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La "pesadilla" de este residente de Nueva York contagiado de viruela del mono ilustra lo mal preparado que está el sistema de salud (de nuevo)

“Tuve más de 50 lesiones, fiebre de 103° y dolor intenso, lo que me provocó un ataque de pánico”, aseguró el hombre de 39 años, quien no pudo obtener una cita para vacunarse y debió navegar durante días numerosas trabas burocráticas para conseguir un antiviral.

Sebastian Kohn, un hombre de 39 años originario de Suecia que reside en la ciudad de Nueva York, describió la "pesadilla" que vivió cuando se contagió de viruela del mono y tuvo grandes dificultades para recibir la atención médica adecuada.

Kohn escribió un relato para el diario The Guardian donde describe que por su trabajo como filántropo dedicado a hablar de los derechos sexuales y reproductivos estaba al tanto de cómo la enfermedad se estaba transmitiendo entre los hombres gay, y aún así le costó maniobrar el sistema de salud que conoce bien.

Contó que cuando empezaron las fiestas del Orgullo en Nueva York el 24 de junio él intentó vacunarse previamente pero no consiguió una cita. "Tuve sexo con varios chicos durante el fin de semana", aseguró a The Guardian.

Una semana después experimentó los primeros síntomas como fiebre, dolor del cuerpo y la inflamación de los ganglios. Al inicio pensó que era COVID-19 pero su test dio negativo.

"Entonces empecé a sospechar de la viruela del mono. Le envié un mensaje a un amigo: Estoy sentado aquí esperando que empiece el sarpullido", escribió en el diario.

El hombre recibió un test positivo por gonorrea y más tarde luego de tener el consentimiento de un médico se hizo la prueba de la viruela del mono. Los resultados llegaron cuatro días después con un resultado también positivo.

[La viruela del mono tiene potencial para convertirse en una nueva enfermedad de transmisión sexual]

Para ese entonces Kohn ya tenía lesiones en el ano, los brazos, la cabeza, la cara y las piernas. Al inicio parecían picaduras de mosquitos pero luego se tornaron en ampollas.

"En mi peor momento, tenía más de 50 lesiones, una fiebre de 103° y un dolor intenso, lo que me provocó un ataque de pánico", agrega. Las lesiones anales eran las que más le causaban dolor al punto de hacerlo gritar cuando iba al baño.

Monkey Pox Lesions
Un caso de viruela del mono en la mano de un paciente el 5 de junio de 2003.Getty Images

En sus primeras visitas al médico el hombre cuenta que pidió el tratamiento con el antiviral TPOXX, que debe contar con un consentimiento firmado por el paciente de acuerdo a los Centros para la Prevención y el Control de Enfermedades (CDC, en inglés) ya que aún está en la etapa de prueba y además tiene que ser administrado bajo la política del 'sistema compasivo', es decir, a pacientes que tengan condiciones serias o pongan en peligro su vida.

Cuando los síntomas empeoraron cuenta que llamó a pedir la medicina porque contaba con todos los requisitos de un paciente que puede recibir el tratamiento. Pero su médico le decía que "no se hiciera ilusiones" porque el Departamento de Salud de la ciudad podía negar la solicitud.

[La Organización Mundial de la Salud declara la viruela del mono una emergencia global]

Nuevamente fue al médico porque sus amígdalas estaban infectadas y las tenía cubiertas de materia. De nuevo le negaron los antivirales pese a que él sabía que esas no "eran las directrices de los CDC" y se los dijo así. Finalmente el Centro Médico Irving de la Universidad de Columbia lo contactó para comunicarle que el Departamento de Salud había aceptado que se le suministrara el medicamento.

"Hay que tomar tres pastillas cada 12 horas, con una dieta alta en grasa (...) Las lesiones empezaron a secarse muy rápidamente y ahora sólo me quedan tres pequeñas costras. Sólo en los dos últimos días he podido ir al baño sin dolor", narró a The Guardian.

El hombre ha estado encerrado en su casa la mayoría del tiempo y solo hasta el 13 de julio fue contactado por el Departamento de Salud para hablar de sus síntomas. Pero nadie le preguntó sobre con quién había tenido contacto para hacer el seguimiento necesario para controlar una epidemia, como se hizo, aunque a cuentagotas y no de manera exhaustiva, con el COVID-19 en Estados Unidos.

Desde el comienzo de la pandemia del coronavirus los epidemiólogos suplicaron a las autoridades llevar a cabo un registro y rastreo de contactos robusto para poder aislar la enfermedad antes de que se saliera de control.

La frustración de Kohn, más allá del sufrimiento y aislamiento por la enfermedad, es todo lo que tuvo que hacer para ser diagnosticado y tratado, las llamadas, los permisos y las esperas, y lo mucho peor que la pasarán quienes no tienen los recursos y conocimientos del sistema sanitario que tiene él.

"Todo esto se siente como un gran fracaso que no debería haberse permitido, especialmente dos meses y medio después que empezó el brote", agregó.