Cristianos de todo el mundo celebraron otra Semana Santa atípica por la pandemia. Por segunda vez los fieles han entonado los cánticos de la misa del Domingo de Pascua cubiertos con mascarillas y sentados más separados de lo habitual.
Este año, al igual que el año pasado, las multitudes están prohibidas en Italia y en el Vaticano. El papa Francisco pronunció su discurso de mediodía sobre asuntos mundiales desde el interior de la basílica, y aprovechó la ocasión para pedir de nuevo que las vacunas lleguen a los países más pobres.
"Insto a toda la comunidad internacional a un compromiso común para superar los retrasos en su distribución y para promover su reparto, especialmente en los países más pobres", clamó el pontífice ante los poco más de 200 fieles presentes. El papa celebró la misa del Domingo de Resurrección dentro de la basílica y no desde el balcón de la fachada de San Pedro como marca la tradición debido a que toda Italia está confinada estos días, así como otros países de Europa.
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"Desgraciadamente, la pandemia ha aumentado dramáticamente el número de pobres y la desesperación de miles de personas", señaló, y pidió esperanza "para tantos jóvenes que se han visto obligados a pasar largas temporadas sin asistir a la escuela o a la universidad, y sin poder compartir el tiempo con los amigos".
Antes de la pandemia, miles de personas asistían a la misa celebrada por el papa Francisco, y una multitud se reunía fuera en la Plaza de San Pedro, con más de 100,000 personas a veces reunidas para recibir la bendición de Pascua .
En México, la fe en superar la pandemia y la resignación por las restricciones sanitarias marcaron este viernes santo el viacrucis de Iztapalapa, el más grande de México y uno de las mayores del mundo, que por segundo año se realizó sin público.
En Tierra Santa, las restricciones de viaje y las normas de cuarentena impidieron a los peregrinos extranjeros acudir a los lugares religiosos de Jerusalén, Israel, durante la Semana Santa, que culmina con las celebraciones de la Pascua. Ahí es donde los católicos creen que Jesús fue crucificado, enterrado y resucitado. La exitosa campaña de vacunación de este país ha permitido la reapertura de muchos lugares, incluidos los religiosos.
La centenaria procesión de los Cristos regresó este jueves a las calles del municipio con la compañía de cientos de feligreses, principalmente indígenas, después de que se suspendiera en 2020 por la pandemia de COVID-19. Los miembros de diversas cofradías cargaron con 12 imágenes de Cristo crucificado por las calles de Izalco y se sumaron a la Procesión del Silencio, con la que retornarán al templo en el que inició la mañana del viernes.
La apertura de iglesias y templos este Domingo de Resurrección, autorizada la víspera por un juez del Tribunal Supremo, se convirtió en objeto de discusión en Brasil, en momentos en los que el país vive la peor fase de la pandemia y supera ya las 330,000 muertes por COVID-19.
Cultos y misas fueron celebrados este domingo en todo el país tras el aval de Kassio Nunes Marques, uno de los once magistrados de la máxima corte y quien consideró que la prohibición hiere el derecho de libertad religiosa, pese al fuerte avance del virus.
Las celebraciones religiosas habían sido prohibidas por una parte de los gobernadores y alcaldes de Brasil, en el marco de una serie de restricciones de movilidad impuestas para contener el avance de una enfermedad que sigue fuera de control.
Con información de AP y EFE.