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"Sentí que había perdido a mi mamá y papá, que no iba a salir nunca del lugar. Quería morirme"

Ángel, un menor nicaragüense de 16 años que prefiere no revelar su nombre real, explica en sus propias palabras cómo fue separado de sus papás en la frontera en septiembre, detenido en centros de ICE para adultos hasta noviembre y recluido en una celda de aislamiento.

“Casi no dije a nadie que me iba de Nicaragua. Era día de escuela y no me despedí. Nos marchamos mi mamá, mi papá y yo. Nos despedimos de mi familia y mis dos hermanos pequeños.

En el camino, México es una parte difícil porque hay ciertos peligros que se enfrentan: te puede detener migración y te regresan a tu país. Hay muchos cárteles y te pueden secuestrar, muchas cosas que pueden pasar, pero Dios, sobre todas las cosas, nos ha traído a Estados Unidos.

Lo peor en México fue el tráiler. Al montarse es normal, no pasa nada, pero cuando estábamos adentro, es muy mal momento, muy incómodo. La respiración se te va porque no hay aire, no hay nada. Es terrible.

[El caso de Ángel: separado, encarcelado y aislado]

Al llegar a la frontera, estábamos con otras personas. Sentí que mi sueño, o nuestro sueño, estaba a punto de realizarse. Sólo estábamos a unos pasos de cruzar el río. Estaba seco. Cuando ya cruzamos [a Texas], ahí sí, ya me sentía en casa, en mi nuevo hogar. Muy alegre.

El sol amanece en la frontera entre Piedras Negras, Coahuila,  e Eagle Pass, Texas.
El sol amanece en la frontera entre Piedras Negras, Coahuila, e Eagle Pass, Texas. Damià Bonmatí

Pero luego llegó un momento que ni mis papás ni yo nos explicamos qué pasó, porque hasta entonces todo iba bien. De repente, se vino una tormenta de arena y nos aplastó.

Igual que a otro chavalo que estaba allí, yo llevaba mi documento, mi acta de nacimiento, y el agente me dice: ‘No, este documento es falso’. Comenzaron a decirme ‘dinos tu edad verdadera’. Y, como por veinte veces, le repetí lo mismo: 16 años, 16 años. No iba a decir que tengo 18 años, porque no tengo esa edad. Tengo 16 años.

Ni mis papás ni yo nos explicamos qué pasó. De repente se vino una tormenta de arena y nos aplastó”

ángel

Pero ya ellos se hartaron, se enojaron conmigo y me dijeron que me iban a agarrar diez años preso a mí y a mi familia. Estas palabras recuerdo que me dijo: ‘Tú y tu familia es lo único que van a conocer de los Estados Unidos’. Eso me dijo: ‘10 años de cárcel y luego te vamos a deportar a tu país’.


"Se vino una tormenta de arena que nos aplastó", dice el menor, de 16 años, al recordar el momento en que lo separaron de sus padres en la frontera.
"Se vino una tormenta de arena que nos aplastó", dice el menor, de 16 años, al recordar el momento en que lo separaron de sus padres en la frontera.Damià Bonmatí

Separados en la frontera

En ese momento no tenía a quién acudir. Porque a mi mamá la dejaron por un lado, a unos cuantos metros; a mi papá al otro lado, y yo solo.

Solo, con los dos oficiales de la Patrulla Fronteriza conmigo ahí, tirándome. ¿Yo con qué me iba a defender? Y cuando me dicen eso de que nos iban a echar preso, ya se imaginan lo que pensé yo. Acepté que tenía 18 años por temor, por intimidación.

Acepté que tenía 18 años por intimidación. Firmé por miedo. No quería ir a la cárcel”

Ese agente fue terrible, fue intimidación. No tenía carácter de arreglar las cosas, sino súper enojado, con ganas hasta de pegarme, digamos así. Yo me sentía aterrorizado. De repente quería irme de este país. Pensé yo: ‘Mejor haberme quedado en mi país’.

Firmé por miedo. No quería ir a la cárcel. Aunque yo le decía que tenía 16 años, era mi palabra contra la de ellos. Yo soy un simple inmigrante en este país y ellos estaban haciendo su trabajo y, pues, no tengo ningún derecho aquí.

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La Patrulla Fronteriza debe procesar a padres e hijos conjuntamente. La agencia dijo que recolecta datos biométricos, biográficos y documentos oficiales para determinar la edad y la relación familiar de los migrantes.Suzanne Cordeiro / AFP via Getty Images

De allí no pude volver a ver a mis papás. Me separaron de ellos.

En la Patrulla Fronteriza, entré en una sala muy pequeña donde estábamos alrededor de 80 personas. No podía dormir ni agachado, tenía que estar parado, apretado, era muy incómodo. Quizás entiendo el tema porque todos estamos emigrando. Pero igual, siempre he estado con mis padres desde pequeño, he tenido el afecto de ellos y nunca me he separado.

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Nos llamaron como a las 12 de la madrugada, llamando por lista, fulano de tal. Entonces salí yo. Y nos dijeron que sólo íbamos a buscar las maletas. Por un momento me alegré: pensaba que iba a salir, mas no sabía lo que nos esperaba. Todo era silencio y calladito.

Rumbo a prisiones para adultos

Nos trajeron un montón de cadenas y nos las echaban en las manos, los pies y con una cadena en la cintura atada. Y luego nos montaron en un bus para agarrar un avión.

Otro emigrante que estaba allí le preguntó a un oficial qué pasaba con nosotros, por qué estábamos así, y le dijeron que nos iban a trasladar a Louisiana. Allí volví a ver a mi papá. Estuve con él en el avión. Fue una alegría.

Al llegar vi un montón de mallas y cercado, con alambres y muchos alambres. Esto es una cárcel para criminales”

Nos bajaron del avión y nos montamos en el bus para Mississippi. Me aterroricé al llegar a Adams Detention Center. Ahí le digo a mi papá: ‘qué barbaridad, ¿dónde vamos?’. Al ir entrando al lugar, lo que veía era un montón de mallas, cercado, con alambres y muchos alambres. ‘Esto es una cárcel para criminales’, dije. Vamos presos. Yo no iba a una detención, yo iba preso. O sea, súper seguridad.

Pero cuando llegamos adentro, nos quitaron las esposas, nos dieron un uniforme y nos llevaron a una sala a dormir. Había 140 camas en una sola sala. Era grande. Pues no era tanto el encierro.

Yo estaba contento porque nos habían dejado en el mismo lugar a mi papá y a mí. Al menos tenía el calor de mi padre allí. Nos fuimos a dormir, cada quien a su cama, porque a la hora de dormir, a las diez, nadie puede estar despierto.

Pero en la mañana siguiente me levanto, busco a ver a mi papá, dónde está mi papá, y uno de los mismos migrantes me dice: ‘Oye, se llevaron a tu papá en la mañana’. 

Yo entré en shock. Se lo llevaron. Se llevaron toda su maletita de ropa. Y otra vez solo y ya no era en el mismo lugar, sino en otro estado de este país diferente. Me sentí aterrorizado de sentirme solo, en otro estado, en otro país.

Sin mamá y sin papá.

Los compañeros detenidos me decían: ‘Qué injusticia’. Y sí, porque veían mi estatura, mi apariencia, que no puedo tener 18 años.

USA - Texas - Private Detention Center
“ICE se ha encontrado con casos de menores que inicialmente fueron procesados como adultos, instancias como esas son excepcionales”, dijo a Noticias Telemundo Investiga una vocera preguntada por el caso.Robert Daemmrich / Corbis via Getty Images

A los 27 días de estar ahí, me puse alegre porque me iban a mudar a Louisiana. Uno escucha rumores. Según los migrantes que estaban ahí, cuando te llevaban a Louisiana, sólo era firmar algún papel y tu salida. Pensaba. Pues me alegré.

Estaba con unos compañeros que fuimos de Mississippi a Louisiana, en una celda, ahí estaba más pequeño y cerrado, éramos 14 personas. De repente van a decir mi nombre. No le entendí porque hablan inglés, pero yo conozco mi nombre. Les digo: ‘sí, soy yo’. Recogí mis cosas y me sentí alegre porque dije: ‘voy a salir’.

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Me llevan a una sala de medicina y me sacan una radiografía del brazo. No entendía por qué.

Y luego me llevan a un cuarto súper pequeño, que es para personas que tienen COVID positivo o son indisciplinadas. Y me hace seña una que trabaja allí, pero yo no quería entrar porque era un lugar que, de solo verlo, yo lloré. Lo juro. Yo no quería entrar y no entré a la primera, pero al final ya fueron a meterme. Ya no era yo si quería, sino que tenía que estar ahí.

Una celda de aislamiento en un centro de detención de ICE en Texas.
Una celda de aislamiento en un centro de detención de ICE en Texas.Oficina del Inspector General de DHS

Fue terrorífico porque yo quería decirle: ‘¿por qué me traen acá? ¿qué pasó aquí? ¿qué hice para que me traigan acá?’ Quería decirles, pero era imposible porque mi idioma no es el de ellos.

Sólo me tocó hacerle señas de que quería una llamada. Llamé a mi abuela en Nicaragua y le dije: ‘así están las cosas. Estoy en aislamiento’. Y yo llorando porque no quería estar ahí.

En eso llegó un oficial de ICE con un intérprete para poder hablar. Me dijo que era porque alguien había reclamado que yo era un juvenil y por eso estaba ahí.

La abogada de la familia envió a ICE cartas de la maestra en Nicaragua, fotos recientes en la escuela secundaria y el acta de nacimiento. Pero nada cambió hasta que recibieron el documento nacional de identidad.
La abogada de la familia envió a ICE cartas de la maestra en Nicaragua, fotos recientes en la escuela secundaria y el acta de nacimiento. Pero nada cambió hasta que recibieron el documento nacional de identidad.Mark Hentges

En una celda de aislamiento

La celda es un dormitorio, porque tiene una cama más o menos para que alcance completo tu cuerpo para descansar. La cama, el inodoro y el baño para ducharse adentro. Súper pequeño, casi juntas las tres cosas. No había nada que hacer y pasar las 24 horas ahí metido, encerrado, en puertas enllavadas, sin salir; era terrible.

No había ninguna esperanza de salir de ese lugar. Mi familia iba reuniendo pruebas para aclarar mi edad, y se rehusaban a creer. Allí dentro fue donde perdí las esperanzas por completo. Sentí que perdí a mi mamá, mi papá, hermanos, amigos. Todo.

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Me tocó resignarme a que ya los había perdido. Me dije: ya me convertí en prisionero de estas personas. Ya no voy a salir de aquí. Esa era mi angustia. Habían reunido las pruebas necesarias [para demostrar la edad], e incluso de la escuela donde yo estudiaba en Nicaragua. ¿Qué más pruebas podía reunir? ¿Qué más podía hacer? Y si no querían creer eso, ¿a qué iban a creer?

Cuando me levantaba, me quitaba la cobija y miraba aquella puerta cerrada. Me entraba una depresión que el cuerpo, el corazón, me temblaba todito, no se me quitaba. Ya no podía ni llorar, pero mi angustia era la misma. Yo quería morirme en este momento.

Me entraba una depresión que el cuerpo me temblaba todito. No se me quitaba. Ya no podía ni llorar”

Tenía una Biblia, recopilé muchos versículos bíblicos que me daban ánimos.

Nunca salía de la celda. Hasta que reclamé, porque ya estaba viendo que mi psicología ya no estaba bien. Ya me estaba afectando. Ya no quería ni comer.

En los últimos días, salí al patio cuatro veces. Me sacaban media hora solo. Me tocaba tirar la pelota y salir yo por ella.

Hasta que un día, estaba envuelto con una cobija, porque no me gustaba ver el lugar, y llegó una trabajadora. Y me hace señas, pues no habla español. Yo no le entendí nada, pero escuché la palabra intake. Yo sabía que cuando iban a intake es que vas a retirar tus pertenencias. Oré al Señor que todo fuera bien.

Me llevaron hasta mi mochila, mis ropas. ‘Voy a salir de este lugar’, pensé. Me alegré. Me dijeron que me quitara el uniforme y me pusiera mi ropa. Fue un momento único.

¿Pudieron comprobar mi edad ya? Me dijeron: ‘Sí, comprobamos que tiene 16 años”

Pregunté por qué, qué ha cambiado, por qué me van a sacar. Y me dijo ‘Hemos comprobado que usted es un juvenil, o sea, un menor de edad’. ¿Pudieron comprobar mi edad ya? ‘Sí, exacto, comprobamos que tiene 16 años’.

Me enteré más tarde que iba al albergue de menores y, más dos semanas después, pude reencontrarme con mis papás.

Después de tanto tiempo, ha terminado la pesadilla.

La familia al reencontrarse en el aeropuerto tras más de dos meses separados.
La familia al reencontrarse en el aeropuerto tras más de dos meses separados.Damià Bonmatí

En el aeropuerto, viví un momento único. Después de tanto tiempo que no los veía, ni a mi papá ni a mi mamá. Casi tres meses, ya se imaginan ustedes, tanto tiempo. Nunca había estado separado de mis papás. Nunca en mi vida. Siempre he estado con ellos desde pequeño. Y que vengan y así no más, te separen…

Verlos de nuevo fue algo grandioso”.

Ángel, a la derecha, junto a sus papás, Luz y Orlando, la mañana después de la reunificación.
Ángel, a la derecha, junto a sus papás, Luz y Orlando, la mañana después de la reunificación.Damià Bonmatí

El testimonio de Ángel se basa en las entrevistas mantenidas con Damià Bonmatí, de Noticias Telemundo Investiga.