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Venezuela, ¿callejón sin salida?

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Por Carlos Rajo

Luego de más de una semana de manifestaciones y otros actos de protesta contra el gobierno de Venezuela que han dejado cinco muertos, centenares de heridos y decenas de presos, entre ellos el dirigente opositor Leopoldo López, surge la pregunta: ¿cómo salir de este aparente callejón sin salida?

Según el gobierno del presidente Nicolás Maduro, los que protestan son unos “fascistas” que pretenden dar un golpe de estado y acabar con la revolución chavista. En esta óptica no hay nada que negociar con la oposición y lo único que se les recetará es más cárcel, y si es necesario que corra más sangre, pues correrá más sangre.

Según la oposición -dividida como ha sido frecuente-, algunos quieren lo que llaman “la salida”, que es nada menos que la renuncia de Maduro. Otros, que simplemente hayan mejoras en la inseguridad y la situación económica del país, motivos originales de la protesta.

La quinta víctima mortal del enfrentamiento entre oposición y gobierno -más los grupos paramilitares que lo apoyan- fue Génesis Carmona, estudiante universitaria de 22 años y elegida Señorita Turismo 2013 en estado de Carabobo. Carmona recibió un disparo en la cabeza en una de las manifestaciones opositoras del martes y murió en un hospital ayer miércoles.  

Ahí mismo en Carabobo, un día antes, el gobernador del estado Francisco Ameliach había llamado a un grupo de esas unidades paramilitares (Unidades de Batallas Bolívar-Chávez) para lo que denominó “el contraataque fulminante” contra los “fascistas”.

No es posible establecer una relación directa entre la muerte de la estudiante y reina de belleza y el dicho del gobernador. Pero lo que es si es cierto es que el lenguaje utilizado por Maduro y otros líderes chavistas no sólo es tendencioso e irresponsable, sino que cae como leña al fuego en la hoguera de la intolerancia que hoy se vive en el país sudamericano (es larga la discusión sobre la definición de ‘fascismo’, término originalmente utilizado en la Italia de Benito Mussolini, pero que en general se aplica a un régimen o gobierno autoritario que reprime a su población).

A no ser que el gobierno venezolano pretenda reprimir la protesta opositora -se habla del modelo de Irán, donde en 2009 se echó mano de las fuerzas paramilitares para callar las protestas de la oposición que reclamaba que le habían robado la elección- lo que se impone es el diálogo y la negociación. 

Incluso, como lo ha sugerido Heinz Dietrich, el conocido sociólogo de origen alemán y ex asesor de Hugo Chávez, urge la formación de un gobierno de “Salvación Nacional” como último recurso para evitar algo más grave como una guerra civil. El gobierno está obligado a garantizar el derecho a la protesta pacífica. No es posible que cada opositor o persona que protesta sea tildado de “fascista” y de que es parte de una conspiración para derrocar al régimen de Maduro.

La oposición, por su parte, debe entender que juega con fuego si cree que con las protestas callejeras conseguirá el derrocamiento del gobierno. Es un gobierno que cuenta con el apoyo de los uniformados venezolanos (y de buena parte de la población) y que además tiene un extenso aparato de inteligencia política y seguridad que incluye a muchos asesores cubanos. Un gobierno y una élite política entonces, que no cederá fácil el poder y que está dispuesto a todo para conservarlo.

Lo que ha sucedido en Ucrania debería de servir de lección a los venezolanos. Una protesta que puede durar meses en cualquier momento se sale de control. Bien sea porque alguien dio una orden equivocada, porque un grupo de manifestantes se extendió en su protesta, en fin por cualquier detalle menor, de pronto hay violencia, pánico y decenas de muertos.

Para el gobierno y sus aliados no será fácil aceptar la negociación. Como dice el cantante y compositor panameño Rubén Blades en una carta abierta que escribió a los venezolanos, en la óptica de los chavistas si alguien está en favor de la oposición es “un burgués parásito, agente de la CIA, vendido al Imperio”.

Para la oposición tampoco será fácil aceptar la legitimidad de Maduro y su gobierno. Como también señala Blades, los opositores ven a cualquiera que apoya al gobierno como “un comunista, maleante, vendido a Cuba y a los Castro”.

El hecho de que en esta ocasión haya muertos, de que haya un prominente líder opositor en la cárcel, e incluso el que no esté más Chávez (nadie con su instinto político para sortear una situación de apremio como la actual) y el que la comunidad internacional poco a poco le pone más atención a lo que sucede en Venezuela -el Presidente Obama llamó al diálogo y por la liberación de los detenidos-, hace pensar que esta protesta es diferente. Ni se terminará ella sola por desgaste o agotamiento como creen algunos chavistas y tampoco queda claro que el gobierno pueda manejar las consecuencias de una brutal represión. 

La salida al callejón sin salida entonces, debería pasar por el diálogo y la negociación.