Los Jenízaros no van a permitir que Kosem sea exiliada. Y mucho menos, aceptarán el nuevo ejército que el Sultán quiere conformar con mercenarios de Anatolia y Siria.
La desesperación por el poder aumenta al máximo. La sangre corre en el imperio y nadie lo puede evitar. Kosem debe pagar un alto precio para sobrevivir.