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Tres años de la pandemia de COVID-19: “Nos hemos insensibilizado ante el número de muertes diarias”

Desde el 11 de marzo de 2020, el virus ha causado casi 7 millones de muertes a nivel global y sigue cobrando vidas, aunque la mayor parte del mundo haya regresado a la (casi) normalidad.

Por Carla K. Johnson - The Associated Press

En el tercer aniversario de la pandemia de COVID-19, el virus sigue propagándose y el número de muertos se acerca a los 7 millones a nivel global mientras la mayoría de la población ha reanudado su vida normal, gracias a la inmunidad creada por las infecciones y las vacunas.

El virus parece haber llegado para quedarse, así como la constante amenaza de que una variante más peligrosa se propague por el planeta.

“Las nuevas variantes que surjan en cualquier lugar nos ponen en riesgo a todos”, afirma el investigador del virus Thomas Friedrich, de la Universidad de Wisconsin-Madison. “Quizá eso ayude a la gente a comprender lo conectados que estamos”.

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El agotamiento de las fuentes de información ha dificultado el seguimiento de la pandemia. La Universidad Johns Hopkins cerró este viernes su rastreador de casos, que puso en marcha poco después de que el virus apareciera en China y se propagara por todo el mundo.

Este sábado se cumplen tres años desde que la Organización Mundial de la Salud designó el brote como pandemia, el 11 de marzo de 2020. El principal organismo sanitario global afirma que aún no está preparado para decir que la emergencia ha terminado.

Así luce la situación actual, tres años después:

El virus sigue matando

La pandemia continúa matando entre 900 y 1,000 personas al día en todo el mundo y el virus que causa el COVID-19 no ha perdido su fuerza. Se propaga fácilmente de persona a persona a través de gotitas en el aire, matando a algunas víctimas pero dejando que la mayoría se recupere.

“Sea lo que sea lo que el virus está haciendo hoy, sigue intentando encontrar otro camino para ganar”, afirmó el doctor Eric Topol, director del Scripps Research Translational Institute de California.

Una persona es trasladada en camilla al United Memorial Medical Center tras someterse a las pruebas del COVID-19 el jueves 19 de marzo de 2020, en Houston, Texas.
Una persona es trasladada al United Memorial Medical Center tras someterse a las pruebas del COVID-19 el jueves 19 de marzo de 2020, en Houston, Texas.David J. Phillip / AP

Nos hemos insensibilizado ante el número de muertes diarias, asevera Topol, quien considera que la cifra es excesiva. Las hospitalizaciones y muertes diarias en Estados Unidos, aunque son menores que en los peores picos, aún no han descendido a los niveles bajos alcanzados durante el verano de 2021, antes de la oleada provocada por la variante delta.

En cualquier momento, el virus podría cambiar y volverse más transmisible, capaz de eludir el sistema inmunitario o más mortífero, y no estamos preparados, sostiene Topol.

Además la confianza en las agencias de salud pública se ha erosionado, lo que ha fomentado el éxodo de trabajadores sanitarios. La resistencia a las órdenes de permanecer en casa y a los mandatos de vacunación puede ser un legado de la pandemia. “Ojalá nos uniéramos contra el enemigo (el virus) en lugar de unos contra otros”, afirmó.

“Una situación muy distinta a hace tres años”

Hay otra forma de ver las cosas. Los humanos descifraron el código genético del virus y desarrollaron rápidamente vacunas que funcionan extraordinariamente bien. Creamos modelos matemáticos para prepararnos para los peores escenarios y seguimos observando cómo cambia el virus, buscándolo en las aguas residuales.

“La pandemia ha catalizado una ciencia asombrosa”, apuntó Friedrich.

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Los logros se suman a una nueva normalidad en la que el COVID-19 “no necesita estar en el primer plano de la mente de la gente”, comentó Natalie Dean, profesora adjunta de bioestadística de la Universidad de Emory. “Eso, al menos, es una victoria”.

Las variantes actuales de ómicron tienen unas 100 diferencias genéticas con la cepa original del coronavirus, según el doctor Stuart Campbell Ray, experto en enfermedades infecciosas de la Universidad Johns Hopkins. Eso significa que alrededor del 1% del genoma del virus es diferente de su punto de partida.

Muchos de esos cambios lo han hecho más contagioso, pero es probable que lo peor haya pasado debido a la inmunidad de la población.

El mundo se encuentra hoy en “una situación muy distinta a la de hace tres años, cuando la inmunidad existente frente al virus original era nula”, explicó Matthew Binnicker, experto en infecciones víricas de la Clínica Mayo en Rochester, Minnesota.

Esa extrema vulnerabilidad obligó a tomar medidas destinadas a “reducir la curva”. Se cerraron empresas y escuelas, se aplazaron bodas y funerales. Las mascarillas y el “distanciamiento social” dieron paso más tarde a la necesidad de presentar pruebas de vacunación. Ahora, estas precauciones son poco frecuentes.

“No es probable que volvamos a estar como antes, porque hay mucho virus que nuestro sistema inmunitario puede reconocer”, señaló Ray. Nuestra inmunidad debería protegernos “de lo peor de lo que ya vimos antes”.

Ausencia de datos en tiempo real

La Universidad Johns Hopkins realizó el viernes la última actualización de su conteo de casos de coronavirus y su mapa de zonas calientes, con un recuento de más de 6.8 millones de muertes en todo el mundo. Sus fuentes gubernamentales para el recuento en tiempo real han disminuido drásticamente. En Estados Unidos, solo Nueva York, Arkansas y Puerto Rico siguen publicando diariamente cifras de casos y muertes.

“Dependemos en gran medida de los datos públicos y simplemente no existen”, afirmó Beth Blauer, responsable de datos del proyecto.

Pacientes esperan en una zona de tratamiento temporal improvisada en Hong Kong, el viernes 18 de febrero de 2022.
Pacientes esperan en una zona de tratamiento temporal improvisada en Hong Kong, el viernes 18 de febrero de 2022. Kin Cheung / AP

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos siguen recopilando información de estados, hospitales y laboratorios, así como casos, hospitalizaciones, muertes y cepas detectadas del coronavirus. Pero para muchos recuentos, ahora hay menos datos disponibles.

“La gente esperaba recibir de nosotros datos que ya no podremos producir”, dijo la directora de los CDC, la doctora Rochelle Walensky.

A escala internacional, el seguimiento de COVID-19 por parte de la OMS depende de los informes de cada país. Las autoridades sanitarias mundiales han expresado su preocupación porque sus cifras subestiman gravemente lo que está ocurriendo y no tienen una imagen real del brote.

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Desde hace más de un año, los CDC se han alejado de los recuentos de casos y de los resultados de pruebas, debido al aumento de pruebas caseras que no se notifican. La agencia se centra en las hospitalizaciones, de las que se sigue informando diariamente, aunque eso puede cambiar.

Los informes sobre defunciones continúan, aunque cada vez dependen menos de los registros diarios y más de los certificados de defunción, que pueden tardar días o semanas en llegar.

Las autoridades estadounidenses aseguran que se están adaptando a las circunstancias e intentan establecer un sistema de seguimiento similar al que utilizan los CDC para controlar la gripe.

“No sabes quién sobrevivirá

“Ojalá pudiéramos volver a antes del COVID-19”, aseguró Kelly Forrester, de 52 años, de Shakopee, Minnesota, quien perdió a su padre a causa de la enfermedad en mayo de 2020. Ella sobrevivió a un contagio en diciembre y culpa a la desinformación de arruinar una larga amistad. “Lo odio. Realmente lo odio”.

La enfermedad le parece algo del azar. “No sabes quién sobrevivirá, quién tendrá un COVID-19 prolongado o un resfriado leve. Y luego otras personas, acabarán en el hospital muriéndose”.

El padre de Forrester, Virgil Michlitsch, de 80 años, empacador de carne jubilado, repartidor y conserje de una escuela primaria, murió en una residencia de ancianos con su esposa, hijas y nietas velándole fuera del edificio desde sillas de jardín.

No estar junto a su cama “fue lo más duro”, dijo Forrester. Inspirada por los estragos de la pandemia, su hija de 24 años está cursando un máster en salud pública.

“Mi padre habría estado muy orgulloso de ella”, aseguró Forrester. “Me alegro mucho de que creyera en eso, de que quisiera hacerlo y mejorar las condiciones de vida de la gente”.