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OPINIÓN: Gran avance en el camino a la reforma migratoria

OPINIÓN: No todo sin embargo, es color de rosa en el grupo de los ocho

Columna de opinión

Por Carlos Rajo

El grupo de ocho senadores demócratas y republicanos que encabezan el esfuerzo legislativo para aprobar una reforma migratoria parecen haber llegado a un acuerdo sobre el controversial tema de la legalización para los once millones de indocumentados que viven en el país.

Según los informes, revelados en un artículo en el diario Los Angeles Times, el acuerdo establecería que estos indocumentados tendrían que registrarse con el Departamento de Seguridad Interna, pagar impuestos sobre sus ingresos por los años que han permanecido en Estados Unidos y pagar además una multa. Y por supuesto, deberán estar limpios en cuanto a récord criminal se refiere.

La noticia del acuerdo es importante -ninguno de los senadores desmintió la información del diario- ya que aun cuando desde hace semanas los legisladores han estado de acuerdo en los principios generales de una eventual reforma migratoria, quedaba la duda sobre si demócratas y republicanos coincidirían en el punto de la legalización de los indocumentados.

El acuerdo ahora sería que una vez que la persona ha cumplido con los requisitos de inscripción con el gobierno, pago de impuestos y demás, tendría un permiso para vivir y trabajar en el país. Con la salvedad que no tendría derecho a beneficios públicos como cupones de alimentos y/o acceso al Medicare (el seguro médico para los pobres). En un período que pudiera ser de diez años o más, la persona podrá solicitar su “green card” o tarjeta de residente permanente. Y eventualmente, solicitar también la ciudadanía.

Hasta ahora muy poco se había sabido de los detalles del trabajo de estos ocho senadores en el asunto de la reforma migratoria. Se conocían los nombre sí, pero no mucho sobre cuándo y cómo se reunían o quien llevaba la voz cantante en el proceso. Hoy sabemos que todo se inició unos días después de la elección presidencial de noviembre cuando el senador republicano por Carolina del Sur, Lindsey Graham, llamó a su colega demócrata Charles Schumer de New York, pidiéndole que reactivaran el trabajo en inmigración.

En esa elección por supuesto, los republicanos salieron muy mal de cara al voto latino (más del 70% de latinos votaron por Obama) y según el análisis aceptado por la mayoría de expertos, la razón principal por este pobre resultado fue el que los latinos vieron al partido republicano como hostil en el tema de inmigración. Lo de Graham entonces fue el primer paso de los republicanos -al menos a nivel del Senado- en un tratar de enmendar la plana con los latinos.

Graham además, junto a otros veteranos del senado como John McCain de Arizona, había trabajado en los últimos proyectos de reforma migratoria que por disputas partidarias fracasaron tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes en 2006 y 2007. Los otros dos senadores republicanos en el grupo de los ocho son el recién llegado al Senado, el otro senador por Arizona, Jeff Flake y el cada vez más famoso joven senador por la Florida, Marco Rubio. Además de Schumer, quien de alguna manera coordina las reuniones del grupo, los otros demócratas son Dick Durbin de Illinois, Michael Bennet de Colorado y Robert Menéndez de New Jersey.

De acuerdo a reportes de prensa, los ocho senadores se reúnen en privado varias veces a la semana, por lo general martes y miércoles. Hacen un círculo con sillas con respaldo para los brazos y toman agua o sodas mientras discuten complicados y controversiales temas como la legalización de los once millones de indocumentados, la seguridad en la frontera o el programa de trabajadores huéspedes. Atrás en silencio, se sientan sus asesores.

“Les digo algo, esta es una de las mejores experiencias que he tenido”, explicó el senador Graham a la agencia AP, describiendo el trabajo con el grupo de los ocho. “Cada quien es serio (y) cada quien es conocedor (del tema)”.

La descripción de Graham suena extraña en el contexto de la rivalidad que existe en Washington entre demócratas y republicanos, particularmente las intensas batallas verbales en los asuntos fiscales (el deficit, la deuda, los recortes, etc.). Quizá lo que hace diferente esta negociación es que es en privado y que ambos lados en efecto desean -o les conviene- que haya un acuerdo.

“Es bonito estar en un cuarto donde la gente en efecto está tratando de resolver problemas y de llegar a algo”, explicó otro de los senadores del grupo, Bennet de Colorado.

No todo sin embargo, es color de rosa en el grupo de los ocho. Todavía hay temas que se siguen discutiendo y en los cuales no hay acuerdo. Por ejemplo, eso de los trabajadores huéspedes es uno de los más complejos. Los empresarios por un lado quieren mano libre para seguir contratando trabajadores para la agricultura y/o los servicios.

Quieren además que haya pocas restricciones burocráticas y que el número de trabajadores que se permita ingresar al país sea relativamente alto (todo esto después de que se apruebe la reforma migratoria). Los sindicatos sin embargo, temen que entre más flexible sea el programa más espacio habrá para que se explote a los trabajadores.

Los empresarios también, en este caso otro tipo de empresarios -los que necesitan gente súper calificada en las ciencias, computación y similares- desean que el proyecto de reforma migratoria también contemple cuotas más altas para que cada año se den más visas de este tipo.

Hay falta de acuerdo también en el establecimiento de un programa por medio del cual el gobierno tendrá el control -o al menos el conocimiento- de cuando una persona que ha entrado con visa de turista o de estudiante sale del país. Suena fácil, pero con tantas fronteras y siempre tratando de no obstaculizar el comercio o el turismo, no es tan simple llevar el control de la gente que sale de Estados Unidos.

Con todo, aun con las dificultades pareciera que el grupo de los ocho senadores ha hecho avances que hasta hace unos meses parecía poco menos que imposible que se dieran. Sin duda que la elección de noviembre cambio el clima político en Washington, al menos en el tema de inmigración. Falta conseguir acuerdos en la Cámara de Representantes por supuesto, pero si el Senado pasa la ley será muy difícil que la Cámara baja la pueda ignorar.

El grupo de los ocho planeaba terminar de escribir la ley -cientos de páginas- en los próximos días para enviársela al Comité Judicial del Senado que es donde se discutirá y eventualmente aprobará en primera instancia (después vendrá la consideración ante el pleno del Senado). Hoy se habla que ese plan original de entregársela al Comité Judicial para antes del receso de Pascua -fines de marzo- se ha cambiado y que se planea tenerla lista para mediados de abril.

Ocho senadores por supuesto, no son mucho en un Senado de cien miembros. Con todo, el acuerdo al que al parecer han llegado marcaría un gran avance en ese camino hacia la meta de la reforma migratoria. Es posible que hoy por hoy existan los 60 votos que se necesitan para que se apruebe la ley. Antes sin embargo, tiene que haber un comienzo, hay que comenzar por algo. Y ese algo es el acuerdo de los ocho senadores demócratas y republicanos en el tema de qué hacer con los once millones de indocumentados.