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OPINIÓN: ¿Será Francisco I un Papa con "fuego en el estómago"?

Por Carlos Rajo El Cardenal Jorge Mario Bergoglio, el hasta ahora Obispo de Buenos Aires, de 76 años y recién elegido Papa Francisco I, tendrá tremendos desafíos en una Iglesia Católica que se ve acosada por problemas tan diversos como la falta de fe en muchas sociedades europeas, el salto hacia las iglesias protestantes de millones de fieles en Latinoamérica y las intrigas en su propia curia en el Vaticano. Y por si esto no fuera suficiente, las nunca terminadas consecuencias de los escándalos de abuso sexual de sacerdotes de la Iglesia Católica. Y ni hablar de los desafíos en una época moderna en la cual la Iglesia Católica, con formas, tradiciones y doctrinas más de la Edad Media. Es cierto, el último Papa Benedicto XVI tuvo al final una cuenta de Twitter, pero esto es un detalle secundario en comparación con algunos de los anacronismos de la Iglesia Católica con los ritmos del mundo, como es la aceptación en muchas sociedades no sólo de homosexualidad, sino incluso del matrimonio entre personas del mismo sexo. Los problemas y desafíos para este nuevo Pontífice son tan grandes que alguien pensaría que simplemente son demasiados para un ser humano. Que estar al frente de una institución tan compleja de más de mil millones de miembros rebasa cualquier capacidad, inteligencia o sabiduría de hombre alguno. No por casualidad, Benedicto XVI, unos días después de haber sido elegido y comentando sobre la inmensidad de su tarea, se preguntaba: “¿Cómo puedo hacer esto?” Quizá el problema más urgente es el de “limpiar” la curia Romana, esa burocracia de unos dos mil miembros que trabaja en el Vaticano y que es la encargada de administrar la Iglesia Católico. Esto por supuesto es un desafío un tanto secundario en la vida diaria de los católicos del mundo. A un católico en Guadalajara, Sao Paulo o en alguna ciudad de África no le importa mucho qué pasa con los cardenales, monseñores, sacerdotes y demás que despachan en el Vaticano (por cierto, sólo trabajan media jornada diaria). Sus problemas son más puntuales: o bien cómo ganarse la vida, o bien qué hacer ante la posibilidad de un aborto, o bien la simple decisión de si utilizar métodos anticonceptivos. Pero el punto es que el Vaticano y el papado, aun con sus dos mil años de antigüedad, deben de funcionar como una empresa moderna. Y si hay desorden, corrupción, intrigas y en general desorganización en la matriz o en la cabeza, casi con seguridad el resto del cuerpo no funcionará bien. El segundo gran desafío del nuevo Papa tiene que ver con algo que de seguro conoce bien: el éxodo de católicos en latinoamericanos hacia las Iglesias Pentecostales y Evangélicas. El problema no es tan agudo en su natal Argentina, pero sí es tremendo en el vecino Brasil. En los años 70, cerca del 95% de la población brasileña era católica, hoy se habla de que un 65% sigue con la Iglesia romana. Porcentaje alto todavía, pero que muestra una erosión permanente de millones de fieles dándole la espalda al Papa y a la Iglesia Católica. Un fenómeno similar se vive en Estados Unidos en relación a los inmigrantes católicos, muchos de ellos también se han pasado a las Iglesias protestantes. Aun cuando los inmigrantes son quienes han revitalizado la Iglesia Católica en Estados Unidos, en especial en lugares como Los Ángeles, al mismo tiempo es impresionante la presencia que tienen en las iglesias protestantes. Sólo basta caminar por cualquier barrio o ciudad del sur de California donde viven los latinos para darse cuenta de lo anémico que es la presencia de la Iglesia Católica y lo vibrante y ruidosa que es la de los protestantes. Sólo el tiempo dirá si el nuevo Papa tiene la sabiduría y la capacidad para detener esta sangría de fieles en Latinoamérica y Estados Unidos. Será interesante por otro lado, ver como el Papa lidia con muchos de estos problemas de la Iglesia considerando que su perfil es el de un hombre conservador dentro de la Iglesia. Es paradójico que Bergoglio, siendo jesuita, sea un conservador en asuntos doctrinarios. La mayoría de jesuitas es gente liberal que por lo general se ubican en el lado izquierdo de la Iglesia y que como tales están casi siempre en el lado opuesto de las jerarquías o de los que mandan en el Vaticano. Es fascinante el perfil de Bergoglio. Un hombre humilde que se mueve en Buenos Aires en autobús, que vive en un apartamento sencillo y que en general ha rechazado siempre las formas y ventajas si se quiere, que da el ser un “príncipe de la Iglesia”. Al mismo tiempo, sin embargo, un hombre de Iglesia tan conservador en materia doctrinaria que sus posiciones en contra del aborto, el matrimonio entre gente del mismo sexo, el uso de anticonceptivos y en general la moral sexual, son tan a la derecha como el mejor ortodoxo (cara dura) de la Iglesia. En el 2010, por ejemplo, Bergoglio tuvo una disputa pública con la presidenta argentina Cristina Fernández al señalar que la adopción de niños por homosexuales era una forma de discriminación contra los niños mismos. La presidenta dejó claro su desacuerdo con el Arzobispo. En otro momento sin embargo, Bergoglio señaló que Latinoamérica es uno de los lugares “donde más desigualdad hay en el mundo”. En el continente, ha dicho el nuevo Papa, “persiste la injusta distribución de bienes, creando una situación de pecado social que clama al paraíso y que limita las posibilidades de una vida llena para muchos de nuestros hermanos”. Además de su origen latinoamericano, -aunque de padres italianos y con estudios en Alemania-, Bergoglio trae al nuevo papado algo que de seguro habrá pesado en su elección: el respeto de moderados y conservadores por su acción pastoral. Que más allá de disputas o posiciones ideológicas o doctrinarias, ha sido siempre un hombre de la Iglesia que ha estado cerca de la gente. Nada que ver por ejemplo, con la distancia de intelectual que hubo siempre con Benedicto XVI. Sus vínculos con Europa deberían de ayudar al nuevo Papa con ese otro de los desafíos pendientes, el del creciente secularismo en el viejo continente. En Europa las iglesias están semi vacías, es una Iglesia Católica que se ha quedado sin fieles y sin sacerdotes. De nuevo, tampoco queda claro cómo el nuevo Pontífice podrá poner un dique a esa pérdida de fe de mucha de la juventud europea. Cómo hacer la Iglesia relevante en sus vidas. Benedicto XVI vio este desafío como el más importante de su gestión. Lo atacó a nivel intelectual pero no parece que haya tenido éxito en el terreno material. El tema de los abusos sexuales es algo que pareciera nunca terminar. Cada cierto tiempo aparecen, o bien nuevos casos de abusos, o bien situaciones en las cuales tal Obispo u otro jerarca de la Iglesia ocultó algo y no lo denunció a las autoridades. El nuevo Papa tiene que ser totalmente abierto en el tema. Dejar que salga a la luz lo que todavía no se conoce -si es que tal es el caso- y no dejar nunca de consolar y reconocer a las víctimas (en México, por ejemplo, se cuestionó a Benedicto XVI que cuando visitó el país no se reunió con las víctimas). Una de las críticas que se hacían antes del Cónclave sobre Bergoglio -algunos pocos lo consideraban un ‘papable’- era que el jesuita carecía de ese “fuego en el estómago” que tienen esos seres humanos destinados a grandes cosas, una mezcla de ambición, liderazgo y sentido histórico de su vida. Y que además, estaba un tanto mayor para ser Papa (apenas dos años menor que cuando Benedicto XVI fue elegido). Ojala que los críticos estén equivocados y que a esa edad Bergoglio tenga todavía la fortaleza que requiere el papado. Y es que los desafíos de esta Iglesia Católica del siglo XXI son tan enormes que se necesitará casi un súper hombre para afrontarlos. Es la nada fácil tarea que le espera al Papa Francisco I.

Columna de opinión

Por Carlos Rajo

El Cardenal Jorge Mario Bergoglio, el hasta ahora Obispo de Buenos Aires, de 76 años y recién elegido Papa Francisco I, tendrá tremendos desafíos en una Iglesia Católica que se ve acosada por problemas tan diversos como la falta de fe en muchas sociedades europeas, el salto hacia las iglesias protestantes de millones de fieles en Latinoamérica y las intrigas en su propia curia en el Vaticano. Y por si esto no fuera suficiente, las nunca terminadas consecuencias de los escándalos de abuso sexual de sacerdotes de la Iglesia Católica. 

Y ni hablar de los desafíos en una época moderna en la cual la Iglesia Católica, con formas, tradiciones y doctrinas más de la Edad Media.

Es cierto, el último Papa Benedicto XVI tuvo al final una cuenta de Twitter, pero esto es un detalle secundario en comparación con algunos de los anacronismos de la Iglesia Católica con los ritmos del mundo, como es la aceptación en muchas sociedades no sólo de homosexualidad, sino incluso del matrimonio entre personas del mismo sexo.

Los problemas y desafíos para este nuevo Pontífice son tan grandes que alguien pensaría que simplemente son demasiados para un ser humano. Que estar al frente de una institución tan compleja de más de mil millones de miembros rebasa cualquier capacidad, inteligencia o sabiduría de hombre alguno. No por casualidad, Benedicto XVI, unos días después de haber sido elegido y comentando sobre la inmensidad de su tarea, se preguntaba: “¿Cómo puedo hacer esto?”

Quizá el problema más urgente es el de “limpiar” la curia Romana, esa burocracia de unos dos mil miembros que trabaja en el Vaticano y que es la encargada de administrar la Iglesia Católico. 

Esto por supuesto es un desafío un tanto secundario en la vida diaria de los católicos del mundo. A un católico en Guadalajara, Sao Paulo o en alguna ciudad de África no le importa mucho qué pasa con los cardenales, monseñores, sacerdotes y demás que despachan en el Vaticano (por cierto, sólo trabajan media jornada diaria). 

Sus problemas son más puntuales: o bien cómo ganarse la vida, o bien qué hacer ante la posibilidad de un aborto, o bien la simple decisión de si utilizar métodos anticonceptivos. Pero el punto es que el Vaticano y el papado, aun con sus dos mil años de antigüedad, deben de funcionar como una empresa moderna. Y si hay desorden, corrupción, intrigas y en general desorganización en la matriz o en la cabeza, casi con seguridad el resto del cuerpo no funcionará bien.

El segundo gran desafío del nuevo Papa tiene que ver con algo que de seguro conoce bien: el éxodo de católicos en latinoamericanos hacia las Iglesias Pentecostales y Evangélicas. El problema no es tan agudo en su natal Argentina, pero sí es tremendo en el vecino Brasil. En los años 70, cerca del 95% de la población brasileña era católica, hoy se habla de que un 65% sigue con la Iglesia romana. Porcentaje alto todavía, pero que muestra una erosión permanente de millones de fieles dándole la espalda al Papa y a la Iglesia Católica.

Un fenómeno similar se vive en Estados Unidos en relación a los inmigrantes católicos, muchos de ellos también se han pasado a las Iglesias protestantes. Aun cuando los inmigrantes son quienes han revitalizado la Iglesia Católica en Estados Unidos, en especial en lugares como Los Ángeles, al mismo tiempo es impresionante la presencia que tienen en las iglesias protestantes.

Sólo basta caminar por cualquier barrio o ciudad del sur de California donde viven los latinos para darse cuenta de lo anémico que es la presencia de la Iglesia Católica y lo vibrante y ruidosa que es la de los protestantes. Sólo el tiempo dirá si el nuevo Papa tiene la sabiduría y la capacidad para detener esta sangría de fieles en Latinoamérica y Estados Unidos.

Será interesante por otro lado, ver como el Papa lidia con muchos de estos problemas de la Iglesia considerando que su perfil es el de un hombre conservador dentro de la Iglesia. Es paradójico que Bergoglio, siendo jesuita, sea un conservador en asuntos doctrinarios. La mayoría de jesuitas es gente liberal que por lo general se ubican en el lado izquierdo de la Iglesia y que como tales están casi siempre en el lado opuesto de las jerarquías o de los que mandan en el Vaticano.

Es fascinante el perfil de Bergoglio. Un hombre humilde que se mueve en Buenos Aires en autobús, que vive en un apartamento sencillo y que en general ha rechazado siempre las formas y ventajas si se quiere, que da el ser un “príncipe de la Iglesia”. 

 Al mismo tiempo, sin embargo, un hombre de Iglesia tan conservador en materia doctrinaria que sus posiciones en contra del aborto, el matrimonio entre gente del mismo sexo, el uso de anticonceptivos y en general la moral sexual, son tan a la derecha como el mejor ortodoxo (cara dura) de la Iglesia.

En el 2010, por ejemplo, Bergoglio tuvo una disputa pública con la presidenta argentina Cristina Fernández al señalar que la adopción de niños por homosexuales era una forma de discriminación contra los niños mismos. La presidenta dejó claro su desacuerdo con el  Arzobispo.

En otro momento sin embargo, Bergoglio señaló que Latinoamérica es uno de los lugares “donde más desigualdad hay en el mundo”. En el continente, ha dicho el nuevo Papa, “persiste la injusta distribución de bienes, creando una situación de pecado social que clama al paraíso y que limita las posibilidades de una vida llena para muchos de nuestros hermanos”.

Además de su origen latinoamericano, -aunque de padres italianos y con estudios en Alemania-, Bergoglio trae al nuevo papado algo que de seguro habrá pesado en su elección: el respeto de moderados y conservadores por su acción pastoral. Que más allá de disputas o posiciones ideológicas o doctrinarias, ha sido siempre un hombre de la Iglesia que ha estado cerca de la gente. Nada que ver por ejemplo, con la distancia de intelectual que hubo siempre con Benedicto XVI.

Sus vínculos con Europa deberían de ayudar al nuevo Papa con ese otro de los desafíos pendientes, el del creciente secularismo en el viejo continente. En Europa las iglesias están semi vacías, es una Iglesia Católica que se ha quedado sin fieles y sin sacerdotes. De nuevo, tampoco queda claro cómo el nuevo Pontífice podrá poner un dique a esa pérdida de fe de mucha de la juventud europea. Cómo hacer la Iglesia relevante en sus vidas. Benedicto XVI vio este desafío como el más importante de su gestión. Lo atacó a nivel intelectual pero no parece que haya tenido éxito en el terreno material.

El tema de los abusos sexuales es algo que pareciera nunca terminar. Cada cierto tiempo aparecen, o bien nuevos casos de abusos, o bien situaciones en las cuales tal Obispo u otro jerarca de la Iglesia ocultó algo y no lo denunció a las autoridades. El nuevo Papa tiene que ser totalmente abierto en el tema. Dejar que salga a la luz lo que todavía no se conoce -si es que tal es el caso- y no dejar nunca de consolar y reconocer a las víctimas (en México, por ejemplo, se cuestionó a Benedicto XVI que cuando visitó el país no se reunió con las víctimas).

Una de las críticas que se hacían antes del Cónclave sobre Bergoglio -algunos pocos lo consideraban un ‘papable’- era que el jesuita carecía de ese “fuego en el estómago” que tienen esos seres humanos destinados a grandes cosas, una mezcla de ambición, liderazgo y sentido histórico de su vida. Y que además, estaba un tanto mayor para ser Papa (apenas dos años menor que cuando Benedicto XVI fue elegido). Ojala que los críticos estén equivocados y que a esa edad Bergoglio tenga todavía la fortaleza que  requiere el papado. Y es que los desafíos de esta Iglesia Católica del siglo XXI son tan enormes que se necesitará casi un súper hombre para afrontarlos. Es la nada fácil tarea que le espera al Papa Francisco I.