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¿Por qué las teorías de conspiración son peligrosas, aún cuando las creen pocas personas?

Estas falsas ideas, como otras afirmaciones erróneas, tienen consecuencias reales incluso sin que una mayoría las crea, según investigadores, que citan como ejemplo las muertes, los daños millonarios y el daño a la democracia que causó el asalto al Capitolio.

Por Keith Raymond Harris - The Conversation

Hay un debate entre expertos e investigadores sobre si ahora más que nunca los estadounidenses creen en teorías de conspiración.

Como estudioso de estas teorías y de las personas que las siguen, me preocupa que al centrarnos en cuántos las creen olvidemos cuán peligrosas son.

Incluso si la mayoría de la población descarta las teorías de conspiración o las acepta sólo parcialmente, dejando un grupo muy pequeño de fieles creyentes, la visibilidad de estas falsas ideas puede seguir haciéndolas peligrosas.

Asociación sin creencia

Los filósofos consideran que las personas pueden explicar sus acciones basadas en lo que quieren hacer o conseguir y en lo que creen. Sin embargo, muchas acciones no se guían por creencias explícitas, sino por sentimientos viscerales. Estos sentimientos no están escritos en piedra. Pueden estar motivados por la experiencia.

Este principio es importante para los publicistas, que buscan influir en el comportamiento sin cambiar la forma de pensar pero sí de sentir. La manipulación de los sentimientos puede lograrse al asociar sutilmente un producto con resultados deseados como el estatus y el sexo.

También puede tomar una forma negativa, como en anuncios políticos que quieren vincular a un oponente con imágenes y descripciones amenazantes. Forjar asociaciones mentales es una de las formas en que las teorías conspirativas, como otras afirmaciones erróneas, pueden tener consecuencias incluso sin ser creídas.

Algunos ejemplos

Enfoquémonos en las teorías de conspiración que afirman que las elecciones presidenciales del 2020 en Estados Unidos fueron manipuladas. Algunas personas lo creen, pero incluso si no aceptan toda la mentira, pueden pensar que algo sobre esas elecciones no “se siente bien”, no “parece bien” o “huele bien”. 

Estarán inclinadas entonces a apoyar esfuerzos que, según los políticos, protegerán la integridad de las elecciones, incluso si estos resultan en la supresión selectiva de los votantes.

Muchas personas fingen creer en teorías conspirativas y otras formas de desinformación para expresar sus lealtades políticas”

Keith Raymond Harris Estudioso de TEORÍAS de conspiración

La información antivacunas, por su parte, ya sea sobre vacunas en general o específicamente de las disponibles contra el COVID-19, suele circular en imágenes y videos para ilustrar sus inquietantes efectos secundarios.

Este tipo de material prolifera rápidamente en redes sociales y, al basarse en imágenes perturbadoras más que en afirmaciones explícitas, a menudo escapa los filtros.

La exposición a información antivacunas puede provocar en lectores o espectadores una vaga sensación de malestar e indecisión, incluso sin despertar creencias explícitas. 

Estudios han demostrado que las personas que confían en su intuición y tienen emociones negativas hacia las vacunas son más propensas a rechazar la inmunización. Aunque esa investigación se refería a otras inyecciones, es probable que factores similares expliquen por qué muchos estadounidenses no se han vacunado contra el COVID-19, o no han recibido las dosis de refuerzo.

Investigaciones sugieren que muchas personas fingen creer en teorías conspirativas.
Investigaciones sugieren que muchas personas fingen creer en teorías conspirativas.

Pretender y coordinar

Los investigadores sugieren que muchas personas fingen creer en teorías conspirativas y otras formas de desinformación para expresar sus lealtades políticas. Pero incluso fingir puede ser peligroso. 

[No, la reina Isabel II no era reptiliana como sostienen algunas teorías de conspiración]

Por ejemplo, cuando un niño declara que “el suelo es de lava”, pocos, o casi nadie lo creen. Pero cuando ese niño, y otros, actúan como si la afirmación fuese cierta, pueden subirse a muebles y repetir la frase a otros niños. Unos lo hacen por diversión o para mostrar sus habilidades y otros para complacer al que inició el juego.

Hay quienes se cansan rápidamente de la mentira y ya no quieren jugar, pero respetan o les agrada el niño que inició el juego y continúan para no molestarlo. Mientras la mentira avanza, algunos se lo toman muy en serio. Los muebles se dañan y algunos niños se lesionan tratando saltar de una superficie elevada a otra. La lava es falsa, pero se rompen cosas reales.

Más grave aún, cuando Donald Trump afirmó que las elecciones presidenciales de 2020 fueron “manipuladas”, algunos funcionarios y ciudadanos respondieron. Ya fuese porque lo creían, por partidismo, por lealtad a Trump o por oportunismo financiero, muchos se comportaron como si las elecciones de 2020 fueron injustamente decididas.

Unos se reunieron en Washington, D.C., otros asaltaron el Capitolio y, entre bastidores, algunos desarrollaron un plan para presentar listas falsas de electores que apoyan la reelección de Trump pese a perder en las urnas. 

Los implicados en estas actividades contaron con la ayuda de otros que respaldan la falsa afirmación, aunque ese apoyo no fuese sincero.

El precio de fingir

El precio de actuar como si las elecciones de 2020 fueron manipuladas son sin duda mayores que los de actuar como si el suelo fuera de lava. Provocaron daños valorados en millones de dólares en el edificio del Capitolio, causaron cientos de detenciones, varias muertes y pusieron en peligro la democracia estadounidense.

[Condenan por la mayoría de cargos a tres acusados por el asalto al Capitolio]

Partiendo de los graves riesgos que implicaba, hay que preguntarse por qué las personas que no creían sinceramente que las elecciones fueron injustas se arriesgaron a fingir. Esta pregunta subraya el peligro de las teorías conspirativas respaldadas por los que están en el poder: se puede ganar mucho fingiendo creer.

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