Por Meghan Holohan — TODAY
A principios de septiembre de 2021, Luis Riollano notó que todo se veía nublado. Hacía mucho tiempo que usaba lentes para ver a la distancia y se preguntaba si su graduación había cambiado. Pero pronto, su visión empeoró tanto que apenas podía ver siluetas y movimientos.
Cuando visitó a su oftalmólogo, se enteró de la inesperada causa de su repentina ceguera.
“Cuando me diagnosticaron cataratas avanzadas, estaba realmente muy asustado”, dijo a TODAY Luis, que tiene 31 años y vive en Brooklyn. “Debido a mi edad el médico me decía que sospechaba que tal vez la diabetes estaba en juego”.

La pérdida de visión lo llevó a un diagnóstico inesperado
Habiendo usado anteojos la mayor parte de su vida, Riollano sabía cuándo era el momento de una nueva graduación. Hace aproximadamente un año, las cosas comenzaron a verse borrosas, así que actualizó la graduación. Podía ver normalmente con anteojos hasta el otoño pasado.
“Todo estaba nublado y se veía blanquecino y borroso”, explicó. “Pensé que tal vez necesitaba una nueva graduación”.
Sin embargo, a finales de mes no podía ver nada. A veces podía ver siluetas oscuras y saber si alguien se movía. Pero su visión se deterioró tanto que no podía cuidar de sí mismo.
“Ya estaba completamente ciego”, dijo Riollano.
Luis visitó al doctor Tommaso Vagaggini en el New York Eye and Ear Infirmary en Mount Sinai para entender qué sucedía.
“La parte más interesante fue ver a alguien que era muy joven y que estaba en una situación en la que la visión en ambos ojos no solo estaba al punto de la ceguera legal, sino que también había superado el punto de funcionamiento de la visión”, declaró Vagaggini, un residente de oftalmología en New York Eye Infirmary en Mount Sinai.
“La segunda cosa que fue interesante fue tener la intuición de qué lo estaba causando. Por lo general, no vemos cataratas que aumenten en los pacientes”.
Riollano no tenía antecedentes familiares de cataratas, ni ninguna condición genética que las causara.
“La otra cosa que me vino a la mente al ver esas cataratas en el examen es que podrían ser diabetes”, dijo Vagaggini a TODAY. “Al mirar sus cataratas y ver cuán hidratadas parecían y luego los síntomas de retención de líquidos, me recordó a una catarata diabética”.
Antes de decidir cómo tratar las cataratas, Vagaggini usó una prueba de punción en el dedo de Riollano para conocer sus niveles de glucosa en la sangre. Su nivel de azúcar era de 465 mg, mucho más alto que los niveles normales de azúcar en la sangre, que son de 200 mg o menos, según informan los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés).
“Su glucosa estaba por las nubes, confirmando nuestra sospecha”, dijo Vagaggini. “Ese punto tan cercano podría ser peligroso para la vida de alguien”.
Riollano se sorprendió. Aunque su madre tiene diabetes tipo 2, en realidad no notó ningún síntoma. Tenía más sed y orinaba con más frecuencia, pero pensó que tenía una infección en las vías urinarias. Había estado tan activo como de costumbre.
“Me sentía culpable porque nunca fui al médico porque nunca me enfermé”, dijo Luis. “Cuando mi visión comenzó a desaparecer luego descubrí que eran cataratas y luego tuve diabetes… fue muy duro”.

A medida que la visión de Riollano empeoró, comenzó a experimentar ataques de pánico. Vivía en el tercer piso y con frecuencia se caía por las escaleras y luchaba para realizar incluso las tareas diarias, como cepillarse los dientes.
“No podía hacer nada y estaba solo”, dijo.
Luis necesitaba controlar su nivel de azúcar en la sangre antes de la cirugía para extirparle las cataratas. De septiembre a diciembre tomó insulina para bajar su nivel de glucosa en la sangre. También cambió su dieta. Eso le ayudó y pudo programar una cita para uno de sus ojos.
Los retos de la cirugía de cataratas
Los médicos esperaban que la cirugía restauraría parte de su vista, pero no estaban completamente seguros de lo que lograrían. Las cataratas eran tan grandes que no podían ver más allá de ellas. Era posible que algo más que las cataratas afectaran su vista.
“El punto número uno era tratar de recuperar la mayor parte de la visión con la advertencia en ese momento de que no sabíamos qué más sucedía en la parte posterior del ojo”, dijo Vagaggini. “No teníamos vista”.
Cuando comenzó la cirugía, los médicos notaron que la bolsa capsular de Riollano, la delgada membrana que rodea el lente, estaba muy delicada debido a la presión de la catarata. Abrirlo para reemplazarla presentó un desafío.
“Vimos que la bolsa intentaba dividirse por la mitad, lo que siempre es muy preocupante”, explicó Vagaggini. “Toda la cirugía consistió en manejar esa catarata bajo presión y extirparla manteniendo el resto de la anatomía de la parte frontal del ojo. Y lo logramos”.
La siguiente complicación llegó al seleccionar el lente correcto. En la cirugía de cataratas, los médicos extraen el lente viejo y lo reemplazan por uno nuevo.
“Tienes que calcular qué tipo de lente vas a poner en el ojo. Puedes tener una cirugía técnicamente perfecta, pero si colocas una lente dentro del ojo que tiene el poder equivocado, lo arruinará todo”, dijo el doctor. “Es inmensamente difícil calcular debido a la falta de claridad en la parte posterior del ojo”.

Eligieron el lente correcto y la visión de Luis en un ojo fue restaurada.
Recuperándose de la cirugía
Tener su diabetes controlada y su visión tratada ha mejorado la calidad de vida de Riollano. Aunque ver con un ojo se sentía difícil.
“Fue raro. Sentí como si tuviera una cortina en el frente de mi ojo”, dijo Luis. “Ver con un ojo es mucho mejor que no poder ver nada. Fue difícil porque perdí la coordinación mano-ojo”.
Hace unas tres semanas se sometió a una cirugía de la catarata restante. Aunque las complicaciones fueron las mismas, el resultado fue igual de bueno.
“Estamos muy felices”, dijo el doctor. “Ahora también tiene 20/20 en el otro ojo”.
Riollano también notó que tenía más energía después de que su nivel de azúcar en la sangre estuvo controlado.
“Me acostumbré a sentir los síntomas de la diabetes”, dijo. “Noté una gran diferencia. Ahora me siento con más energía”.
Desde que se sometió a la cirugía en el otro ojo, se siente como en “un mundo completamente nuevo”.
“En realidad veo mucho mejor que antes”, dijo. “Ahora puedo ver sin anteojos”.
Aunque está agradecido por su tratamiento exitoso, espera que su historia aliente a otros a visitar regularmente a sus médicos, incluso si no se sienten enfermos.
“No sabía que tenía diabetes”, dijo. “Nunca sabes cuándo será demasiado tarde cuando finalmente vas al médico”.
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