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Esta científica hondureña desarrolló una vacuna contra el COVID-19 en hospital de Texas: fue nominada a un Nobel de la Paz

María Elena Bottazzi lidera el equipo del Centro de Desarrollo de Vacunas del Hospital Infantil de Texas con el doctor Peter Hotez. Juntos crearon la vacuna Corbevax, que ya recibió la autorización para su uso en India. "Vendrán nuevas variantes", dice.

María Elena Bottazzi nunca olvida su tierra. Su rostro se suaviza cuando, en medio de complejos términos científicos, habla de Honduras como si ayer hubiese salido de Tegucigalpa.

"Nunca se me pasó por la cabeza buscar trabajo en una multinacional. Soy centroamericana y hacer proyectos sin fines de lucro es mi forma de regresar un poco lo que me ha dado Honduras", dice con una sonrisa amplia.

Bottazzi, una prestigiosa microbióloga de 56 años, lideró junto con el doctor Peter Hotez el equipo del Centro de Desarrollo de Vacunas del Hospital Infantil de Texas que creó la vacuna Corbevax para el COVID-19, un fármaco libre de patentes que el mes pasado ya recibió la autorización de emergencia para su uso en India.

"Peter y yo tenemos la aspiración de beneficiar a la gente, por eso creamos una vacuna para las comunidades más pobres del mundo. El equipo que hemos forjado comparte el mismo interés de favorecer la salud pública y, obviamente, aprender al mismo tiempo", explica Bottazi.

Corbevax se basa en la proteína recombinante, una tecnología tradicional que se ha usado durante décadas en fármacos ampliamente establecidos como la vacuna de la hepatitis B y la de antipertussis. Esta vacuna usa una cuidadosa cantidad de proteínas del virus con la finalidad de activar la respuesta inmunitaria del organismo, pero sin enfermar a los pacientes.

Para lograr su aprobación en India, se hicieron dos ensayos clínicos de fase III en 33 centros de investigación con más de 3,000 participantes con edades comprendidas entre los 18 y 80 años. Las pruebas determinaron que Corbevax era segura, inmunogénica y tenía buena tolerancia.

"Es un proceso mucho más barato que la tecnología del ARN mensajero que usaron Pfizer o Moderna. Escogimos el método más escalable, reproducible y estable con una célula de levadura que se fermenta y la codificamos para que produzca estas proteínas. Eso implica que no tiene ningún derivado animal, todo es sintético. Además, cualquiera la puede replicar y colaborar con nosotros", comenta la investigadora.

"Quedé en shock"

Esta semana, Bottazi recibió una llamada de Lizzie Fletcher, la congresista demócrata por Texas, que se convirtió en una de las grandes sorpresas de su vida. Le informó que la había nominado, junto con Hotez, al Premio Nobel de la Paz.

"La verdad quedé en shock, sin palabras. Pero estamos muy emocionados y agradecidos, porque el simple hecho de que hayan pensado en nosotros significa que ya somos ganadores", explica la científica con emoción.

Las estrategias para inmunizar a la población mundial avanzan lentamente: cerca del 59% de la población mundial ha recibido al menos una dosis de alguna vacuna, según Our World in Data, una iniciativa de la Universidad de Oxford que analiza los informes gubernamentales a nivel mundial.

Sin embargo, la cifra más preocupante es que menos del 9% de los residentes en países de bajos ingresos han recibido una dosis.

María Elena Bottazzi, microbióloga hondureña que dirige el Centro de Desarrollo de Vacunas del Hospital Infantil de Texas.
María Elena Bottazzi, microbióloga hondureña que dirige el Centro de Desarrollo de Vacunas del Hospital Infantil de Texas.Hospital Infantil de Texas

La desigualdad en la repartición de vacunas ha causado gran indignación entre grupos de activistas, movimientos políticos y altos funcionarios de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

"La ciencia nos ha dado la esperanza, en forma de vacunas, las cuales han salvado numerosas vidas este año. Por el contrario, no hay duda de que la desigualdad en su reparto ha provocado muchas muertes", advirtió Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, a fines de diciembre.

Aún nos faltan 9,000 millones de dosis"

maría elena bottazzi científica hondureña

Desde el inicio de la pandemia, Bottazzi y su equipo decidieron usar todos los conocimientos que habían cultivado durante décadas de investigación para desarrollar un fármaco que fuese “libre para todo el mundo”, como suele decir la microbióloga.

"Todos hablan de equidad, pero nadie hace nada. Por eso creamos Corbevax, aunque somos un equipo chico y nos tomó más tiempo que a los grandes laboratorios. Pero sabíamos que no iba a alcanzar con los proyectos de las multinacionales, si tomamos en cuenta las primeras y segundas dosis, más las de refuerzo y las pediátricas, aún nos faltan 9,000 millones de dosis", asevera.

La génesis de la Corbevax

Desde hace varios años, Bottazzi y su equipo del Centro de Desarrollo de Vacunas del Hospital Infantil de Texas se centraron en crear vacunas contra enfermedades desatendidas como la esquistosomiasis (parásitos intestinales) y la enfermedad de Chagas.

Y hace más de una década comenzaron a investigar los coronavirus, cuando nadie se imaginaba el surgimiento de la pandemia global que ha trastocado todos los sistemas sanitarios. Empezaron a desarrollar vacunas para coronavirus como el síndrome respiratorio agudo grave y el síndrome respiratorio de Medio Oriente (SARS y MERS, por sus siglas en inglés) hasta que se agotaron los fondos que consiguieron.

"Nuestro objetivo siempre ha sido desarrollar y fabricar vacunas duraderas y baratas para contribuir a la salud mundial", comenta.

Por eso, cuando el COVID-19 comenzó a propagarse por todo el mundo, los investigadores ya tenían nociones de adelantos tecnológicos que podrían ayudar a generar un fármaco para combatir este coronavirus. Pero, debido a los escasos fondos gubernamentales y privados que consiguieron (entre sus donantes privados resalta una marca de vodka que les aportó un millón de dólares), les tomó más tiempo fabricar la vacuna.

Tenemos que estar preparados para el surgimiento de otras enfermedades"

María elena bottazzi

"Buscamos este concepto de hacer alianzas transparentes, sin patentes, con socios que tengan la misma mentalidad nuestra aunque eso sea difícil y nos tardemos un poco más. Luego se interesó Biological E, un gran fabricante de vacunas en la India, que impulsó el desarrollo y logramos tener la autorización de emergencia en la India. Ahora estamos en conversaciones con otros países como Indonesia y Bangladesh", explica Bottazzi.

Como sucede con muchas gestas científicas, la creación de Corbevax es fruto de investigaciones pasadas que, en su momento, no recibieron toda la atención y el apoyo que necesitaban para seguir refinando los procesos y las metodologías que fueron cruciales para impulsar este fármaco.

"Ojalá que este altruismo no se nos olvide porque los seres humanos tenemos mucha amnesia. Cuando se termine la emergencia hay que seguir invirtiendo en la ciencia, tenemos que estar preparados para el surgimiento de otras enfermedades", advierte con una mirada profunda.


La científica María Elena Bottazzi en uno de los laboratorios del Centro de Desarrollo de Vacunas del Hospital Infantil de Texas.
La científica María Elena Bottazzi en uno de los laboratorios del Centro de Desarrollo de Vacunas del Hospital Infantil de Texas.Hospital Infantil de Texas
  • ¿Qué ventajas ofrece la Corbevax, respecto a otras vacunas que existen en el mercado?

— Lo primero es que su desarrollo es gratis, cualquier Gobierno o empresa puede contactarnos y le damos el kit de inicio para comenzar a fabricar. Nuestras dosis cuestan entre dos y tres dólares, en comparación con las otras. En los ensayos recientes, su eficacia supera al 80% con variantes como beta y delta, y estamos investigando cómo reacciona con ómicron.

Otro elemento importante es que estas vacunas recombinantes son muy estables al producirlas, uno puede guardarlas en sistemas de refrigeración normal por mucho tiempo a diferencia de otros fármacos que expiran rápido. Nosotros, por ejemplo, tenemos otras vacunas almacenadas desde hace más de cinco años y funcionan perfectamente.

  • ¿Este proyecto podría impulsar el establecimiento de operaciones de fabricación en países pobres de América Latina y África?

— Por supuesto, ese es nuestro interés principal. Muchas regiones se beneficiarían de aprender este ecosistema de desarrollo de vacunas para dejar la dependencia tecnológica. Nuestros países latinoamericanos, por ejemplo, siempre tienen que esperar a que alguien vaya a resolverles los problemas, pero esta es una oportunidad para empezar a tener autosuficiencia regional.

En este momento todo el mundo quiere producir vacunas, pero hay que ver cuáles son los mejores modelos, y qué aprendizajes se necesitan. La intención es que se cree un ecosistema balanceado y que no solo se les dé prioridad a lo que desarrollan las multinacionales, sino que también se vean beneficiados —desde el punto de vista económico y científico— los pequeños productores locales en los países en vías de desarrollo.

  • ¿Cómo sería el proceso para que esta vacuna esté disponible en Estados Unidos, Europa y América Latina?

— Hemos recibido miles de correos de personas interesadas en probarla porque es una tecnología más convencional y confían en el tiempo que invertimos en su desarrollo. Pero, en el caso de Estados Unidos y Europa, dependerá de conseguir aliados que estén interesados en comenzar el proceso.

Otra opción es que el Gobierno estadounidense nos apoye con la compra de dosis a Biological E y las done a los países que tanto las necesitan. Y, aunque estamos en conversaciones con diversos países latinoamericanos, también estamos trabajando para conseguir la aprobación global que puede dar la Organización Mundial de la Salud con lo que las naciones podrían recibir nuestra vacuna por medio del mecanismo Covax o el Fondo Rotatorio de la OPS.

  • ¿Cuál es el próximo proyecto de su equipo?

— Ahorita estamos trabajando en un concepto de vacuna universal porque nos preocupa que, mientras nos vacunamos, el virus va a seguir mutando. Ómicron se acabará, pero vendrán nuevas variantes. No sabemos qué otro coronavirus podría surgir en los próximos años, ya hemos visto que cada cinco o 10 años aparece uno. Por eso es que tenemos que seguir investigando.

  • ¿Tiene algún mensaje para las niñas latinoamericanas que sueñan con ser científicas?

— Mi mensaje es que sí se puede, no importa lo que diga la gente negativa. Obviamente requiere de mucha disciplina y estudios, primero en la escuela y después en la universidad. Creo que tener la oportunidad de entrar en una universidad es esencial en nuestros países.

Yo estudié en Honduras, o sea que es mentira que uno siempre tiene que formarse en países de alto ingreso. Nuestra educación, si uno pone de su parte y se dedica, puede lograr la excelencia de los más altos sistemas educativos y podemos aprender lo que se necesite.


María Elena Bottazzi y Peter Hotez, científicos que lideran el equipo del Centro de Desarrollo de Vacunas del Hospital Infantil de Texas que creó la vacuna Corvebax.
María Elena Bottazzi y Peter Hotez, científicos que lideran el equipo del Centro de Desarrollo de Vacunas del Hospital Infantil de Texas que creó la vacuna Corbevax.Hospital Infantil de Texas
  • ¿Ha sentido algún tipo de discriminación durante su trabajo como científica?

— Yo creo que es fundamental quitarse esa mentalidad del síndrome de impostor. Uno siempre tiene esa idea de que como eres mujer y vienes de estudiar en países o gremios latinoamericanos, no puedes competir para buscar oportunidades fuera del país, pero sí se puede.

Es necesario crear un ecosistema de mentores, de personas que te vayan recomendando y sugiriendo opciones. Eso te abre puertas y oportunidades, no sólo de estudios, sino también de trabajo.

  • En muchas ocasiones, se suele criticar a los científicos por no saber transmitir la importancia de sus proyectos, ¿qué opina al respecto?

— Yo estudié para ser científica, soy microbióloga, pero la microbiología aislada no es suficiente. Uno tiene que poder conversar, participar y colaborar con muchas disciplinas como la economía, las ingenierías, las matemáticas y, por supuesto, las ciencias de la salud, porque todo se necesita.

No es que tienes que ser especialista en todo, pero debes tener esa capacidad, esa flexibilidad intelectual de poder conversar con diferentes disciplinas. Yo creo que eso es algo fundamental. Uno puede enfocarse científicamente en un aspecto, pero poder explicarlo con un lenguaje accesible para la población que no sabe nada de ciencia es algo muy importante.

  • Después de tantos años de trabajo y estudios, ¿qué significa estar nominada al Premio Nobel de la Paz?

— Significa que con dedicación y pasión por lo que uno hace, y manteniendo siempre nuestras convicciones, se puede lograr mucho. Podemos ayudar a resolver muchos problemas globales que tenemos alrededor del mundo, en especial, la inequidad en los sistemas de salud.