Nuevos datos publicados este viernes indican que la inflación está desacelerándose en Estados Unidos y que las medidas de la Reserva Federal de aumentar las tasas de interés están dando resultado.
Pero eso no significa que los consumidores no siguen y seguirán pagando en el futuro inmediado precios superiores al año previo.
El Índice de Precios al Consumidor (IPC) de noviembre reveló que el aumento de la inflación disminuyó al 7.1% desde las estimaciones de septiembre (8.2%).
Sin embargo, aunque esto indique un enfriamiento gradual de la inflación, problemas como la cadena de suministro y los niveles de desempleo hacen que los expertos pronostiquen que los precios se mantendrán altos durante varios meses.
Algunos economistas creen que, si se sacan de la ecuación categorías como los alimentos y la energía, cuyos precios son muy volátiles, se puede obtener una imagen más realista de la dirección que están tomando los costos en Estados Unidos. Quitando estas categorías, los precios aumentaron solo un 0.2% en octubre, un aumento significativamente más lento que el 0.6% visto a principios de otoño.
Ciertamente, los precios han comenzado a disminuir en algunas áreas como la gasolina, la ropa y los automóviles usados. Estos podrían ser los primeros signos de caídas vertiginosas en los próximos meses.
Pero incluso ante estas buenas noticias y las cifras reveladas este viernes, las tasas de inflación todavía están cerca de ser las más altas en cuatro décadas.
El presidente, Joe Biden, pronunció alentadoras palabras tras la publicación del informe del CPI de octubre. “El informe de hoy muestra un freno muy necesario a la inflación en las tiendas de comestibles a medida que nos acercamos a las fiestas”, dijo Biden. “Los estadounidenses ya están pagando alrededor de $1.20 menos por galón de gasolina que este verano”.
Los expertos sospechan que probablemente pasarán un par de años antes de que veamos los precios regresar a los niveles anteriores a 2022. Los factores que pueden inhibir la deflación incluyen los bajos niveles de desempleo, los persistentes problemas de la cadena de suministro y los precios inestables de la energía.
Los economistas citan la pandemia de COVID-19 y el aumento de las tensiones geopolíticas como factores que exacerban los precios y afectan la capacidad de Estados Unidos para controlar la inflación.