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Las tasas de autismo se han triplicado en EE.UU. ¿Es más frecuente o se ha comenzado a diagnosticar mejor?

Nuevas investigaciones sugieren que los médicos han mejorado en la identificación del autismo, especialmente entre los niños con un coeficiente intelectual medio o superior a la media. Pero eso no explica del todo la tendencia.

Por Aria Bendix - NBC News

Las tasas de autismo se triplicaron entre los niños del área metropolitana de Nueva York y Nueva Jersey entre 2000 y 2016, según un estudio publicado este jueves en la revista Pediatrics.

Los autores, un equipo de la Universidad de Rutgers, calcularon la tendencia analizando las estimaciones de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) sobre el número de niños a los que se ha identificado un trastorno del espectro autista a la edad de 8 años.

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Aunque no existe una prueba médica para detectar el autismo, los CDC han establecido una red de 17 centros en todo el país que calculan las tasas de autismo basándose en una combinación de diagnósticos médicos formales y registros de escuelas y proveedores de atención sanitaria.

A nivel nacional, el aumento de las tasas de autismo ha sido similar a la tendencia en Nueva York y Nueva Jersey, según un informe de los CDC de 2021. Uno de cada 54 niños había sido diagnosticado con autismo a la edad de 8 años en 2016, en comparación con 1 de cada 150 en 2000.

Los avances en las capacidades de diagnóstico y una mayor comprensión y conciencia del trastorno del espectro autista parecen estar impulsando en gran medida el aumento, según los investigadores de Rutgers. Pero es probable que haya algo más: los factores genéticos, y quizá también algunos ambientales, podrían estar contribuyendo a esta tendencia.

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Aún se desconoce con exactitud cuáles son esos otros factores, pero los investigadores al menos tienen claro un hecho: el autismo no tiene nada que ver con las vacunas.

La especialista clínica Catey Funaiock, a la izquierda, observa cómo Marlaina Dreher y su hijo, Brandon, participan en el programa de trastornos alimentarios pediátricos del Marcus Autism Center de Atlanta en 2013.
La especialista clínica Catey Funaiock, a la izquierda, observa cómo Marlaina Dreher y su hijo, Brandon, participan en el programa de trastornos alimentarios pediátricos del Marcus Autism Center de Atlanta en 2013.David Goldman / AP

“Sabemos con certeza, desde hace muchos años, que las vacunas no causan autismo”, afirma Santhosh Girirajan, profesor asociado de la Universidad Estatal de Pensilvania que estudia las bases genéticas de los trastornos del neurodesarrollo y no participó en el nuevo estudio.

“Por otro lado, lo que realmente no sabemos es: ¿cuáles son los factores ambientales reales y claros que hay que evitar?”, añadió.

El estudio de Rutgers reveló que en Nueva York y Nueva Jersey, la proporción de niños de 8 años diagnosticados con autismo que no tienen discapacidad intelectual aumentó más bruscamente que la proporción de los que sí la tienen: un aumento de cinco veces entre 2000 y 2016, en comparación con un aumento de dos veces.

Es muy probable que esto se deba a que los médicos han mejorado en la identificación de casos de autismo sin discapacidad intelectual, es decir, niños con un coeficiente intelectual medio o superior a la media que presentan características propias del autismo, como alteraciones de las habilidades sociales, comportamientos repetitivos y dificultades de comunicación.

Estos casos pueden resultar menos evidentes para los padres, profesores o médicos que los casos de niños con discapacidad intelectual, que suelen tener más dificultades para realizar tareas cotidianas por sí mismos y más probabilidades de tener dificultades en el aula.

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El nuevo estudio también revela que, aunque las disparidades raciales en el diagnóstico de autismo se han reducido, persisten. Históricamente, a los niños negros e hispanos se les ha diagnosticado autismo en menor proporción que a los niños blancos. El nuevo análisis mostró que, entre los niños sin discapacidad intelectual, los niños negros tenían un 30% menos de probabilidades que los blancos de ser diagnosticados de autismo. Sin embargo, la diferencia se ha reducido entre los niños con discapacidad intelectual.

“La reducción de las disparidades ha provocado un aumento de las [tasas de] autismo, pero eso no significa que las disparidades hayan desaparecido”, afirmó una de las autoras del nuevo estudio, Josephine Shenouda, epidemióloga de Rutgers.

Shenouda y su equipo recomendaron que todos los niños pequeños fueran sometidos a pruebas de detección del autismo durante las revisiones rutinarias de sus pediatras, haciéndose eco de las orientaciones de la Academia Americana de Pediatría.

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“Muchos de los principales pediatras de la mayoría de las zonas importantes realizan un cribado universal como parte de la vigilancia del desarrollo de los niños durante las visitas de control. Sin embargo, no se hace de forma sistemática, e incluso cuando se hace, el seguimiento -en el que se deriva a los padres a los servicios apropiados- también es deficiente”, dijo.

Según sus cálculos, la mitad de los niños estadounidenses se someten a pruebas de detección del autismo.

Megan Krail trabaja en 2016 con un niño con autismo en el Centro Callier de Trastornos de la Comunicación de la Universidad de Texas en Dallas.
Megan Krail trabaja en 2016 con un niño con autismo en el Centro Callier de Trastornos de la Comunicación de la Universidad de Texas en Dallas.LM Otero / AP

Pero el hecho de que se examine a más niños y de que se amplíen los criterios para diagnosticar el autismo también crea más oportunidades de diagnósticos erróneos, según Girirajan. Esto podría contribuir aún más al aumento de las tasas.

“Puedes ver a un niño y no ser capaz de decir si es TDAH o autismo o simplemente una discapacidad intelectual leve. Y lo que ocurre es que hay que utilizar más pruebas estandarizadas para tener una forma uniforme de identificar a los niños que tienen características similares”, explicó.

Más allá de las mejoras en el diagnóstico, los factores genéticos podrían estar aumentando los casos de autismo por sí solos, según los expertos.

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Gran parte del riesgo de desarrollar autismo -alrededor del 83%, según un análisis- procede de factores genéticos heredados. Girirajan calcula que entre 2,000 y 3,000 genes contribuyen al autismo, aunque sólo 100 se asocian sistemáticamente con este trastorno.

Un niño puede heredar factores de riesgo de uno o ambos progenitores, y los padres de más edad tienen más riesgo de tener hijos autistas.

“Observamos tendencias a lo largo del tiempo en los padres que esperan para tener hijos, así que ciertamente parte del aumento podría explicarse por la edad de los padres”, dijo Jennifer Durocher, profesora clínica asociada de psicología en la Universidad de Miami.

Girirajan dijo que los factores ambientales, como la exposición a la contaminación atmosférica, probablemente no son contribuyentes significativos, pero podrían agravar los riesgos genéticos subyacentes.

Un estudio de 2021 sugirió que las infecciones víricas en la infancia también podrían ser un factor de riesgo de autismo en los niños, mientras que otros estudios han insinuado asociaciones entre el autismo y las deficiencias de vitamina D, la inflamación intestinal y la exposición a sustancias químicas tóxicas.

“Se trata de conceptos nuevos y emergentes”, afirma Girirajan. “No tenemos pruebas sólidas de que sean realmente la causa del autismo”, añadió.