En el México prehispánico existieron las mujeres llamadas ‘ahuianime’, que tenían la libertad de poder usar su rostro y su cuerpo para ofrecer placer a los hombres, aunque con el paso del tiempo cargaron con un estigma, según investigaciones. Estas ‘ahuianime’ eran consideradas sagradas, pues estarían educadas para participar en algunos rituales, además de ser acompañantes de los guerreros más importantes.
“Se distinguían por pintar su cuerpo de amarillo y los dientes de rojo. Participaban en fiestas y acompañaban a los guerreros más valientes, ellos eran los únicos que podían tocarlas. Eran muy respetadas en la sociedad prehispánica y tenían la posibilidad, llegando a su edad adulta, de casarse con los guerreros que habían acompañado”, según lo interpretó el historiador Fray Bernardino de Sahagún en el Códice Florentino.
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Las seductoras del mundo prehispánico habrían sido vanidosas, se adornaban en exceso, perfumaban su cuerpo y habrían preferido llevar el pelo suelto, característica contraria a las demás mujeres mexicas que usaban trenzas alrededor de la cabeza, según una antropóloga de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Las ‘ahuianime’ tenían como misión compartir su carácter espiritual, festivo y alegre con los guerreros, aunque se les estigmatizó como prostitutas, práctica que no estaba ligada a la explotación de la mujer. Los expertos explican que se creía que los dioses ‘Xochiquetzal’, ‘Xochipili’ y ‘Cihuacoatl’ les habrían proporcionaron un don, aunque en un nivel moral y social se les repudiaba y consideraba indecentes.
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