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Opinión: Se terminó el reino de “la maestra” Elba Esther Gordillo

Se terminó el reino de “la maestra” Elba Esther Gordillo

Por Carlos Rajo

La detención de la líder sindical Elba Esther Gordillo, acusada de corrupción en el manejo de los fondos millonarios del sindicato de profesores mexicanos, marca el fin de una de las más poderosas figuras políticas de México, quien por décadas controló el sindicato más grande de América Latina.

Hablar de Elba Esther Gordillo -Elba Esther para algunos, la Gordillo para otros, o simplemente ‘la maestra’- significa entre otras cosas hablar de una líder sindical que desde siempre se le acusó en la voz pública, aunque nunca ante la justicia, de esa corrupción que hoy la tiene tras las rejas. Cuando se le pregunta a cualquier mexicano que piensa de la detención, la respuesta es simple: ¿y por qué hasta ahora?

Y es que la frase de ese mexicano promedio -en este caso dicha por un taxista que escuchaba la noticia que reventaba en la radio sobre la detención de Gordillo- está llena de verdad. La maestra era vista con una mezcla de envidia, rencor y por qué no decirlo, admiración por lo que era su vida personal y sus andanzas políticas.

Eran no sólo las carretadas de dinero que mensualmente manejaba sin control de nadie por las cuotas sindicales del más de millón de maestros afiliados sino, igual de importante, por el poder político que había obtenido a lo largo de los años. Poder derivado, primero, por su calidad de líder magisterial y poco a poco por los favores que la clase política mexicana -incluidos presidentes- le debían. Un solo ejemplo: se habla de que Felipe Calderón le estuvo por siempre agradecido por los votos de los maestros que Gordillo consiguió y con los cuales el entonces candidato del PAN ganó la controversial elección presidencial del 2006.

Hablando de presidentes, la salida de la maestra del escenario político-sindical mexicano es un enorme triunfo del actual presidente Enrique Peña Nieto. Más allá de los detalles jurídicos -de que si el caso es limpio, de que si está bien probado, etc.- el tema central es que Peña Nieto consigue sacar del mapa a uno de sus principales adversarios. Si alguien tenía alguna duda del coraje o la voluntad política de un mandatario que para algunos sólo es figura y poca sustancia, hoy se han borrado esas dudas.

Que conste, todo el caso Gordillo se ha presentado como un caso judicial. Nada que ver con la política. Una simple investigación, asegura la Procuraduría General de Justicia mexicana, sobre millonarios fondos (cerca de $200 millones de dólares) que del 2008 al 2012 se sacaron de dos cuentas bancarias pertenecientes al sindicato de maestros, que pasaron luego por intermediarios y que terminaron en las arcas de Gordillo.

Dinero que se utilizó bien para pagar sus propiedades en San Diego, bien para mantener el avión privado en el que viajaba y, por supuesto, para pagar sus cuentas en la lujosa tienda de departamentos de Estados Unidos Nieman Marcus. O también, para pagar los más de 900 mil dólares que en el algún momento debió a American Express o para depositar dos millones de dólares en bancos de Suiza y Leinsteinstein en una cuenta de una compañía fantasma a nombre de la fallecida madre de Gordillo.

Pero decíamos, en el papel este es un caso judicial que no tiene nada de política y mucho menos relacionado con el presidente mexicano. Y es cierto, lo judicial tendrá que llevarse adelante y el Ministerio Público tendrá que demostrar que las acusaciones contra Gordillo tienen base y que hay suficientes pruebas para que se le tenga en prisión. Por cierto, este punto no es gratuito. La justicia mexicana, por floja e ineficiente que sea, tiene cierto margen de independencia diferente al que existía en el pasado cuando los presidentes mexicanos ejercían una gran influencia sobre los jueces. Hoy lo de Gordillo habrá que probarlo en corte.

Todo esto no quita lo central del argumento sobre Peña Nieto: el mandatario ha dejado claro que esta es una presidencia que llevará a cabo sus reformas y que quien se ponga enfrente pagará las consecuencias. Sucede que Gordillo, con su hasta el martes inmenso poder, parecía estar decidida a oponerse a una de esas reformas, la reforma educativa (capacitar y evaluar a los maestros, disminuir el poder sindical y, en general, retomar por parte del estado mucho del control de la educación).

Un primer análisis de esto hecho por Peña Nieto diría que aun cuando la maestra ha sido desplazada del poder, el sindicato de profesores sigue vivo y coleando y, por supuesto, podrá seguir dando la batalla al gobierno. La historia reciente de México, sin embargo, muestra que es muy difícil que esto suceda.

No es la primera vez que se manda a la cárcel a un líder sindical que se creyó todopoderoso y se olvidó de los pesos y balanzas del sistema político mexicano. Aun cuando esta presidencia priista de 2013 no es la presidencia imperial de antes en la cual la palabra del presidente era casi absoluta, el mandatario sigue conservando suficiente poder. Peña Nieto además, no le debe nada a Gordillo. Así como en su momento la maestra entró al relevo y al poder del sindicato debido a que otro presidente priista -Carlos Salinas- decidió que el líder sindical de ese entonces se había sobrepasado en su soberbia y corrupción, hoy le tocó el turno a ella.

Sería demasiado largo entrar al detalle de la vida sindical, política y personal de Gordillo. Baste decir que la maestra estuvo por más de veinte años al frente del sindicato, que fue diputada priista, que luego fundó su propio partido -el PANAL- y gracias al cual su hija llegó a ser Senadora y su nieto diputado.

Lo del sindicato le daba poder debido tanto a los dineros que ahí se manejaban como al hecho de que con ese millón de maestros podía hacer mucho, inclusive decidir elecciones. Más que un sindicato parecía el feudo personal de Gordillo. Era la fuente de su poder y riquezas y de los cuales no le daba cuentas a nadie. Un sólo detalle sobre el dinero: cada mes el sindicato recibe más de quince millones de dólares en cuotas de los miembros.

A nivel personal siempre se supieron historias sobre la vida de lujos y extravagancias de la maestra. Que tenía una propiedad en el exclusivo barrio de La Joya en San Diego, que tenía su propio avión, que se vestía con ropa y prendas de lujo. En fin, que llevaba una vida que no tenía explicación alguna cuando se le comparaba con lo que era su salario oficial como maestra (31,398.16 mensuales según cifras de la Secretaría de Educación o el equivalente a 2,600 dólares).

Es claro que Gordillo no sólo abuso de su poder sino que se creyó invencible. Ya en el último año se habían dado muestras de que las cosas no serían igual con el PRI que eventualmente llegaría al poder. Peña Nieto rehusó ir en alianza con el partido de la maestra, movida que para muchos marcó el primer gran distanciamiento del PRI actual con Gordillo. Era sólo cuestión de tiempo antes de que se rompiera el hilo por el lado más débil.

Peña Nieto tiene ahora un par de desafíos. Primero, tiene que demostrar que lo sucedido con Gordillo no es algo único. Que en su lugar no llegará al sindicato de maestros otro líder igual de corrupto y manipulador. Además, quedan todavía varios otros líderes similares a Gordillo. ¿Tendrá el presidente la voluntad política para terminar con estos cacicazgos sindicales -el de PEMEX para el caso- que bien o mal siguen siendo parte integral del PRI?

El otro desafío no tiene que ver con el mundo sindical sino con lo que en México llaman “los poderes fácticos” (las televisoras, los Carlos Slim del mundo, etc.). Lo de Gordillo le da sí fortaleza y capital político a Peña Nieto, pero no será suficiente. El presidente mexicano se ha propuesto abrir las comunicaciones a la competencia y al mundo digital de los tiempos modernos. Queda por ver si se lanza contra ellos o es que estos aceptan la reforma viendo lo que pasó a los que no quieren cooperar.

Se cierra un capítulo en la historia moderna de México. Así como en su momento costó creer que el poderoso y también millonario líder sindical petrolero Joaquín Hernández Galicia -la Quina- había sido metido preso por Salinas de Gortari en enero de 1989, hoy  cuesta creer que la maestra está en prisión. La lideresa que decidía sobre la vida y milagros de cientos de miles de profesores, que negociaba en lo oscuro y en el frente con políticos de diferentes partidos (el PAN pudo haberla investigado y no lo hizo) y que parecía una presencia permanente en la vida política de México, no está más. Se acabó. Fin a la era de Elba Esther Gordillo. Se terminó el reino de “la maestra”.