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¿Quedaron atrás los mejores días para el fútbol de España?

¿Quedaron atrás los mejores días para el fútbol de España?

Por Carlos Rajo/Columna de Opinión

Más que los tres goles de diferencia, la victoria de Brasil sobre España pone sobre la mesa la pregunta inevitable en el fútbol: ¿es éste el fin de un ciclo?

¿Es que por una mezcla de cansancio, edad, disminución natural de habilidades futbolísticas, saturación por tantos partidos jugados cada año, falta de entusiasmo después de haberlo ganado todo “La Roja” de Xavi, Iniesta y Casillas  dejó atrás su mejores días que todo lo que viene ahora es en bajada?

No hay respuestas simples a estas interrogantes. O al menos, respuestas en un sólo sentido de sí o no. Los veredictos en el fútbol son mucho más complicados que el resultado de un solo partido.

Queda que la final de la Copa Confederaciones en el mítico estadio brasileño Maracaná es algo que sobrepasa lo del simple resultado. Brasil no sólo aplastó a España, sino que en esa victoria dejó ver precisamente varios de estos elementos que hacen pensar que lo de “La Roja” se está terminando. Es cierto, como pasa siempre con los que ganan, la suerte acompañó a Brasil.

El primer gol recién comenzado el partido cayó como un mazazo en una España que llegaba más cansada -por la larga semifinal con Italia- y menos acostumbrada al caluroso clima local. Por muy campeón del mundo que se sea, no es chiste comenzar perdiendo ante Brasil desde el minuto dos.

Y además, por supuesto, está esa jugada de cuando casi terminaba el primer tiempo en la que el central brasileño que juega en el Chelsea de Inglaterra, David Luiz, sacó un gol literalmente en la línea. Si España empataba quizá hubiese sido otro partido en la segunda parte. Y aun peor, precisamente cuando apenas comenzaba ese segundo tiempo llegó el otro gol brasileño (una genialidad de Neymar).

Pero de nuevo, hay algo en España que va más allá del divorcio con la diosa fortuna. Están los mismos jugadores y el mismo estilo de juego. El fenomenal control y pase de la pelota de Andrés Iniesta, Xavi Hernández y el resto al que nos acostumbró “La Roja” en sus triunfos en las dos Copas Europeas y en la Copa del Mundo en Sudáfrica en 2010. El problema es que por alguna razón esos pases no llegaban a nada. Ese mismo juego de primera intención y pelota al piso que antes volvía locos a los rivales, ante Brasil se veía como que era un instante demasiado lento. Lo suficiente para que lo interceptaran los volantes o defensores brasileños -¡como pegan estos tipos por cierto!

Este juego español del toque y más toque -el ‘tiki-taka’ le llaman en el mundo futbolero- es fabuloso y tiene letales efectos cuando se logra conectar con los delanteros. Cuando no lo consigue se convierte en un improductivo pasar de pelota en el medio campo.

También es cierto que los brasileños fueron pegajosos, llenaron de gente esa zona media e hicieron difícil -a menudo a golpes- que se diera esa conexión entre los creativos volantes españoles y sus goleadores.

El detalle es que cuando este circuito funciona -y en el pasado casi siempre había funcionado- no importa cuánta gente haya enfrente o si el rival es bueno, malo, leñero o lo que sea. Xavi o Iniesta se las arreglaban siempre para conectar con el goleador o muchas veces ellos mismos hacían el gol. Lo que se vio el domingo es que ni estos creativos podían conectarse con efectividad ni había nadie arriba que hiciera lo goles.

Extraño esto del fútbol y de los ciclos ganadores. Un equipo al que se temía precisamente por esa conexión entre sus volantes y los delanteros, se ve de pronto como un equipo sin gol. Ni Pedro por la derecha -más allá del casi gol que le quitó Luiz-, ni Mata por la izquierda -quién sabe por qué lo pusieron ahí si el tipo es volante- o el “niño” Torres por el centro fueron seria amenaza para la defensa y el portero brasileños.

Es posible que alguien pueda ver la mitad llena del vaso y concluir que lo del Maracaná fue un tropiezo que no marca una tendencia. Que España sigue siendo España, o mejor dicho “La Roja” -antes cuando no ganaban nada se les conocía como “la furia española- y que el próximo año en la Copa del Mundo volverá a mostrar ese talento, creatividad y efectividad al meter goles que el mundo le admira. Pero es posible también que si se estudia la estructura del equipo se encuentren agujeros por todos lados.

Quizá Casillas tenga todavía para rato, lo cual habla bien de él, considerando que el arquero del Real Madrid tiene meses de no jugar en su equipo (primero por una lesión en una mano y luego porque el entrenador Mourihno lo sentó). En la defensa, sin embargo, es claro que hay problemas. Los centrales que hasta ahora habían sido todopoderosos en potencia, agilidad y velocidad, de pronto se vieron lentos y desconcentrados. Ambos por cierto -Ramos y Piquet- generando dudas en sus respectivos equipos, Real Madrid y Barcelona, lo cual confirmaría que lo del domingo es síntoma de algo más serio. Y ni hablar del lateral derecho Arbeloa, quien se vio muy mal ante Neymar (reciente contratación del Barcelona quien confirmó que por algo se han pagado $75 millones de dólares por su pase).

Sobre el medio es temprano todavía y sería de locos descartar a Xavi o Iniesta (de 33 y 29 años respectivamente). Sin embargo, algo pasa ahí. Lo decíamos, eso mismo que parece genial cuando funciona, cuando no sale, es nada, simple pasecito y pasecito que se termina perdiendo la pelota o con uno de ellos en el suelo.

En la delantera, por lo que se vio el domingo habría que cambiar a los tres. Para alguien por ejemplo que no haya visto el resto de partidos de España en Brasil le hubiese sorprendido por decir lo menos, que Torres ganara la “Bota de Oro” como el goleador del torneo. Ante Brasil no tuvo un solo tiro de peligro.

Pero bien, dejemos a España.

Queda un año para el próximo Mundial y hay tiempo para recuperarse. Con todo, uno pensaría que este es el principio del fin. Que así como el Barcelona -al que se le parece mucho ‘La Roja’ en su estilo de juego- terminó un ciclo cuando salió el técnico Guardiola, hoy lo mismo pasa con la selección española. Es apenas un detalle, un centímetro, un instante la diferencia entre lo que antes funcionaba y era una genialidad y lo que hoy no sale y es muestra de impotencia, de comenzar hacerse viejo -al menos en edad futbolera-, en fin, de que algo se está terminando.

De Brasil hay que rescatar ante todo su actitud. Salió al Maracaná a jugarse la vida. Quién sabe si por el prestigio y la historia de su camiseta y su fútbol, si por el compromiso de enviar un mensaje a esos millones de compatriotas que han protestado en las calles por muchas cosas entre ellas por los gastos multimillonarios para la Copa del Mundo o si simplemente porque han visto una oportunidad de volver a ser el número uno del mundo.

Brasil está lejos todavía de ser siquiera algo similar a ese Brasil de 1982, 94 o en fin cualquier otro Brasil de los tantos que han deleitado al mundo. Pero es mucho más de lo que era al inicio de esta recién concluida Copa Confederaciones o de lo que ha sido Brasil desde que ganó su última Copa del Mundo en 2002.

Quien lo hubiese dicho. Un torneo que muy pocos se toman en serio -fue invento del no muy querido y cuestionado presidente de la FIFA Sepp Blatter-, se convirtió al final en una buena vitrina para que Brasil volviera a ser considerado la potencia mundial que siempre ha sido en fútbol. Y, por supuesto, para que comience el bla, bla, sobre el fin de un ciclo de “La Roja”. El venir a menos de una generación que ganó todo pero que como sucede siempre en el deporte y en la vida comenzó un día a ser afectada por inexorable paso del tiempo.