El cambio climático ha obligado a varios agricultores bolivianos de papa a combinar los saberes de sus abuelos con conocimientos relacionados con “prácticas climáticamente inteligentes” para además rescatar las variedades nativas del tubérculo que tienen capacidad de adaptación al frío y la sequía.
El cambio climático “ha afectado significativamente a la producción de la papa (…) la producción no ha sido muy buena, inclusive nos ha afectado en la economía ya que los precios de la papa bajaron”, contó Leonel Mejía, un joven agricultor de 14 años.
Mejía, que se dedica a la agricultura desde sus 11 años, es conocido en el municipio de Patacamaya, en el altiplano del departamento de La Paz, por el conocimiento que desarrolló durante la pandemia sobre las variedades nativas de papas y las propiedades que tienen.
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“Con la pandemia estamos revalorizando las papas nativas”, mencionó mientras detalló las cualidades de los tubérculos que sirven para hacer harina, acompañar ensaladas, aquellas para cocinarlas dentro de la tierra o las que son de tipo “gourmet”.
La papa nueva brota entre marzo y abril, la cosecha se hace en mayo para que luego entren otros cultivos como la cebada y la quinua y que luego de eso “la tierra debe descansar por cinco años”, según el método ancestral de la “aynuqa” que se aplica en su comunidad y que determina la rotación de parcelas.
La labor “inteligente” en los cultivos de papas implica también el uso de semillas mejoradas, de semillas nativas con los elementos orgánicos de producción.
(Con información de EFE)
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