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Así son los días en la cárcel para Joaquín "El Chapo" Guzmán

El Chapo está en celda pequeña, compuesta únicamente por una cama, una silla, una mesa, un retrete y un lavabo.

Sin noticias del exterior, totalmente aislado y con mucho que contarse a sí mismo: así pasa sus horas y sus días Joaquín “El Chapo” Guzmán, uno de los hombres más nombrados en nuestro hemisferio en los últimos años, considerado además el mayor traficante de drogas del mundo.

Un reporte del diario español El País da cuenta de las condiciones en las que este narcotraficante, extraditado a los Estados Unidos hace menos de dos meses. Durante 23 horas al día, “El Chapo” permanece recluido en una celda pequeña, compuesta únicamente por una cama, una silla, una mesa, un retrete y un lavabo.

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El único momento en el que se rompe esa monotonía es cuando el reo es trasladado a la habitación donde tiene estipulado que haga ejercicios durante una hora, momento en el cual puede observar un pedazo de cielo por una ventana en el pasillo. Allí, en el cubículo de los ejercicios, hay un televisor, pero este nunca es encendido.

Los abogados de Guzmán presentaron documentos el domingo pidiendo que fuera liberado del confinamiento solitario para unirse a otros presos en el Centro Correccional Metropolitano, una prisión federal en el bajo Manhattan.

"Sus comidas pasan a través de una ranura en la puerta, él come solo", indican los documentos. Con el aire acondicionado errático, a menudo le falta suficiente ropa cálida para evitar que tiemble".

Por lo demás, el otrora hombre fuerte del narcotráfico latinoamericano debe regresar a una celda en la que la luz eléctrica nunca es apagada y donde los guardias tienen prohibido intercambiar con él la más mínima palabra.

Es por ello que Guzmán, también conocido en sus predios como El Rápido, El Señor o El Jefe, solo puede apelar a sus pensamientos y a sus recuerdos.

Entre estos últimos, seguramente estarán las dos ocasiones en las que se fugó de prisión; solo que ahora, en el Metropolitan Correctional Center de Nueva York, una torre de concreto inaugurada hace cuarenta años en el sur de Manhattan, no existen amigos, celadores confabulados ni la más remota posibilidad de huida.

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Porque se trata del mismo penal donde pasaron sus días y sus noches el jefe mafioso John Gotti, Ramzi Ahmed Yousef, el organizador del primer atentado contra las Torres Gemelas, en 1993, así como el célebre ladrón de guantes blancos, el estafador Bernie Madoff.

Al final son cerca de 800 los hombres y mujeres quienes comparten el penal con El Chapo, en calidad de prisioneros, aunque él jamás ha visto a ninguno.

Se dice que los más peligrosos, solo poco más de diez reclusos, permanecen en la Security Housing Unit (SHU), en la décima planta, pero esto es solo una suposición, pues las autoridades del centro no facilitan ningún dato concreto.

No hay mucho más que agregar sobre esta vida del narco entre rejas, una existencia que dio un giro muy brusco, ausente de toda esperanza, cuando “El Chapo” fue enviado dentro de un helicóptero y luego en un avión, a territorio estadounidense.

Al hombre duro de Sinaloa, conocido en otros tiempos como El Nana, El Apa, El Viejo y El Papa, solo le queda esperar a que llegue la hora del juicio.

Mientras, no hay visitas, no hay llamadas, no sabe nada de su madre, de sus hijos, de sus amigos; tampoco no sabe nada de su esposa, Emma Coronel, quien tampoco recibe noticias suyas. Solo están sus abogados de oficio, a quienes nada más puede ver y escuchar a través de un cristal.

Estos son Michelle Gelernt y Michael Schneider, quienes lideran una asociación de abogados federales de Brooklyn dedicada a representar a personas sin recursos, lo que irónicamente trae a la memoria de todos que Joaquín “El Chapo” todavía conserva millones y millones de dólares en su tierra natal.

Por lo demás, a este connotado reo solo le queda esperar a que uno de estos abogados en los que seguramente no confía mucho le haga la visita. Nunca llegan en grupo, solo uno le habla, solo uno le dice cómo van las cosas…

Además de su hora para ejercicios, el encuentro con sus letrados es el otro momento en que este hombre, que antes fuera tan activo, ahora puede mover las piernas, pero sobre todo hablar, hacer preguntas, dejar fluir los pensamientos.

Todos saben que bajo estas condiciones hay mucha propensión a la locura. Suponemos que “El Chapo” también sea consciente de ello. Pero no le queda otra opción.

El próximo 5 de mayo, el responsable de tanta sangre y tanto terror en México y de tanta droga colocada en Estados Unidos saldrá al menos un rato fuera de las sólidas paredes de su prisión en la ciudad más visitada y deseada del planeta.

Ese día se verá las caras en una nueva audiencia ante el juez; y como si esto no fuera poco, escuchará por primera vez la voz del nuevo fiscal que ha asumido el caso tras el proceso de renovación generado por la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca.

Suponemos que entre sus pensamientos de hoy esté reprocharse a sí mismo por qué cayó en la tentación egocéntrica de querer financiar una película sobre su figura y su trayectoria de hombre duro.

Allí, 23 horas al día en una celda estrechísima de lo que muchos consideran “el Guantánamo de Nueva York”, a Joaquín “El Chapo” Guzmán ya no le queda ni soñar en tiempos mejores.