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El COVID-19 puede encoger el cerebro tanto como una década de envejecimiento, según nuevos estudios

Las personas infectadas incluso con casos leves mostraron deterioro cognitivo, degeneración en partes del cerebro y encogimiento cerebral, dice el coautor de una de las investigaciones, algunas de las más completas hasta la fecha.

Benjamin Ryan - NBC News

Durante al menos los primeros meses tras una infección de coronavirus, incluso los casos leves de COVID-19 están relacionados con daños sutiles en los tejidos y pérdidas aceleradas en las regiones del cerebro vinculadas al sentido del olfato. Además se ha detectado una pequeña pérdida en el volumen general del cerebro, afirman los investigadores de nuevo estudio británico.

Además, los especialistas aseguran que presentar síntomas leves de COVID también se asocia con un déficit en las funciones cognitivas.

Estos son los sorprendentes hallazgos del nuevo estudio dirigido por investigadores de la Universidad de Oxford, y que los principales expertos consideran particularmente importante porque es el primer análisis del impacto potencial de la enfermedad en el cerebro basado en escáneres cerebrales tomados antes y después de que los participantes contrajeran el coronavirus.

"El diseño de este estudio supera algunas de las principales limitaciones de la mayoría de las investigaciones de COVID-19 relacionadas con el cerebro que suelen basarse en el análisis y la interpretación de un solo momento de los casos de las personas que tenían COVID-19", dijo Serena S. Spudich, neuróloga de la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale, que no participó en la investigación.


Las regiones rojo-amarillas son las partes del cerebro que más se encogieron en los 401 participantes infectados con SARS-CoV-2, en comparación con los 384 participantes no infectados.
Las regiones rojo-amarillas son las partes del cerebro que más se encogieron en los 401 participantes infectados con SARS-CoV-2, en comparación con los 384 participantes no infectados. Gwenaëlle Douaud, en colaboración con Anderson Winkler y Saad Jbabdi, Universidad de Oxford y NIH.

La investigación, que fue publicada la semana pasada en la revista Nature, también se destaca porque la mayor parte de sus participantes aparentemente solo tuvieron síntomas leves de COVID-19, lo que es el resultado más común de las infecciones. La mayoría de los estudios relacionados con el cerebro se han centrado en personas con casos moderados y graves.

Gwenaëlle Douaud, profesora asociada del Departamento de Neurociencias Clínicas de Nuffield en Oxford y autora principal del artículo, dijo que la pérdida excesiva de volumen cerebral que ella y sus colegas observaron en los escáneres cerebrales de cientos de pacientes británicos podría equivaler a un año adicional de envejecimiento.

"Aunque se trata de daños cerebrales, es posible que sean reversibles. Pero da un poco de miedo porque se trata de personas levemente infectadas", dijo.

Douaud y su equipo se basaron en una rica fuente de datos: el Biobanco del Reino Unido. Antes de que comenzara la pandemia de coronavirus, esta gigantesca base de datos ya tenía decenas de miles de resonancias magnéticas cerebrales de personas en Gran Bretaña, junto con respuestas a encuestas sobre sus dietas y estilos de vida y resultados de pruebas de función cognitiva.

Los investigadores se centraron en 401 personas de entre 51 y 81 años que dieron positivo por COVID-19, según los datos clínicos vinculados al estudio del Biobanco. Los participantes fueron invitados a someterse a un segundo escáner cerebral, unos cinco meses después de contraer el virus. La gran mayoría de estos pacientes tuvieron casos leves, solo 15 fueron hospitalizados por la enfermedad.

Los investigadores compararon los escaneos con los de un grupo de control de 384 participantes que no habían dado positivo y las muestras se clasificaron según las tasas de obesidad, presión arterial, tabaquismo y diabetes del grupo que dio positivo, también se tomó en cuenta el nivel socioeconómico, la edad y el sexo.

Entre los pares de resonancias magnéticas, que estuvieron separados por un promedio de unos tres años, los investigadores observaron una tendencia sorprendente entre los que tenían covid: una mayor pérdida de materia gris en el cerebro, así como una mayor tasa de anomalías en el tejido cerebral. La materia gris se compone de varias células, incluidas las neuronas.

Sería normal que los adultos dentro del rango de edad del estudio perdieran una pequeña cantidad de tejido cerebral después de tres años de envejecimiento, señalan los investigadores.

Pero, en comparación con el grupo de control, los que se contagiaron de COVID experimentaron una pérdida adicional de tejido cerebral del 0.2 al 2% en regiones que se asocian principalmente con el sentido del olfato.

El volumen cerebral general en personas con COVID disminuyó en un 0.3% adicional en comparación con las personas sin la enfermedad. Los participantes mayores experimentaron todos estos síntomas relacionados con el cerebro de manera más profunda.

El estudio no ofrece ninguna indicación de si una vacuna contra el COVID-19 mitigaría el riesgo. Los participantes dieron positivo por la enfermedad entre marzo de 2020 y abril de 2021, antes de que las vacunas estuvieran ampliamente disponibles en el Reino Unido.


Hasta una década de envejecimiento en pocos meses

Algunos estudios de resonancia magnética vinculan las lesiones cerebrales con el virus, aunque no se encontraron en todos los pacientes.

Un estudio de 785 personas de 51 a 81 años publicado esta semana en la revista Nature indica que el COVID puede reducir el tamaño del cerebro, de modo que meses después de la infección, algunas personas muestran hasta una década de envejecimiento.

Las personas infectadas incluso con casos leves mostraron deterioro cognitivo, degeneración en partes del cerebro y encogimiento del cerebro, dice el coautor Anderson M. Winkler, científico asociado principal del Instituto Nacional de Salud Mental.

En las pruebas de función cognitiva, quienes tenían COVID-19 demostraron una capacidad más lenta para procesar información y obtuvieron calificaciones más bajas en lo que se conoce como función ejecutiva, que es una medida general de la capacidad del cerebro para gestionar tareas complejas. Y esos déficits fueron más pronunciados entre las personas mayores.

Avindra Nath, directora clínica del Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares de los Institutos Nacionales de Salud, dijo que estos hallazgos "tienen implicaciones a largo plazo, ya que nos preocupar la posibilidad de una disfunción cognitiva similar en una gran población en todo el mundo".

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"Es necesario determinar si estos pacientes podrían deteriorarse aún más durante un período de tiempo", dijo.

Los investigadores no tuvieron acceso a datos sobre los síntomas relacionados con la enfermedad que los participantes experimentaron. Por lo tanto, no saben si los pacientes realmente perdieron el sentido del olfato o experimentaron síntomas a largo plazo a raíz de la enfermedad. Es probable que algunos tuvieran casos asintomáticos.

Dicho esto, la pérdida del olfato fue particularmente frecuente entre las personas infectadas con el coronavirus durante las dos primeras oleadas de la pandemia. Y cuando ciertas regiones del cerebro no se usan, tienden a atrofiarse.

Sin embargo, los autores del estudio no saben si el coronavirus causó la pérdida del olfato a través de un mecanismo no cerebral y este, a su vez, provocó el daño cerebral, o si posiblemente el daño cerebral causó la pérdida del olfato.

¿Cuánto duran los cambios cerebrales ocasionados por el COVID-19?

En febrero, un estudio publicado en la revista Cell encontró que una infección por coronavirus de varias células en la cavidad nasal origina una inflamación que inhibe el funcionamiento de las proteínas receptoras del olfato en las células nerviosas, lo que ocasiona la pérdida del olfato.

El vínculo del COVID-19 con los cambios en las regiones cerebrales relacionadas con el olfato, dijo Douaud, no descarta las otras formas en que se podrían afectar las regiones cerebrales que no están relacionadas con el olfato.

Se ha demostrado que la enfermedad varía mucho de un paciente a otro, y otros estudios han identificado varios medios por los que los casos graves podrían dañar el cerebro. Lo que reveló el estudio es que los cambios en las regiones relacionadas con el olfato fueron la tendencia más consistente relacionada con el cerebro.

Aún no se sabe si estos cambios persistirán a largo plazo. Douaud espera poder realizar una tercera ronda de escáneres cerebrales.

"El cerebro es plástico, lo que significa que puede reorganizarse y curarse a sí mismo", dijo. "Esto sucede incluso en las personas mayores".

Los expertos en casos de COVID prolongado elogiaron el artículo de Douaud.

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"Este estudio proporciona los datos clínicos más definitivos disponibles hasta la fecha de que el SARS-CoV-2 daña directa o indirectamente los nervios y que esto, a su vez, puede tener efectos sistémicos, incluidos cambios en el cerebro”, dijo Steven Deeks, un prestigioso investigador del VIH en la Universidad de California, San Francisco.

"Contribuye a comprobar que el daño a los nervios fue común durante las primeras oleadas de la pandemia", agregó el experto.

Deeks, quien dirige un importante estudio de personas que padecen síntomas persistentes después de una infección por coronavirus, señaló una limitación del nuevo estudio.

En su opinión, los que contrajeron COVID tenían algunas diferencias en su función cognitiva inicial, y en algunos de los primeros escáneres cerebrales, en comparación con los que no contrajeron la enfermedad.

"Es posible que quienes tenían un mayor riesgo de infectarse estuvieran destinados a sufrir progresos más rápidos en los cambios en su cerebro por otras razones", afirmó.

Sin embargo, tener los escáneres cerebrales antes y después de una infección proporcionó a Douaud y a sus colegas una capacidad única para descartar anomalías cerebrales que podrían haber estado presentes antes de que las personas desarrollaran el COVID-19 y que, por lo tanto, probablemente no estuvieran relacionadas con la enfermedad.