Pregunte a cualquiera con la suficiente edad para recordar cómo se viajaba antes del 11 de septiembre de 2001 y seguramente obtendrá un recuento de lo que era volar sin obstáculos. Había un control de seguridad, pero no era ni de lejos tan intrusivo.
No había largas filas de control. Los pasajeros y sus familiares podían caminar juntos hasta la puerta de embarque y posponer los abrazos de despedida hasta el último momento posible. En general, una experiencia en el aeropuerto significaba mucho menos estrés.
Todo eso terminó cuando cuatro aviones secuestrados fueron estrellados contra las torres del World Trade Center, el Pentágono y un campo en Pensilvania.
Las medidas de seguridad evolucionaron con las nuevas amenazas, por lo que se pidió a los viajeros que se quitaran los cinturones y sacaran algunos artículos de las maletas para escanearlos.
Cada requisito nuevo parecía alargar las filas de los puestos de control, lo que obligaba a los pasajeros a llegar más temprano al aeropuerto si querían realizar sus vuelos. Para muchos viajeros, otras reglas eran más desconcertantes, como los límites de líquidos porque algunos podrían utilizarse posiblemente para elaborar una bomba.
Y aunque el aparato de seguridad aeroportuaria global posterior al 11 de septiembre ha crecido a proporciones que algunos consideran irrazonables, nunca neutralizará todas las amenazas, ni siquiera podrá hacer cumplir las reglas que ha escrito.
(Con información de AP)
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