Por Christine Spadafor y A. Pawlowski — TODAY
Cuando Christine Spadafor comenzó a experimentar extraños y aterradores síntomas, los médicos descartaron sus inquietudes. Ella dice que le tomó un año y medio abogar por sí misma y presionar para que se hicieran pruebas y finalmente encontrar la causa de sus problemas de salud: un tumor del tamaño de un huevo en su cerebro.
Christine, de 67 años, es una consultora de gestión que vive en Cambridge, Massachussetts, y comparte su historia con TODAY.com:
Nunca tuve dolor de cabeza ni convulsiones, que son dos síntomas típicos de un tumor cerebral.
Mi primer síntoma fue tener olores fantasma. Generalmente cuando despertaba en las mañanas, estaba oliendo cosas que no estaban allí, como el tubo de escape de un restaurante o un bistec frito. No vivo cerca de un restaurante, así que sabía que algo andaba mal.

Soy una exenfermera de la unidad de cuidados intensivos (UCI) y después de investigar un poco, descubrí que las alucinaciones olfativas son un síntoma neurológico clásico que puede ser causado por una condición de los senos paranasales, la enfermedad de Alzheimer o un tumor cerebral.
Fui a mi médico de cabecera y durante el transcurso de 2017, la visité regularmente porque las alucinaciones olfativas continuaron con frecuencia, duración e intensidad. Su receta fue: usa spray nasal. Pensé: “Eso es razonable, comenzaré por ahí”. Cuando el spray no funcionó al paso de los meses, ella dijo: “Úsalo más”.
A medida que los síntomas avanzaban, le pedí que ordenara una resonancia magnética. Dije: “Hay algo malo en mi cabeza. Cuando me acuesto, siento como si hubiera un ladrillo presionando mi frente”. Como respuesta ella dijo despectivamente: “No tienes un tumor cerebral” y se negó a escribir la orden para la resonancia magnética.
“Temía quedarme ciega”
Durante este tiempo, mi madre murió. Me pregunté: “¿Estaba teniendo estos síntomas porque estaba sufriendo su perdida?”. Pero esa pregunta fue respondida en muy poco tiempo cuando apareció un nuevo síntoma: sentí como si mi ojo derecho estuviera en llamas y fuera a salirse de mi cabeza. El dolor era tan intenso que temía quedarme ciega.
Nunca volví a ver a mi médico de cabecera. Había descartado brevemente todos los síntomas neurológicos clásicos durante más de un año. Estaba tan harta de todo este gaslighting médico (término usado para describir cuando un médico ignora tus síntomas).
Fui a un oftalmólogo y le dije: “Siento como si fuera a explotar mi ojo y hay algo en mi cabeza”. Y él dijo: “Tienes sequedad ocular, así que usa gotas cuatro veces al día”. Fui ignorada de nuevo.
Busqué a un otorrinolaringólogo para que me hiciera una evaluación de los senos paranasales, pero todo estaba claro, así que me sugirió que viera a un neurólogo. Cuando vi al primer neurólogo que estuvo disponible para solicitar una resonancia magnética de mi cabeza, su respuesta fue la misma que la de mi médico de cabecera. Él dijo: “No tienes un tumor cerebral”.
Pero finalmente escribió la orden. Dos días después de la resonancia magnética estaba sentada en el salón cortándome el cabello cuando suena mi celular y era el neurólogo. Él exclamó: “Tenías razón, tienes un tumor cerebral”.
La resonancia magnética mostró que era del tamaño de un huevo y estaba ubicado en el lóbulo frontal, donde vive la función ejecutiva. El tumor creció tanto que comenzó a incidir sobre mi ojo.
70 visitas médicas
Casi un año y medio después de mi primera visita al médico, finalmente obtuve un diagnóstico definitivo. Mi primer pensamiento fue: “¿Me voy a morir? ¿Podré volver a trabajar alguna vez?”.
Me sometí a una cirugía cerebral el 10 de abril de 2018. El tumor resultó ser un meningioma benigno.
Ahora celebro dos cumpleaños cada año: el 10 de abril y mi cumpleaños real.

Pero hubo complicaciones oculares y de recuperación. El tumor había estado presionando la parte posterior de mi ojo durante tanto tiempo que cuando se eliminó esa presión, la retina en la parte posterior de mi ojo derecho se despegó como si fuera papel.
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Desde entonces, he tenido cinco cirugías y procedimientos oculares. En total, he tenido unas 70 visitas médicas desde que tuve los primeros síntomas.
Después de la cirugía cerebral, dormí 22 horas al día durante dos semanas. Cuando pude levantarme y moverme, entré a la cocina y no recordaba cómo hacer pan tostado y café. Eso me aterrorizó, pero me negué a ceder ante eso.
Hice rompecabezas y crucigramas, todo lo que pude para desafiar mi cerebro. También me inscribí en un programa de rehabilitación cerebral.
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Me tomó cuatro años recuperar toda mi función ejecutiva. La visión en mi ojo derecho nunca volverá a ser la misma, pero mi cerebro está completamente de vuelta y estoy muy agradecida.
No aceptaría un no por respuesta cuando estaba siendo ignorada. Tenía que ser mi propia defensora médica, y es agotador.
Mucha gente se siente intimidada por sus médicos. No quieren desafiarlos o creen que no saben lo suficiente para desafiarlos, particularmente las mujeres. Espero que esta historia pueda ayudar a otras mujeres a no darse por vencidas cuando estés demasiado cansada para seguir luchando por ti misma. Pero debes seguir persistiendo, es tu salud.
Esta entrevista fue editada y resumida para mayor claridad.
Si quieres leer la nota en su versión original en inglés ve aquí.