Estaba parada debajo de un árbol afuera de mi lugar de trabajo. Tenía mi teléfono presionado con fuerza contra mi oído mientras el médico en la línea me dijo que tenía cáncer. Cáncer de mama. Yo tenía 35 años. Mientras hablaba de que la mastectomía era la única opción, había una presentación de diapositivas de mis tres hijos pequeños que comenzó a reproducirse en la cabeza.
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Estaba mi hijo menor, de apenas un año y medio, riendo, bailando y estirando sus brazos hacia mí. Luego, una imagen de mi hermosa hija mediana, una niña de seis años de edad, que me quiere mucho y busca mi aprobación y consejo constantemente. Luego mi hija mayor, de 10 años, con autismo, llena de vida, pero igualmente desafiante. De repente, con una llamada telefónica, la pregunta de mi mortalidad me dio una bofetada. ¿Cómo sobreviviría mi familia sin mí?
Pero esta historia no trata sobre el cáncer, sino sobre la bondad frente al cáncer.
Mi primer recuerdo de bondad después de que me diagnosticaron fue durante la visita a todo el equipo de cirugía oncológica. Mi esposo y yo decidimos llevar a nuestras hijas porque ya las habíamos dejado con la familia durante varios días mientras completaba las muchas visitas de diagnóstico. Lamentamos esa decisión bastante rápido. No queríamos que las chicas escucharan la conversación con el médico, por lo que mi esposo tuvo que esperar afuera de la sala de examen con ellas, cuando realmente quería estar conmigo en cada paso del camino.
Foto: Lisa Peña/Today.com
Después de múltiples mamografías, biopsias, ecografías, exámenes de ganglios linfáticos, análisis de sangre, pruebas genéticas, etcétera, la cirujana de oncología estaba lista para darme los detalles. Ella entró y me estrechó la mano y se sentó. Me miró directamente y me dijo: "Está bien. Antes de empezar quiero saber algo. ¿Cuántos años tiene tu hijo más pequeño? No estaba segura de a dónde se dirigía con esa pregunta, pero la desafié con una sonrisa y mi voz tembló cuando dije: "Mi bebé es de un año y medio". Ella sonrió y dijo: "Solo debes saber que vas a reunirte y abrazar y mimar a tus bebés". Amabilidad.
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Cuando comencé a llamar a la familia y amigos con las noticias, supe que cuanto más fuerte fuera yo, más fuerte sería el resto. Muchos de ellos veían a través de mí. Durante semanas antes de la cirugía, mi teléfono estaba lleno de memes, mensajes de texto alentadores, videos divertidos, escrituras y registros. Es cierto que encuentras a tu gente, a tu gente verdadera cuando el mundo se te está estrellando. Amabilidad.
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En el trabajo me inscribí en un programa de transferencia de licencias para voluntarios, que es un sistema que los empleados pueden usar para donar horas a un compañero de trabajo para sus emergencias médicas o familiares. Terminé pagando todas mis seis semanas donadas. Una persona donó dos semanas enteras de sus propias vacaciones anuales. Amabilidad.
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La cirugía fue más grande, más difícil, más emocional de lo que podría haber imaginado. Opté por una mastectomía bilateral porque quería vivir mi vida con mi familia sin preocupaciones y en mi mejor estado de salud con la menor posibilidad de recaer. Habría hecho cualquier cosa que hubiera disminuido esa posibilidad. Cualquier cosa. Los necesito y ellos me necesitan. Elegí la primera fecha de cirugía disponible y no derramé una sola lágrima antes de ese día.
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Cuando me desperté en recuperación, la realidad de todo lo que sucedió en las últimas seis semanas me golpeó a mí, a mi esposo y a mis padres. Mi esposo estuvo en la sala de espera por siete horas. Él nunca se fue. Apenas comía. Tomó decisiones importantes mientras estaba bajo anestesia porque encontraron más cáncer del que esperaban. Vi su cara cuando el cirujano me quitó las vendas por primera vez. Yo sabía que era malo. Cuando describieron las heridas en voz alta, me puse un poco mal del estómago y no pude mirar hacia abajo. Mientras conducíamos a casa al día siguiente, lo miré y le dije: "Es malo, ¿no? Sé que tiene que ser malo". Tomó mi mano y dijo: "Hay belleza en lo que hiciste: la decisión que tomaste por nosotros". Amabilidad.
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Mi suegra vivió en mi casa durante tres semanas y bañó, alimentó, lavó la ropa, cocinó, se encargó de mis deberes e hizo todo por mis tres hijos. Mi suegro me ayudó llevando y recogiendo a mis hijos de la escuela y con los desayunos por la mañana. Amabilidad.
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La mayoría de las personas que me conocen saben que parte de mi mensaje es distinguir entre lo agradable y lo amable. La definición de agradable es placentero, encantador, y un sinónimo es delicado. La amabilidad se define como generosidad, consideración, ser servicial, no causar daño o lastimar. Ser agradable es superficial, y para ser franca, la mayoría de las veces es falso y forzado. Ser amable es mucho más profundo, sincero y, lo que es más importante, implica acción.
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En lugar de ser agradable, cuidadoso y cauteloso con cómo puedes ser recibido, sé amable, valiente y audaz para mostrar amor y deja que tu corazón te lleve a la acción sin dudar. Abraza y llora con alguien a quien solo has conocido durante 10 minutos. Envía regalos que tú amarías y desearías sin temor a ofender o sobrepasar. Sé amable con su elección de palabras porque no tienes idea de lo impactantes que pueden ser para alguien.
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La vida puede ser tan bella en medio de un dolor intenso, porque algunas personas son lo suficientemente valientes como para ser amables contigo cuando tu sufrimiento es más profundo. Como madre, he trabajado muy duro para mostrar a mis hijos cómo dar bondad a los demás. Esta vez pudieron ver de primera mano lo que es recibir amabilidad de los demás, cuando su mamá contrajo cáncer. Seamos amables el uno con el otro hoy.
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