Por A. Pawlowski — TODAY
Una mujer de Florida se está recuperando después de que una mantarraya le atravesara la espalda y llegara a una pulgada de su pulmón con una de sus púas.
Kristie Cataffo-O’Brien tuvo que someterse a una cirugía para extirpar el aguijón, pasó una semana en el hospital y todavía le resulta increíblemente doloroso mover su brazo derecho.

La enfermera dice que el pasado 22 de agosto, Kristie acababa de adentrarse en aguas poco profundas de Tampa Bay en Ruskin, Florida, se hincó e inclinó la cabeza hacia atrás para mojarse el cabello cuando inmediatamente sintió que algo le picaba y experimentó un dolor intenso.
“Estaba súper afilado”, le dice a TODAY.com Cataffo-O’Brien, de 38 años, que vive en Apollo Beach, Florida. “Pensé que me había picado una medusa… Cuando me levanté, fue cuando (mi esposo) vio que la raya estaba encima de mí. Estaba en mi espalda”.
Las mantarrayas tienen un veneno “complejo”
Las mantarrayas son tímidas y gentiles, pero tienen colas largas y delgadas equipadas con hasta tres espinas venenosas y con púas, que usan en defensa propia cuando se sienten amenazadas, a menudo cuando las pisan sin querer, según la National Capital Poison Center.
Además de perforar la carne, el aguijón también libera un “veneno complejo”, que provoca un dolor intenso, añade el centro. Las complicaciones incluyen infección y sangrado grave.

Steve Irwin, la personalidad televisiva conocida como el Cazador de cocodrilos, murió en 2006 cuando una raya con la que nadaba le atravesó el corazón con su espina venenosa.
La muerte por la púa de una mantarraya es extremadamente rara, pero puede ocurrir si la herida punzante está en el pecho, el estómago o el cuello, señala el National Capital Poison Center.
Le perforó la parte superior de la espalda con dos púas
Cataffo-O’Brien no cree que haya pisado a la criatura, pero cree que estaba descansando detrás de ella y se sobresaltó. En Florida, a los bañistas que se sumergen en el agua se les recomienda hacer el “movimiento de las mantarrayas” (o deslizar los pies por el fondo) para que las mantarrayas, que a menudo se entierran en la arena, sientan las vibraciones y se alejen.
Kristie, que vive en Florida desde que tenía 4 años, dice que nunca antes se había topado con una raya y que, por lo general, solo se sumergía en las aguas del golfo, no en la bahía.
La mantarraya que le atravesó la espalda tenía aproximadamente 4 pies de ancho y todavía estaba viva y pegada a ella hasta que llegaron los socorristas y la cortaron. Ella dice que superó la terrible experiencia entrando en “un estado meditativo”.

“Hago yoga y medito casi todos los días y simplemente llevas tu mente a un lugar seguro”, dice Cataffo-O’Brien. “Afortunadamente, mi esposo me mantuvo súper, súper quieta, estuvo hablando conmigo y me mantuvo tranquila todo el tiempo”.
Simplemente llevas tu mente a un lugar seguro"
Cataffo-O’Brien
La mantarraya atravesó el músculo de la parte superior de su espalda con dos púas, escribió su esposo, Thomas O’Brien, en una página de GoFundMe donde está recaudando dinero para ayudar con las facturas médicas.
Como las púas estaban tan cerca de la columna de Cataffo-O’Brien, se le realizó una tomografía computarizada en el primer hospital al que la llevaron. Mostró que una de las púas estaba a 3 centímetros, o aproximadamente 1 pulgada, de su pulmón derecho. Luego la trasladaron a un hospital de traumatología, donde los cirujanos le quitaron las púas mientras estaba bajo anestesia general.
Si la púa realmente le hubiera perforado el pulmón, Cataffo-O’Brien probablemente todavía estaría en el hospital, dice, y agrega que su pulmón podría haberse colapsado y no habría podido respirar.
Una larga recuperación
Cataffo-O’Brien pasó una semana en el hospital y recibió antibióticos por vía intravenosa durante su estancia. Ahora está en casa, pero todavía lucha contra el dolor en el brazo derecho, que podría ser causado por el veneno o el impacto de la púa que desgarra los músculos, los tejidos y las terminaciones nerviosas.
Recibirá terapia ocupacional y física para tratar de recuperar algo de movilidad en su brazo, pero la terrible experiencia le ha pasado factura.
“Física y mentalmente, ha sido mucho. Soy enfermera, así que estoy acostumbrada a cuidar a otras personas, por lo que me resulta increíblemente difícil dejar que la gente me cuide y pedir ayuda”, dice Cataffo-O’Brien.
“(Mi esposo) todavía está bastante conmocionado. Es oficial, por lo que está acostumbrado a ser el primero en responder y el primero en llegar a la escena. Pero ha sido difícil para él verme luchar y sufrir”.
Aun así, no tiene miedo de volver a la playa una vez que sus heridas sanen: “He vivido en Florida durante 35 años y seguiré volviendo al agua”, añade.
Si quieres leer la nota en su versión original en inglés ve aquí.