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La comunidad científica encuentra nuevas respuestas a los factores del síndrome de muerte súbita del lactante

Un nuevo estudio revela que algunos bebés que mueren de manera súbita presentan anomalías en un receptor cerebral que puede ayudarles a boquear para respirar.

Por Aria Bendix - NBC News

El síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL), la muerte imprevista e inexplicable de un bebé menor de un año, es por definición un misterio. Pero los investigadores están cada vez más cerca de comprender algunos de los factores de riesgo y mecanismos que contribuyen al SMSL.

La teoría predominante apunta a tres posibles factores: en primer lugar, el bebé se encuentra en una fase crítica de su desarrollo durante el primer año de vida. En segundo lugar, el menor está expuesto a un factor de estrés, como dormir boca abajo, que puede reducir la cantidad de oxígeno en sangre y aumentar el nivel de dióxido de carbono. Y tercero, tiene una anomalía subyacente que le hace más difícil sobrevivir a ese acontecimiento traumático.

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Un estudio publicado el jueves en la revista Journal of Neuropathology & Experimental Neurology apunta a una de estas anomalías.

Investigadores del Boston Children’s Hospital y del Rady Children’s Hospital de San Diego descubrieron que un receptor cerebral concreto, probablemente implicado en ayudar a los bebés a jadear, estaba alterado en algunos bebés que murieron de SMSL. El receptor en cuestión forma parte del sistema de la serotonina, que desempeña un papel importante en la regulación de funciones corporales involuntarias como el ritmo cardiaco, la respiración y la presión arterial.

El SMSL suele producirse durante el sueño del bebé y, aunque es poco frecuente, es la principal causa de muerte entre los bebés de entre un mes y un año de edad en EE.UU. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) atribuyeron casi 1,400 muertes infantiles al SMSL en 2020.

Para comprender mejor esta afección, los investigadores del nuevo estudio examinaron el tejido cerebral de 58 bebés que murieron por SMSL entre 2004 y 2011, y luego compararon esas muestras con el tejido cerebral de 12 bebés que murieron por otras causas, como neumonía o cardiopatía. Los resultados mostraron que los bebés que habían muerto de SMSL tenían más probabilidades de presentar una versión alterada del receptor cerebral relacionado con la serotonina que los casos de control.

Robin Haynes, autora principal del estudio e investigadora del Hospital Infantil de Boston, explicó que los bebés suelen tener una respuesta protectora que les lleva a jadear cuando no reciben suficiente oxígeno durante el sueño.

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“Se despiertan y se someten a lo que se denomina autorresucitación, en la que se pone en marcha la respiración”, explica.

Sin embargo, en el síndrome de muerte súbita del lactante, esa respuesta puede no producirse, quizá por la alteración del receptor cerebral. Si un bebé es incapaz de restablecer la respiración y el ritmo cardíaco, puede dificultarse el flujo sanguíneo y el suministro de oxígeno.

Diversas teorías sobre el SMSL

El grupo de investigación de Boston que está detrás del nuevo estudio lleva unas tres décadas investigando la relación entre el SMSL y la serotonina, y ha publicado múltiples trabajos basados en diversos análisis de las mismas muestras de tejido cerebral.

Esas muestras son algunas de las únicas de que disponen los investigadores del SMSL. Pero el pequeño tamaño de la muestra dificulta la extracción de conclusiones sólidas sobre posibles causas o factores de riesgo, según el doctor José Javier Otero, director de neuropatología de la Facultad de Medicina de la Universidad Estatal de Ohio.

“Es casi, desde un punto de vista científico, valiente intentar siquiera sacar una conclusión”, señaló Otero.

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Aun así, los investigadores sospechan desde hace tiempo que la serotonina desempeña algún papel en el SMSL, dada su asociación con la respiración.

“Tiene todo el sentido que la serotonina sea un actor clave”, afirma la doctora Debra Weese-Mayer, jefa de la división de medicina autonómica pediátrica del Hospital Infantil Lurie de Chicago. “La pregunta es: ¿es el único actor?”, añadió.

Es probable que la genética también afecte a la vulnerabilidad de un bebé al SMSL, aunque los científicos no están seguros de en qué medida, según Weese-Mayer.

Según la doctora Michelle Caraballo, neumóloga pediátrica de Children’s Health, en el norte de Texas, y profesora adjunta de la UT Southwestern, otro factor pueden ser las infecciones que contraen los bebés a una edad temprana.

“Las tasas de SMSL son más altas en invierno. También es cuando se registran las tasas más altas de infecciones víricas en bebés”, afirma.

Cómo pueden los padres reducir el riesgo

No existen pruebas que revelen si un bebé tiene una predisposición subyacente al SMSL y, puesto que no se han confirmado las causas, no hay tratamientos para reducir el riesgo. Pero Haynes afirma que los investigadores no han renunciado a esa posibilidad.

“Una vez que se identifica a un bebé con una anomalía concreta, el objetivo algún día es disponer de una terapia preventiva, pero aún no sabemos cómo será”, explicó.

No obstante, hay formas de protegerse contra el SMSL.

Los CDC recomiendan que los padres coloquen a los bebés boca arriba en todo momento. El lugar donde duerma el bebé debe ser firme, plano y estar libre de juguetes blandos y ropa de cama como mantas, almohadas y protectores. Los padres no deben cubrir la cabeza del bebé mientras duerme, y lo ideal es que los bebés duerman en la misma habitación que sus padres hasta que tengan al menos 6 meses.

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La Academia Americana de Pediatría también sugiere dar a los bebés un chupete a la hora de la siesta y de acostarse una vez que se sientan cómodos con la lactancia materna.

Se ha demostrado que la lactancia materna reduce el riesgo de SMSL, mientras que el consumo de alcohol o tabaco durante el embarazo puede aumentar el riesgo.

“Queremos que la gente siga las pautas de sueño seguro en la medida de lo posible”, apuntó Caraballo. “Lo realmente aterrador es que es posible hacer todo bien y que el bebé muera aun así. A fin de cuentas, en la mayoría de los casos desconocemos la causa exacta de la muerte", concluyó.