Por A. Pawlowski - TODAY
Cuando llegó a las 300 libras, Whitley Yates empezó a perder la sensación en sus piernas de la rodilla hacia abajo, una aterradora complicación producto de la diabetes
Los resultados de un examen A1C, una prueba de sangre que mide los niveles de azúcar durante un período de tres meses, indicaron que tenía diabetes tipo 2.
"Estaba muy asustada porque todos los hombres en mi familia tienen diabetes. Mi abuelo sufrió amputaciones por la diabetes", comentó Yates, de 34 años, quien vive en Indianapolis, Indiana.
"No sabía si iba a poder caminar [...] Soy madre soltera y tenía que hacer un cambio, no sólo para mí sino también por [mi hija], para seguir viva y poder criarle", dijo.

Así, Yates, quien es comentarista política, decidió perder peso, un viaje que la llevaría por cambios de estilo de vida, una cirugía y una nueva manera de ver los alimentos.
Yates ahora pesa 120 libras, menos de la mitad de su mayor peso. Con cinco pies y dos pulgadas, tiene un nivel de IMC (Índice de Masa Corporal) normal y ya no es diabética. Ha vuelto a sentir sus piernas, comentó.
Esta es la manera en que logró encaminar su salud:
La comida como escape a una relación abusiva
Según Yates, empezó a ganar peso después de tener a su hija, en 2015.
También cayó en depresión cuando se mudó de Los Ángeles de vuelta a Indianapolis, su ciudad natal, para alejarse de una relación abusiva.
"Empecé a comer de manera emotiva para lidiar con las circunstancias de mi situación", relató. "Realmente tuvo que ver con las porciones. Estaba ingiriendo dos comidas grandes al día".

Por ejemplo, podía comerse 16 alitas de pollo y luego chuletas de cordero. También comió mucho en McDonald's y Wendy's. Yates nunca cocinaba y prefería comer fuera de casa todos los días.
En la medida que su peso aumentaba, desarrolló apnea del sueño y tenía que usar una máquina para dormir. Le faltaba el aire y estaba letárgica. En la casa no tenía espejos de cuerpo completo y no le gustaba además la forma en que lucía.
Pero era la neuropatía en las piernas producto de la diabetes, un daño en los nervios causado por los altos índices de azúcar, lo que más le preocupaba de su situación.
Entrenamiento físico y una cirugía
Yates contrató a un entrenador personal con el que empezó a entrenar tres veces por semana. Pero era difícil remediar con ejercicios los efectos de una mala dieta, por lo que no consiguió ningún resultado, dijo.
Cuando no pudo perder peso por sí misma, su doctor primario le recomendó unirse a un programa de pérdida de peso en un hospital local. Eso, además, era uno de los requisitos previos para la cirugía bariátrica, a la que Yates quería someterse.
Como parte del programa, asistió a clases que le enseñaron sobre nutrición saludable, la complicada relación de la gente con la comida y mecanismos para lidiar con el estrés. Mantuvo un diario, hizo ejercicios y fue a consulta con un especialista en dietas y un psicólogo.
En ocho meses, Yates perdió 60 libras. Pero cuando su seguro médico declinó pagar por la cirugía bariátrica, volvió a sus malos hábitos de comida y aumentó todo el peso que había perdido. "Eso fue bien malo", dijo.
Todavía determinada a lograr un cambio, Yates comenzó a ir de nuevo a las clases en el hospital local. Cuando se inició el período de inscripción en los seguros de salud, se fue a otro y volvió a hacer la solicitud para la cirugía. Esta vez fue aprobada.
Yastes se sometió a una gastrectomía vertical en manga, en junio de 2020. Durante el procedimiento, los doctores remueven la mayor parte del estómago y crean una nueva bolsa del tamaño de una banana, según la Biblioteca Nacional de Medicina. Los pacientes se sienten llenos después de una porción pequeña de comida.

Tres años después, Yates pesa alrededor de 120 libras, 180 menos que cuando tuvo más peso corporal. Ya no es diabética y no necesita una máquina para poder dormir.
Los estudios han concluido que hasta un cuarto de los pacientes que se someten a una cirugía bariátrica vuelven a ganar un peso "considerable", por lo que también tuvo que hacer cambios en su vida para que eso no pasara.
Entrenamientos regulares para hacer crecer sus músculos y tonificar su cuerpo han sido esenciales y terapéuticos. Yates ahora mira a la comida como algo que la mantiene viva, pero no le provee felicidad ni tampoco la ayuda a combatir la ansiedad.
Cambio radical de los hábitos alimenticios
Notó que cada vez que sus amigos quieren reunirse, la cita incluía un restaurante, por lo que decidió buscar otras actividades para el grupo "donde no hubiera platos frente a ellos", como caminar por el Canal, en Indianápolis, o ir a tirar hachas.
"No quería comer delante de otras personas porque siempre me hacían la misma pregunta: '¿Eso es todo lo que comes?'", relató. "Tuve que cambiar la manera en que me divierto y lo que considero divertido".
Ahora cocina en casa a menudo. Cuando come fuera, las comidas rápidas no son una opción. En su lugar, se enfoca en restaurantes agradables y ordena platos saludables como pescados y mariscos. El desayuno puede ser un huevo y espinacas salteadas.
También prioriza las proteínas en sus comida porque son necesarias para los músculos y otros tejidos del cuerpo, además de que la capacidad de su estómago es limitada.
"He cambiado por completo la forma en que me enfrento a situaciones y cómo hago planes", dijo. "No tengo miedo de hacer lo que necesito para seguir en este camino".