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Porteños en estado de permanente crispación

Porteños en estado de permanente crispación

BUENOS AIRES (AP) — Si usted cree que está a punto de estallar y cometer una locura, puede servirse de un menú variado de televisores, monitores de computadora, teléfonos y botellas vacías para romper y descargar su ira. El alivio, al menos provisorio, está garantizado. 

Así se promociona The Break Club, un espacio en el que "uno pueda dejarse ir" sin el esfuerzo de autocontrol que exige la vida cotidiana en Buenos Aires, sumergida bajo un clima de malestar y crispación que algunos expertos ligan a las exigencias propias de la vida moderna pero potenciadas por algunas particularidades como la recesión económica, la inflación, la inseguridad y una lógica de confrontación permanente desde la clase política. 

Los medios de prensa reportan cada vez con mayor frecuencia informaciones sobre estallidos de ira de ciudadanos de distinta orientación sexual y clase social. Un empresario enfrenta un proceso judicial porque destruyó con un hacha un automóvil Honda que el conductor dejó mal estacionado frente al garaje de su casa. El empresario Martín Seeber dijo por televisión que había pedido una grúa para que remolcase el auto, pero luego de 20 horas de espera no pudo más y descargó su furia con un hacha. 

A los pocos días se difundió el caso de dos vecinos de un barrio de clase baja que dirimieron una disputa por basura con la misma herramienta. 

Estas disputas muchas veces tienen un final trágico. En la capital argentina se cometieron 176 homicidios en 2013, un 10,2% más que en el año anterior, y el móvil predominante fueron las discusiones o reyertas callejeras, según un reciente informe de la Corte Suprema de Justicia. 

"Buenos Aires es la ciudad de la furia, lo notamos en el día a día", dijo a AP Guido Dodero, un publicista de 31 años que replicó con éxito en el país la experiencia de romper cosas como entretenimiento que nació en la década de los 80 en Japón y luego se extendió a Barcelona y Dallas. 

Unas 1.500 personas han pasado en el último tiempo por la Sala de la Ira, un espacio hermético de paredes de cemento a la vista en el que bate en mano y música heavy metal de fondo el cliente hace añicos botellas, televisores y computadoras en desuso para descargarse. También se puede romper un portarretrato con la foto de un jefe molesto, de una suegra o de ex novia/o. 

"En el día a día la gente va acumulando hasta que decide ir a un lugar donde pueda desatar el caos de una manera controlada", dijo Dodero, quien resta importancia a quienes opinan que este tipo de descarga de tensiones lejos de ser terapéuticas, podría aumentar la crispación. "Tenemos gente que nos llama a las tres de la tarde desde la oficina y nos dice '¡no aguanto más, no tienes un turno para dentro de dos horas'!". 

"Hay una situación colectiva de un enorme malestar social. Muchísima gente tiene vivencias de enorme insatisfacción, también de incertidumbre frente al futuro, falta de garantías, de poder armar proyectos...Eso se expresa en un clima de exasperación y un mínimo estímulo produce reacciones muy sobrepasadas", reflexionó Diana Kordon, médica psiquiatra y psicoanalista, miembro del Equipo Argentino de Trabajo e Investigación Psicosocial. 

Esta crispación se hace particularmente visible en la vía pública. En coincidencia con el deterioro de los indicadores económicos, una recesión sumada a una inflación que ronda el 40% anual, crecieron las movilizaciones y protestas frente a edificios gubernamentales en el centro de la capital en reclamo de mejoras salariales o por despidos. 

Ariel Vega, un conductor de taxi, describió que "hay malestar en los pasajeros, en los que manejamos. Andamos enloquecidos en la calle". 

"Uno ve gente que está en la calle peleando, discutiendo por cosas mínimas, caminas por la calle y ves gente con cara de preocupada todo el tiempo", dijo Kordon, quien apuntó que en estos tiempos hay una mayor demanda de antidepresivos y estabilizadores del estado de ánimo. 

Una fotografía exacta de este clima de irritabilidad la ofrece la película "Relatos Salvajes", que consiste en seis relatos independientes pero con un elemento común: el estado de alteración al que llegan sus protagonistas por diferentes motivos. El film de Damián Szifrón, elegido para representar al país en los Oscar, es el más taquillero en la historia del cine argentino. 

"Uno se reprime como ciudadano muchas veces por día. Estamos midiendo las consecuencias de cada uno de nuestros actos, calculando sus consecuencias. La vida de la gente en sociedad no es en libertad, sino muy controlada, y por eso está la fantasía de perder el control y responder a las cosas que nos ocurren", afirmó el director en una reciente entrevista. 

La clase política no contribuye a apaciguar los ánimos ya que ha quedado presa de una lógica de confrontación permanente entre el gobierno y sus opositores, coinciden los expertos. 

"El aumento del fanatismo ideológico-político genera dos bandos y cualquier división de bandos siempre hay una tensión inevitable. Cualquier división entre opuestos estigmatizados genera una tensión", opinó Mirta Goldstein, doctora en psicología la especialista en temas de violencia social. 

Empleado de un banco, Guillermo Van quedó exhausto "pero más relajado, me olvidé de los problemas" tras 15 minutos de romper con un bate una veintena de botellas en The Break Club. 

Psicólogos sin embargo señalan que dirigirse expresamente a lugares para romper objetos es un tipo de terapia "conductista" que descarga de forma "provisional" la ira y que a largo plazo no es terapéutico para el individuo porque puede volver "adictiva" la actitud de predisposición a la violencia.