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¿Le cuesta resistirse comer un dulce o un aperitivo salado? Estos son los motivos

Una nueva encuesta revela que aproximadamente uno de cada ocho adultos mayores de 50 años presenta signos de adicción a la comida. Estos son los síntomas y así puede combatirla.

Por Linda Carroll - NBC News

Comer demasiados dulces o aperitivos salados puede sonar como algo que se deja de hacer con la edad, pero una proporción considerable de adultos mayores de 50 años dicen que no pueden decir que no a los alimentos altamente procesados, según una encuesta publicada el lunes por el Instituto de Política e Innovación Sanitaria de la Universidad de Michigan. 

Aproximadamente 1 de cada 8 adultos mayores de 50 años mostraba signos de adicción a la comida, según la encuesta.

Los investigadores analizaron las respuestas de más de 2,000 adultos de entre 50 y 80 años que completaron la Encuesta Nacional sobre Envejecimiento Saludable de la universidad. Más mujeres que hombres cumplían los criterios de la definición de adicción de la encuesta. Los que dijeron tener sobrepeso, sentirse solos o tener una salud física o mental de regular a mala también tenían más probabilidades que los demás de cumplir los criterios de adicción.

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La encuesta se centró en los alimentos altamente procesados -dulces, alimentos ricos en almidón como el pan blanco, aperitivos salados, alimentos grasos y bebidas azucaradas-, pero también se pidió a los participantes que tuvieran en cuenta cualquier alimento con el que hubieran tenido problemas en los últimos 12 meses.

“La capacidad de estos alimentos para desencadenar los principales signos clásicos de adicción está a la par con lo que observamos con el alcohol y el tabaco en esta población de edad avanzada”, afirma Ashley Gearhardt, profesora asociada del departamento de psicología de la Universidad de Michigan en Ann Arbor. “Creemos que esto también es cierto en poblaciones más jóvenes”.

Gearhardt y su equipo utilizaron preguntas de la Escala de Adicción a la Comida de Yale para medir si los adultos mayores experimentaban indicadores básicos de adicción. Entre los síntomas que la gente marcaba con más frecuencia estaban:

  • Tenía unas ganas tan fuertes de comer ciertos alimentos que no podía pensar en otra cosa (el 24% dijo que esto ocurría una vez a la semana).
  • Intentaba reducir o dejar de comer ciertos alimentos, pero no lo conseguía (el 19% afirma que esto le ocurría de dos a tres veces por semana).
  • Si tenía problemas emocionales por no haber comido ciertos alimentos, los comía (17%, una vez a la semana).
  • Comer la misma cantidad de comida ya no me producía tanto placer como antes (13%, de dos a tres veces por semana).
  • Mis amigos y familiares se preocupaban por lo mucho que comía (12%, una vez al mes).
  • Mi conducta alimentaria me causaba mucha angustia (12%, de dos a tres veces por semana).
  • Tuve problemas importantes en mi vida a causa de la comida y la alimentación (9%, de dos a tres veces por semana).

Gearhardt formó parte del grupo que ideó la Escala de Adicción a los Alimentos de Yale. La escala utiliza los mismos criterios que se emplean para diagnosticar las adicciones a sustancias y los aplica a los alimentos muy procesados.

Gearhardt sospecha que los alimentos ultraprocesados, ricos en grasas, azúcar y sal, aprovechan el sistema de recompensa del cerebro, desencadenando la liberación de dopamina, la misma sustancia química de señalización que hace que la gente sienta placer cuando come lo suficiente, practica sexo o consume ciertas drogas. 

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Otro componente insidioso de estos alimentos, explica, es que las empresas eliminan la fibra y el agua, lo que facilita que la gente consuma grandes cantidades sin sentirse saciada.

“Cuando uno se siente lleno, hay hormonas en el intestino que reducen el sistema dopaminérgico”, añade Gearhardt. “Estos alimentos no parecen señalar saciedad, así que no hay amortiguación del sistema dopaminérgico”.

“La gente se siente realmente en conflicto y lucha con su relación con estos alimentos altamente procesados. Muchos no son conscientes de lo poderosos que son estos alimentos”, señaló Gearhardt.

“El gran tema con los alimentos ultraprocesados es darse cuenta de que una vez que comes uno, es posible que no puedas parar en uno y que necesites seguir comiendo más”, señaló el doctor Vijaya Surampudi, profesor asistente de medicina en el Centro de Nutrición Humana de la UCLA. “La industria alimentaria es realmente inteligente”, afirmó.

Surampudi dijo que dice a sus pacientes que se mantengan alejados de las comidas rápidas y de las cargadas de azúcar añadido y que, en lugar de pan blanco, por ejemplo, elijan productos elaborados con cereales integrales, que les darán sensación de saciedad.

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La doctora Evelyn Attia, catedrática de psiquiatría y directora del Centro de Trastornos Alimentarios del Centro Médico Irving de la Universidad de Columbia, afirmó que es probable que ciertos alimentos actúen sobre los mismos circuitos cerebrales que hacen que una persona se sienta bien cuando consume una sustancia de abuso.

"Es delicado cuando hablamos de los alimentos de forma similar a como pensamos en las sustancias de abuso. No podemos abstenernos totalmente de comer”, señaló Attia.

El gran problema para algunos expertos es que la adicción a la comida, a diferencia de la adicción al juego y los atracones, no tiene una entrada en la guía oficial que utilizan los especialistas para diagnosticar las enfermedades mentales, el DSM-5.

Aunque el informe destaca el hecho de que a algunas personas les cuesta controlarse con ciertos alimentos, la idea de que la gente pueda volverse adicta a la comida “es algo controvertida”, afirma David Creel, psicólogo y dietista titulado del Instituto Bariátrico y Metabólico de la Clínica Cleveland. “No se acepta como un diagnóstico en este momento”, apuntó.

Creel ve una gran diferencia entre la incapacidad de una persona para dejar de comer Oreos y no ser capaz de resistir la atracción de las drogas ilícitas. Aún así, señala que la incapacidad para controlar el consumo de ciertos alimentos se encuentra en un continuo que tiene la adicción a las drogas en un extremo.

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Según Colleen Schreyer, profesora adjunta de psiquiatría y ciencias del comportamiento de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, la adicción a los alimentos “se considera más una teoría que una ciencia establecida”. Aun así, Schreyer afirma: “Creo que existen grandes paralelismos entre los trastornos adictivos y las ansias de comer y los trastornos alimentarios. La diferencia es que no se puede dejar de comer”.

Gearhardt afirmó que los resultados de la encuesta deberían animar a los profesionales sanitarios a preguntar a los pacientes sobre sus hábitos alimentarios.

Attia se mostró de acuerdo. “Deberían preguntar a la gente qué ha comido ese día y la noche anterior, si merienda o se salta comidas”, dijo.

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Schreyer afirmó que la terapia cognitivo-conductual puede ayudar a los pacientes a enfrentarse a las tentaciones, ya que, de lo contrario, “los alimentos siempre tendrán poder sobre uno”.

“Trabajamos con la gente para establecer hábitos alimentarios normales para que no estén en un intenso estado de hambre”, dijo. “Y no es el fin del mundo si acabas comiendo ocho Oreos. Eso es una victoria sobre 45 Oreos”, agregó.