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Las madres no deben decir que odiaron estar embarazadas, pero es algo real | Today

Una madre habla de la difícil experiencia que es el embarazo y que muchas mujeres no admiten por el temor a ser juzgadas como malas madres.

Odiaba estar embarazada. Sé que no debo decir eso, porque llevar un bebé es un regalo precioso que anhelan muchas mujeres. Pero lo hice. Las dos veces que estuve embarazada.

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Odiaba lo enferma que me sentía de sol a sol. Los medicamentos contra las nauseas fueron mis mejores amigos. Sabiendo que no podía salir de la cama todos los días sin mis medicamentos, mi esposo se arriesgó, esperando que el seguro se lo reembolsara, y pagó los 400 dólares por el suministro de otros meses. No le reembolsaron el dinero, pero hasta el día de hoy, me mantengo firme en la decisión de que habría tomado una segunda hipoteca solo para pagar mis medicamentos. Fueron una bendición.

Foto: Getty Images

Odiaba el aumento de peso. No me habría molestado tanto si hubiera estado embarazada de 9 meses desde el principio; pero esa ganancia lenta de peso, que hizo a la gente pensar que estaba embarazada o estaba comiendo enormes cantidades de comida, fue un verdadero asesino de mi autoestima.

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Odiaba estar siempre acalorada. En lo más duro del invierno, el hielo congelando el jardín, y yo sudando como un pecador en la iglesia. ¿Por qué las marcas de ropa de maternidad venden suéteres? ¡Pensé que estaban de nuestro lado! Debería haber una señal de advertencia en la etiqueta del suéter que diga: "Probablemente se sobrecalentará con las hormonas adicionales al usar esto, así que compre bajo su propio riesgo".

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Odiaba nunca poder encontrar una posición cómoda. En el auto, en el sofá, en la cama. Luché por encontrar formas de relajarme que también me permitieran respirar, y no sentir algún tipo de tirón o dolor en mi cuerpo, porque permítanme decirles, todo duele cuando estás embarazada.

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Odiaba no poder comer sushi, o ensaladas reales, o queso azul, porque eran las tres cosas que más ansiaba (aunque puede que haya cedido a ese último antojo una o dos veces). Rollos de atún picantes, bañados en aderezo, rematados con queso azul fue un combo de comida con el que me hubiera consolado durante la agonía del embarazo.

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Odiaba lo abrumadoramente agotada que me sentía después de hacer algo tan simple como ponerme los zapatos. Cocinar para un bebé en tu vientre es un trabajo duro. No estaba preparada para lo difícil que sería. Aunque no odié todas esas siestas de la tarde.

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Sobre todo, odiaba la espera. No había nada que quisiera más que sostener a mis dulces bebés en mis brazos. El embarazo es como una eternidad para una madre que solo quiere agarrar a ese pequeño bebé y amarlo con cada fibra de su ser. Deseaba oler sus dulces cabezas de bebé y su pequeño y precioso aliento de leche. Quería contar sus pequeños dedos de pies y manos, y cantar canciones de cuna en sus pequeñas orejas. Odiaba estar embarazada, es cierto. Pero nunca he odiado ser madre. Qué dulce recompensa fue por 9 meses de miseria.

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