Hace 50 años las mujeres en Estados Unidos ganaron un derecho constitucional que el año pasado les fue arrebatado. El derecho a abortar, que el 22 de enero de 1973 fue enmarcado en la Constitución por la Corte Suprema en la decisión del histórico caso Roe v. Wade, fue derogado en junio pasado, dejando a millones de mujeres más desprotegidas que nunca al lidiar con su salud, sus vidas y la de sus familias.
Esto desató una cascada de nuevas leyes en diferentes estados que privilegian a los fetos sobre quienes los gestan, y esto ha conllevado a un sinnúmero de casos en los que se le niega atención de salud vital a las mujeres.
Está Amanda Zurawski en Texas, a quien se le negó un aborto por un embarazo inviable y terminó en la unidad de cuidados intensivos con sepsis. O Nancy Davis, madre de tres hijos de Louisiana, a quien se le negó abortar a pesar de que a su feto le faltaba parte de la cabeza. Otra mujer de Texas se enteró a las 15 semanas de embarazo que el feto no sobreviviría y ella corría graves riesgos de salud, pero le dijeron que no podían practicarle el aborto a menos que sufriera algo como una insuficiencia hepática o un derrame cerebral.
También está la mujer de Wisconsin que tuvo que soportar una hemorragia por 10 días tras sufrir un aborto espontáneo incompleto, y el doctor en Texas a quien se le ordenó no tratar un embarazo ectópico hasta que se reventara la trompa de Falopio. En Ohio, según las declaraciones juradas de proveedores de salud, al menos tres pacientes amenazaron con suicidarse luego de que se les negara un aborto.

Historias como estas surgen ahora a diario tras la derogación de Roe, y las latinas y mujeres negras son las más afectadas. Un estudio de 2022 de la Universidad de California Los Ángeles (UCLA) detalla por qué: una mayor porción de ellas se encuentran en edad reproductiva que las mujeres de otros grupos, un mayor número de ellas se están mudando a los estados que más restringen el aborto, y un mayor número de mujeres en edad reproductiva en esos estados son latinas a comparación de mujeres blancas no hispanas.
Las latinas “son una población única y particularmente joven, y en un mundo post-Roe v. Wade eso significa que la justicia reproductiva será un problema urgente que sufrirán las mujeres en los estados que restringen el aborto”, explicó a Noticias Telemundo Josefina Flores Morales, doctora en sociología de UCLA y principal autora de ese estudio.
Cuando el embarazo puede costar la vida
Estar embarazada, incluso en las mejores circunstancias, impone duras exigencias a múltiples sistemas del cuerpo. Llevar un bebé a término puede ser especialmente difícil y riesgoso para alguien con una condición preexistente como la diabetes o una enfermedad cardíaca, y en algunos casos solo un aborto puede salvar la vida de la madre. Algunas condiciones peligrosas que podrían requerir servicios de aborto incluyen la preeclampsia, embarazos ectópicos y abortos espontáneos.
Actualmente unas 700 mujeres mueren cada año por complicaciones relacionadas con el embarazo en EE.UU., según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, en inglés). Alrededor de 3 de cada 5 de esas muertes se pueden prevenir. Esta es la tasa de mortalidad materna más alta de todos los países desarrollados, y es mucho más alta para latinas y negras, pues enfrentan más barreras al obtener atención médica. Un estudio del año pasado encontró que los estados que restringen el acceso al aborto tienen tasas un 62% más altas de mortalidad materna que los que lo permiten. Restringir el aborto se asocia a un peor acceso de las embarazadas y los bebés lactantes a la atención médica, halló el análisis, lo que a su vez aumenta el riesgo de problemas de salud mental y la muerte.
El riesgo e impacto en la salud mental
La salud mental también se lleva al límite durante el embarazo y el posparto. Alrededor de una de cada siete mujeres puede desarrollar depresión posparto (DPP), según los Institutos Nacionales de Salud, pero se estima que hasta la mitad de los casos de DPP no se diagnostican por el miedo al estigma. Por eso para las mujeres que ya sufren graves condiciones de salud mental negarles interrumpir un embarazo puede costarles la vida. De hecho, según un estudio publicado en diciembre en la revista JAMA Psychiatry, más mujeres se suicidan cuando se limita el acceso al aborto.
Mientras, quienes abortaron tenían menos probabilidades que quienes se les negó el procedimiento de sufrir ansiedad y baja autoestima más adelante, de acuerdo a un estudio de la Universidad de California San Francisco, llamado el Estudio Turnaway, que analizó a 1,000 mujeres durante 10 años para ver de cerca las consecuencias a largo plazo de un embarazo no deseado.

Los efectos de una maternidad no deseada en toda la familia
Un hecho que se pierde en el debate politizado actual es que más de la mitad de quienes recibieron un aborto ya son madres, según el Instituto Guttmacher. Y ser forzado a llevar a término un embarazo tiene otro sinnúmero de efectos negativos en la calidad de vida no solo de la madre, sino en el resto de su familia.
Un factor importante en esto es la falta de recursos. Tomarse menos de 12 semanas libres para cuidar a un bebé se asocia con una peor salud mental a largo plazo para las madres, halló el Estudio Turnaway, pero millones de mujeres no tienen la seguridad económica ni las condiciones laborales para permitírselo. Esta sigue siendo la única nación industrializada sin una política de licencia familiar pagada obligatoria a nivel federal, donde sólo una cuarta parte de los trabajadores en el país tiene licencia familiar pagada, según el Buró de Estadísticas Laborales de EE.UU.
El cuidado de un bebé puede costar más de 13,000 dólares tan solo en el primer año, y esto, además de perder salarios por ausentarse para recuperarse del parto, puede ser imposible de costear para muchas mujeres trabajadoras, en especial latinas que tienen trabajos de servicio o de primera línea a los que no pueden faltar. “No tengo suficiente dinero para tener un bebé ahora” es una de las principales razones para abortar, según estudios, y más de la mitad de quienes escogen interrumpir un embarazo lo hacen para estar mejor posicionadas económicamente antes de convertirse en madres.
Todas estas presiones en las finanzas y en la salud física y mental hacen que sea vital para una mujer en embarazo contar con una red de apoyo, sea familia, amigos o una pareja. Esto no es posible para muchas, y de hecho otra razón principal que las mujeres dieron en las encuestas para terminar una gestación era “no querer ser madre soltera”.
El miedo a enfrentar este reto solas es tan grande que, según el Estudio Turnaway, las mujeres a las que se les niega el aborto tienen más probabilidades de permanecer atadas a parejas abusivas.
El abuso a veces es la misma causa del embarazo que se quiere interrumpir, y no poder hacerlo es no solo echar sal a la herida, pero otro trauma nuevo que puede ser mucho mayor. Alrededor del 1% de las mujeres que abortan quedaron embarazadas por violación, y menos de 0.5% de las pacientes que abortan quedaron embarazadas por incesto, según las encuestas de Guttmacher.
Y aunque estas no son razones comunes para interrumpir un embarazo, antes eran ampliamente aceptadas legalmente como excepciones para abortar, incluso por los políticos republicanos. Ahora, cada vez más leyes y proposiciones tampoco las aceptan.