilvania, Pat Toomey, bromeó con los periodistas de que ese cajón “ya se está agotando”. Muchas de las golosinas provienen de almacenes como Costco, que las venden en contenedores y bolsas tamaño familiar. 

Pese a las restricciones, varios periodistas han informado sobre cómo algunos senadores intentan ingresar al salón meriendas no autorizadas. 

Inquietud, tedio y cansancio

De acuerdo con el cronograma republicano, tanto la acusación como la defensa tendrán cada una hasta 24 horas para presentar sus casos, repartidas en jornadas de ocho horas por tres días.

Si los republicanos no admiten nuevos testigos en el juicio, como exigen los demócratas, el Senado podría votar el próximo 31 de enero sobre si exonerar a Trump, o destituirlo del cargo.

Aunque apenas han pasado dos días, los periodistas ya han podido constatar que, para los senadores, la espera para el veredicto se hace larga, el tedio amenaza su concentración, y la paciencia anda en patas cortas.

Los descansos, pautados por el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, dan oxígeno a las maratónicas sesiones. El martes, el juicio comenzó poco después de la una de la tarde hora local, y concluyó casi a las dos de la madrugada del miércoles, tras el voto de las reglas del juicio.

Horas más tarde, el legislador demócrata por California, Adam Schiff, quien lidera al equipo de fiscales, se presentó ayer frente al atril a la una de la tarde y habló sin parar durante dos horas y media antes del primer descanso de la jornada.

Mientras Schiff y los demócratas presentaban sus argumentos, se podía ver a algunos senadores de ambos partidos revisando sus relojes, frotándose el rostro, apoyando el mentón en las manos, rascándose la cabellera, cabeceándose, o dando largos bostezos.

Aunque algunos tomaban copiosos apuntes o consultaban enormes carpetas con documentos, otros se mostraban inquietos en sus asientos y, contrariando las reglas, se paraban a estirar las piernas o hablaban entre sí.

El senador demócrata por Illinois, Dick Durbin, explicó a los periodistas que tuvo que pararse en algún momento para “no perder la concentración”.

No hay imágenes de estas vivencias porque las reglas prohíben cámaras de video en el salón, salvo las que pertenecen al Senado, y sólo hay cámaras fotográficas autorizadas para algunos medios, también con restricciones.

En la primera fila de la sección para periodistas se podía apreciar a un dibujante profesional haciendo bosquejos de la sesión en curso. Pero sus tizas y lápices de grafito multicolores no imprimían por completo sobre la cartulina el reto de los senadores de mostrar interés y buenos modales en el salón.