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Opinión: Urge el debate sobre la posesión de armas

Urge el debate sobre la posesión de armas

Columna de Opinión

Por Carlos Rajo

Ante una tragedia que deja 27 muertos, entre ellos 20 niños, es hora de preguntarse ¿cuándo el país comenzará a hablar del control de armas?

El Presidente Obama recién lo ha hecho. El mandatario señaló este viernes que es hora de hacer algo al respecto. Que más allá de la política envuelta en el asunto “hay que tomar acciones para prevenir tragedias como estas”, dijo en una emocional intervención desde la Casa Blanca.

Extraño para un presidente hablarle de esta forma a la nación. Obama hizo grandes esfuerzos para contener las lágrimas. Era el Obama más padre que presidente, como él mismo dijo. Apenas introdujo el tema para que -esperemos- otro día hable más en profundidad.

Otros líderes políticos, aunque agradecieron al presidente por lo dicho, no lo consideraron suficiente.

“Ya antes hemos escuchado esta retórica. Lo que no he visto es liderazgo -ni de la Casa Blanca ni del Congreso-. Esto debe terminar hoy”, señaló Michael Bloomberg, alcalde de la ciudad de Nueva York, quien exigió que Obama envíe al Congreso un proyecto de ley sobre el control de armas.

“Esta es una tragedia nacional y exige una respuesta nacional”, agregó Bloomberg uno de los pocos políticos que se atreven a hablar del tema del control de armas. “Mis más profundos sentimientos están con las familias afectadas y mi determinación para detener ésta locura es más fuerte que nunca”.

Lo sucedido en la escuela primaria Sandy Hook en la ciudad de Newtown, en el estado de Connecticut, es sólo el más reciente de varios actos de violencia sucedidos en los últimos meses en diferentes puntos de la nación y que han dejado decenas de muertos y muchos heridos. En todos encontramos un elemento en común: un individuo solitario que tuvo fácil acceso a armas y que por cualesquiera razones decidió atacar a indefensos seres humanos.

Recién hace unos días, la tragedia fue en un centro comercial en Oregón, donde murieron tres personas, incluyendo el sujeto que originó la balacera. En julio la tragedia fue en Colorado, donde otro sujeto armado disparó en un cine en la ciudad de Aurora matando a 12 personas e hiriendo a más de 70.

El recuento de actos violentos y las tragedias que ocasionaron pudiera seguir. Bien se puede ir hasta el famoso caso de hace una década también en Colorado de la Escuela Secundaria Columbine o el del estudiante de la Universidad de Virginia Tech en abril de 2007, pasando por supuesto por lo sucedido en Arizona el año pasado en el caso de la ex Congresista Gabrielle Gifford. El punto es que pareciera que en Estados Unidos es más normal que extraordinario que se den estas acciones con armas de fuego que tienen como protagonistas a gente que adquirió las armas sin mayor problema y en muchos casos incluso de manera legal.

Por supuesto que es posible que algunos, varios o quizá todos de estos sujetos violentos hayan tenido problemas mentales y que por lo tanto eran gente dispuesta a llevar a cabo sus acciones más allá de cualquier restricción legal que hubiese existido sobre cómo adquirir armas.

Tampoco es justo que por las acciones de algunos individuos, que al final de cuentas son una ínfima minoría en el contexto de toda la población que posee armas de fuego, se llene de lodo a todos aquellos que precisamente hacen punto de honor del derecho que confiere la Segunda Enmienda de la Constitución de Estados Unidos sobre la adquisición y portación de armas.

Pero lo que sí es cierto es que debería de haber llegado la hora para que el país inicie una abierta y honesta discusión pública sobre el control de armas. Ese derecho que otorga la Segunda Enmienda no puede ser absoluto. El derecho de un individuo no puede estar por encima de los intereses del resto de la sociedad.

Que quede claro, no hay una respuesta o salida fácil a este problema de la violencia ocasionada por sujetos armados. Y nadie debería pretender tener la solución, pero lo menos que puede hacerse por la memoria de las víctimas y por la seguridad de otros niños, jóvenes y demás inocentes es que al menos se comience a hablar del tema del control de armas.

Una de las áreas en las cuales se puede iniciar la conversación es en lo que respecta a las llamadas armas de asalto (en lo de Colorado y en lo de Oregón se utilizó uno de estos fusiles, el AR-15, que es la versión civil del M-16 que usan los militares). Estos rifles estuvieron prohibidos en Estados Unidos durante diez años. En el 2004 el Congreso dejó que la ley expirara. Es hora de prohibirlos de nuevo. Un fusil de esos no tiene nada que hacer en el deporte o en la vida diaria de los amantes de las armas.

Alguien se preguntará, ¿pero y por qué no se habla del control de armas? ¿Por qué los políticos -comenzando por el propio Presidente Obama- apenas se refieren al tema cuando hay una tragedia como la de la escuela en Connecticut? O si hablan del tema, lo hacen de una manera muy delicada como tratando de no ofender a alguien.

La razón es básicamente política. Hay temor al poderoso “lobby” que está en favor de que haya la mayor libertad posible para adquirir y poseer armas, comenzando por la llamada Asociación Nacional del Rifle (NRA por sus siglas en inglés). Esta organización tiene millones de miembros y con el dinero y la influencia que tiene en los corredores de poder en Washington puede fácil acabar con la carrera de cualquier político.

No es por casualidad que hasta el mismo presidente Obama se mostró todo este año muy discreto en sus pronunciamientos sobre el tema. Aun después de lo de Aurora en Colorado, cuando muchos esperaban que dijera algo directo y claro sobre el control de armas y con ellos iniciar el debate nacional, el entonces candidato Obama no dijo mucho. Uno esperaría que ahora que el mandatario no tiene otra elección en su vida será el momento para que se llene de coraje político y agarre el toro por los cuernos.

Decíamos que Obama se refirió al tema aunque sin entrar en mayores detalles. Qué bueno que al menos señaló que más allá de las disputas políticas algo hay que hacer. Que no es posible, reclamó Obama, que la nación siga experimentando estas tragedias. Cualquier discusión en este sentido pasa inevitablemente por el tema del control de armas. Como lo dijo el alcalde de Nueva York, quedamos pendientes de la próxima intervención del mandatario, tanto en palabras como en hechos (un proyecto de ley).

Llama al optimismo que además de gente como el alcalde Bloomberg, ya algunos congresistas hayan comenzado a poner los puntos sobre las íes.

“Desafío al Presidente Obama, al Congreso y al pueblo estadounidense a que actuen por nuestra indignación y finalmente hagan algo sobre esto”, señaló el congresista demócrata de New York Jerrold Nadler. “Si ahora no es el momento para tener una discusión seria sobre el control de armas y la epidemia de violencia que azota a nuestra sociedad, no sé cuándo lo será. ¿Cuántas más Columbines y Newtons debemos pasar?”

Es claro que en esto de las armas de fuego hay otros factores que van más allá de la influencia de este “lobby” de que hablamos. Se entiende que para buena parte de la población estadounidense ese derecho que se deriva de la Segunda Enmienda es algo que incluso es más profundo que lo estrictamente legal. Es algo cultural. Algo que tiene que ver con el ser estadounidense. Con la manera de cómo fueron criados y de cómo ven el mundo y la sociedad.

Lo que se les pide a estos estadounidenses, que nadie dicen que sean gente mala o que no tengan compasión por sus compatriotas muertos y heridos, es que entiendan -y sino lo quieren entender lo tendrán que aceptar- que el costo que está pagando el resto de la nación por ese derecho, costumbre o forma de vida, es demasiado alto. Cuando James Madison escribió esa Segunda Enmienda lo hizo pensando en la seguridad interna de la nación, no en dar una carta blanca para que individuos solitarios pudieran adquirir armas sin problemas y ocasionar tragedias como la de la escuela en Sandy Hook.