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Un estudio revela que perder peso, aunque se vuelva a engordar, es bueno para el corazón a largo plazo

El estudio reveló que los factores de riesgo de cardiopatías y diabetes de tipo 2 disminuyen en las personas que adelgazan, y el riesgo de contraer estas enfermedades es más bajo durante años aunque engorden de nuevo.

Por Linda Carroll - NBC News

Perder peso -aunque se recuperen algunos kilos- puede ayudar al corazón a largo plazo, según un estudio publicado el martes en la revista Circulation: Cardiovascular Quality and Outcomes.

Estos hallazgos pueden ser una buena noticia para quienes tienen dificultades para mantener el peso y temen los riesgos asociados a la recuperación.

En el nuevo estudio, los investigadores analizaron los datos de 124 ensayos clínicos con un total de más de 50,000 participantes. Descubrieron que los factores de riesgo de cardiopatías y diabetes de tipo 2 disminuían en las personas que adelgazaban mediante programas conductuales intensivos. La disminución del riesgo persistió durante años después de finalizar los programas, incluso si se recuperaba parte del peso perdido, pero no todo.

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“Durante todo el tiempo en que el peso es menor de lo que habría sido de otro modo, los factores de riesgo de enfermedad cardiaca son menores de lo que habrían sido”, explicó en un correo electrónico Susan Jebb, coautora del estudio y profesora de dieta y salud de la población en la Universidad de Oxford, Reino Unido.  

En EE.UU., 2 de cada 5 adultos son obesos, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés), y las cardiopatías son la primera causa de muerte, con 697,000 fallecimientos en 2020.

El nuevo análisis incluyó ensayos que analizaron el impacto de los programas conductuales de control del peso -aquellos que proporcionaban, por ejemplo, asesoramiento, entrenamiento y educación- sobre los factores de riesgo de cardiopatías y que tenían periodos de seguimiento de al menos un año. La mediana de seguimiento de los ensayos fue de 28 meses.

Los estudios incluidos compararon a las personas que participaron en estos programas intensivos de pérdida de peso con las que siguieron programas menos intensivos o no siguieron ningún programa. Los estudios del análisis incluían intervenciones dietéticas o de ejercicio, o ambas, sustitución parcial o total de comidas, ayuno intermitente o incentivos económicos supeditados a la pérdida de peso.

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Los investigadores descubrieron que la pérdida media de peso en los estudios incluidos fue de 2.5 a 4.5 kilos, mientras que la recuperación media de peso fue de 2.5 a 3.5 kilos al año. La edad media de los participantes al inicio del estudio era de 51 años y su índice de masa corporal medio era de 33, lo que significa que eran obesos.

En comparación con los grupos de control, los participantes en los programas intensivos mejoraron en varios factores de riesgo de enfermedades cardiacas:

La presión arterial sistólica, de media, era 1.5 puntos inferior un año después y aún 0.4 puntos inferior cinco años más tarde. La presión sistólica es la cifra superior de una lectura de la tensión arterial.

La HbA1c, un indicador del nivel de azúcar en sangre de una persona durante los tres meses anteriores, disminuyó con la pérdida de peso y, aunque empezó a aumentar de nuevo con la recuperación de peso, seguía siendo mejor en comparación con el grupo de control al año y a los cinco años de finalizar los estudios.

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La relación entre el colesterol total y el colesterol HDL, un indicador de los niveles de colesterol LDL, mejoró con la pérdida de peso, aunque esas mejoras fueron menores a medida que las personas recuperaban peso.

Jebb reconoció que las mejoras con la pérdida de peso empiezan a revertirse a medida que la persona vuelve a engordar, pero “al menos se ha reducido la carga metabólica del organismo durante un periodo de tiempo”, y añadió: “Eso puede ser suficiente para retrasar la aparición de la diabetes, por ejemplo, lo que tiene un gran beneficio para el corazón”.

Los resultados generales sugirieron que también se redujo el riesgo de desarrollar diabetes o sufrir un infarto de miocardio, pero hay menos información al respecto, “porque la mayoría de los ensayos no realizan un seguimiento prolongado”, señaló Jebb.

Un subconjunto de los estudios que sí analizaron el riesgo de ser diagnosticado de cardiopatía o diabetes de tipo 2 hallaron que las personas que participaban en programas intensivos tenían un riesgo menor en comparación con las de los grupos de control. Y el riesgo seguía siendo menor incluso después de aumentar de peso.

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El doctor Sean Heffron, cardiólogo preventivo y profesor asistente de medicina en NYU Langone y el Centro de Prevención de Enfermedades Cardiovasculares de NYU, estuvo de acuerdo en que lo que aún se necesita es información sobre el impacto a largo plazo en “los resultados que realmente nos importan: ataque cardiaco, accidente cerebrovascular y muerte.”

“Las personas de este estudio eran relativamente jóvenes, y la gente tarda mucho tiempo en morir” de enfermedad cardiaca, señaló.

Aun así, los resultados “respaldan lo que vemos clínicamente con varios factores de riesgo cardiovascular”, dijo Heffron, que no participó en la nueva investigación. “Responden bastante bien a la pérdida de peso, incluso cuando las cantidades no son grandes”, agregó.

El doctor Matthew Tomey, cardiólogo intervencionista y profesor adjunto de medicina y cardiología de la Facultad de Medicina Icahn del Monte Sinaí de Nueva York, comparó los episodios de pérdida de peso con el dinero que entra en una cuenta bancaria.

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La pérdida de peso en cualquier momento de la vida conlleva ganancias gracias a la mejora de los factores de riesgo, y eso “es una inversión en promoción de la salud de la que se pueden obtener recompensas”, dijo Tomey, que no participó en la investigación. “La realidad es que puede ser muy difícil alcanzar y mantener un peso corporal objetivo. Eso no significa que haya que abandonar la búsqueda”, indicó.