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OPINIÓN: Si no hay recuento de los votos en Venezuela, cualquier cosa podría pasar

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Por Carlos Rajo

El estrecho margen de victoria del candidato Chavista Nicolás Maduro en la elección presidencial del domingo ha dado lugar a una peligrosa situación de inestabilidad en Venezuela que demanda de mente fría y decisiones de estadista de parte de los líderes del gobierno y la oposición.

De no hacerlo, se corre el riesgo de un conflicto político y social que nadie sabe dónde terminará en lo que es ya una sociedad altamente polarizada. Los siete muertos que se han dado en los días posteriores a la elección, en medio de protestas de la oposición, son apenas un ejemplo menor de lo que pueda venir si no se logra cierto tipo de aceptación o legitimidad electoral.

La disputa que da origen al conflicto es simple: Maduro ganó por el 1,8% de diferencia -alrededor de 270 mil votos- y considera que no hay nada más que decir. Que él es el presidente electo y que como tal el resto de la sociedad debe reconocerle. 

La oposición argumenta que hubieron irregularidades en la elección y demanda que se haga un recuento manual de los votos. Que según sus propias cuentas, argumenta, su candidato Henrique Capriles ganó y que entretanto no reconocerá el triunfo de Maduro.

Así las cosas, cada lado en la disputa ha movido sus piezas y tomado acciones. La oposición inició con un ataque verbal a Maduro llamándolo ilegítimo y convocando a protestas callejeras. Al mismo tiempo, insistiendo en que las autoridades electorales decidan hacer el recuento de votos. Pronto, sin embargo, ante la dura y frontal respuesta del gobierno, la oposición pareció quedarse sin opciones. Sigue demandando que se dé el recuento -el miércoles lo hizo oficialmente ante el Consejo Electoral-, pero más allá de las protestas de los cacerolazos cada noche no ha hecho mucho más.

Y es que no es simple decidir que más se puede hacer. El gobierno -y las autoridades electorales- se ha negado a cualquier tipo de recuento de votos y poco a poco ha ido poniendo contra la pared a la oposición. Maduro mismo, en su calidad de Presidente en funciones, señaló que no dejaría que la oposición se tomara las calles de Caracas por donde tenía planeado hacer una manifestación de protesta el miércoles -al final la marcha fue cancelada por el mismo líder de la oposición ante el temor de lo que pudiera suceder. “Hay una agenda de confrontación y violencia” de parte del gobierno, aseguró un líder opositor.

En la Asamblea Nacional, por otro lado, su líder Diosdado Cabello, rival interno de Maduro pero de los históricos del Chavismo, destituyó a los diputados de oposición que dirigían comisiones del parlamento. “Si no reconocen a Maduro aplico reciprocidad”, fue el argumento de Cabello. Igualmente, un diputado de oposición fue agredido físicamente. Se habla también -aunque sin confirmación oficial-, de que ya existe y está lista para aplicarse en cualquier momento, una orden de captura contra Capriles y uno de sus allegados, Leopoldo López. 

El gobierno, además, con frecuencia acusa a los opositores de ser parte de “un proyecto fascista”, de estar desestabilizando el país y de ser los mismos burgueses de siempre “apoyados por el imperialismo yanqui”, tal lo dicho el miércoles por el propio Maduro. “Es la derecha pinochetista”, aseguró el líder Chavista en referencia al desaparecido dictador chileno Augusto Pinochet. “Han tomado las banderas de Pinochet”.

El miércoles, por cierto, se dio otro incidente que elevó la temperatura de los Chavistas y que sirvió también para lanzar más acusaciones contra la oposición, en este caso de ser parte de una conspiración empujada por Estados Unidos. Sucede que en Washington el secretario de Estado John Kerry habló sobre Venezuela en una audiencia ante un comité de la Cámara Baja, señalando que la Administración Obama no ha decidido todavía si reconocer el triunfo de  Maduro y que entretanto espera que se dé el recuento de votos. “Creemos que es aconsejable que haya un recuento”, dijo Kerry.

La respuesta de Maduro ante lo dicho por Kerry no se hizo esperar. Lo del secretario de  Estado, dijo, es un “obsceno intervencionismo” en los asuntos internos de Venezuela. “¿Qué tiene que hablar usted de Venezuela?”, se preguntó Maduro en referencia a lo dicho por Kerry, “si bastantes problemas económicos, sociales y políticos agobian al pueblo de Estados Unidos”. No nos importa su reconocimiento, siguió Maduro, “vamos a ser libres e independientes con ustedes o sin ustedes”.

Para este viernes se tiene planeada la ceremonia de toma de posesión de Maduro a la cual asistirán jefes de Estado de países amigos del Chavismo como Bolivia, Argentina, Irán y otros. La estrategia gubernamental ante el conflicto pareciera ser la de tener hechos consumados, en este caso, que su candidato asuma la presidencia. 

Al mismo tiempo, ignorando o al menos pretendiendo ignorar las protestas de la oposición y la duda de buena parte de la comunidad internacional sobre la elección. Encima de todo, con la amenaza de hacer valer la fuerza del Estado sobre aquellos que no acepten o cuestionen la legitimidad del triunfo de Maduro.

Mucho del lenguaje duro de los Chavistas no es nuevo en la política venezolana. Hugo Chávez mismo lo utilizaba a menudo e incluso con mucha mayor imaginación u floridez. El detalle es que Chávez, sin embargo, muy pocas veces llevó a la práctica las amenazas contra sus opositores. En parte porque no lo necesitaba y en parte por su habilidad y muñeca política. Con Maduro es diferente. 

El nuevo líder Chavista no sólo no tiene esa magia que tenía Chávez para gobernar sin necesidad de reprimir -al menos abiertamente- sino que aun peor,no tiene la legitimidad de Chávez. Y todavía más, tampoco tendrá los recursos estatales para comprar voluntades dentro del Chavismo y evitar que se cuestione su pobre desempeño en la campaña presidencial.

Para evitar que haya más polarización -bien con más protestas de la oposición o con acciones de fuerza del Estado- es necesario que se despejen las dudas sobre el resultado de la elección. Más allá de si la oposición es “burguesa”, de si es un peón del imperialismo y demás acusaciones que se le hacen, el punto es que literalmente la mitad del electorado venezolano no apoya a Maduro.

En términos numéricos por supuesto, una elección se puede ganar con un solo voto. Pero eso no es suficiente, en particular en casos como el venezolano donde no hay consenso en la sociedad. Para gobernar en Venezuela se necesita que al menos esa población que es anti Chavista esté convencida que el presidente ganó la elección de manera cabal (sin hablar del abusivo uso de los recursos estatales, mediáticos, etc. durante la campaña que es algo de lo que ya no puede hacerse nada). 

Vale aquí el recuerdo sobre el Estados Unidos del 2000. Cuando la Corte Suprema literalmente le da la victoria al candidato republicano George W. Bush sobre el demócrata Al Gore, la nación simplemente aceptó la decisión. ¿Por qué?, básicamente porque hay consenso en la sociedad estadounidense sobre sus líderes, su sistema político y en general sobre sus instituciones. En Venezuela hoy eso no existe.

Por el mismo interés nacional y más allá de los tecnicismos legales -el organismo electoral asegura que no hay tal cosa como el recuento manual de votos en la legislación venezolana- Maduro y los Chavistas tendrían que aceptar el recuento de votos. 

Si es cierto que han ganado la elección el recuento lo demostrará. La mitad del país los seguirá odiando pero al menos no tendrá pretexto para no aceptar su legítimo derecho a gobernar. 

Si no hay recuento, el país y sociedad seguirán peleados y no sólo será complicado gobernar sino más peligroso, cualquier cosa pudiera pasar. Mucho del país seguirá inconforme y fuerzas y actores políticos o institucionales como los militares que hasta hoy han mantenido silencio pudieran tomar acción (de boca se dicen Chavistas, pero ante una situación de inestabilidad no sería extraño que tomen cartas en el asunto). 

Aunque la oposición no tiene muchas opciones y se ve paralizada -qué más puede hacer además de protestas que se ve obligada a suspender-, la verdad es que por hoy la bola está en el campo de los Chavistas. Maduro tiene que demostrar que tiene la mente fría y el temple de un auténtico líder político para poner primero a la nación antes que su interés personal o de grupo.