IE 11 is not supported. For an optimal experience visit our site on another browser.

Opinión: El Chapo en prisión no será nunca el mismo

Opinión: El Chapo en prisión no será nunca el mismo

Columna de opinión

Por Carlos Rajo

La captura de Joaquín “El Chapo” Guzmán, figura de leyenda considerado el padrino de los narcotraficantes y líder del poderoso y millonario Cartel de Sinaloa, hace que surja la pregunta de cuáles serán los efectos en el tráfico de drogas hacia Estados Unidos.

Será que con el Chapo tras las rejas se marcará el comienzo del fin de la más importante de las llamadas “Organizaciones Criminales Transnacionales”, responsable según las autoridades de la mayor parte de la droga que ingresa de México a Estados Unidos.

O será que el Cartel de Sinaloa, no obstante la ausencia en el terreno de su astuto y experimentado “Ejecutivo” número uno, ha alcanzado ya niveles tales de organización y presencia en el mundo, que más allá de resentir por un corto tiempo el golpe dado a su liderazgo continuará como siempre con el negocio de la droga.

Es posible también que ahora con el Chapo fuera de la jugada se inicie una brutal y violenta batalla entre sus subalternos por ocupar su lugar. Su heredero natural pareciera ser el capo Ismael “el Mayo” Zambada, supuestamente el número dos del Cartel de Sinaloa. El problema es que Zambada es un tanto mayor (cercano a los 70 años) y pareciera ser más un simple operador que un estratega con la visión que se demanda de alguien que esté al frente de una estas organizaciones que operan en muchos países y actividades de negocios (es no sólo el trasiego de drogas, sino también el manejo del dinero ganado, el control de territorios, el reclutamiento de nuevos miembros, la compra de armamento, etc.).

Sólo el tiempo dirá qué pasará con el Cartel de Sinaloa, lo que si es cierto es que la experiencia muestra que en algunos casos los golpes que dan las autoridades a los carteles de la droga provocan su progresiva desintegración. Un ejemplo es lo sucedido con el Cartel de Tijuana, diferente sí en tamaño y eficiencia al de Sinaloa, pero cartel al fin. Por golpes a su liderazgo -capturas, muertes, extradición a USA, etc.- el Cartel eventualmente fue borrado del mapa. Es cierto que otros quizá tomaron su lugar y sus funciones, pero para efectos prácticos hoy el Cartel de Tijuana no existe.

A nivel personal la historia de la justicia mexicana también es ilustrativa de lo que sucede con estos capos y su influencia en el mundo del narcotráfico. De nuevo, guardando las distancias ya que el Chapo era diferente y mejor que todos sus antecesores, no puede ignorarse que personajes que en su momento estuvieron en la cumbre del narco como Ernesto “Don Neto” Fonseca, Rafael Caro Quintero o Miguel Angel Félix Gallardo, una vez en prisión dejaron de ser lo que eran. El Chapo en prisión no será nunca el mismo del Chapo en libertad. Aun peor, si se confirma lo que hoy es sólo una posibilidad: que un día será extraditado a Estados Unidos.

La captura del Chapo por otro lado, llama la atención por un par de cosas más. Una, que al parecer la cooperación entre México y Estados Unidos en el campo de inteligencia y combate al narcotráfico es buena y que se han superado las desconfianzas y recelos que supuestamente existían cuando llegó Enrique Peña Nieto al poder. Aun cuando no se dan mayores detalles, es claro que en la captura de Guzmán participaron agencias del gobierno de Estados Unidos (al menos la Agencia contra las Drogas o DEA por sus siglas en inglés y el Servicio de Alguaciles).

Más allá del grado de cooperación con Estados Unidos -particularmente de la Marina, que sigue siendo el cuerpo militar de más confianza de USA-, la captura de Guzmán es un gran triunfo del gobierno de Peña Nieto y que con seguridad le traerá frutos en la percepción del público sobre sus políticas de seguridad. De un PRI que se decía una vez en el poder pactaría con los narcos, se tiene ahora a un presidente priísta que da el golpe más importante al narcotráfico.

Llama la atención también el lugar de la captura del Chapo. Se decía que Guzmán pasaba la mayor parte del tiempo en el llamado “Triángulo Dorado”, esa parte de la Sierra Madre Occidental que toca los estados de Sinaloa, Durango y Chihuahua. Ahí el Chapo podía estar seguro ya que lo defendía su propia gente de seguridad y la población que avisaba de cualquier movimiento del ejército mexicano. Se hablaba que se necesitaría de una fuerza de unos 200 mil efectivos para blindar la zona e intentar atrapar al Chapo. La empresa entonces era poco menos que imposible.

Otra cosa sería si el Chapo se movía a la ciudad, que fue precisamente lo que sucedió. No queda claro por qué Guzmán frecuentaba más Culiacán y Mazatlán. Es posible que por que extrañaba la buena vida, el contacto con alguna mujer o porque necesitaba atención médica -se dice que tenía diabetes. El punto es que el Chapo fue ubicado en Culiacán -cómo puede alguien pensar que no será detectado por el fabuloso e inmenso aparato de inteligencia de la Agencia de Seguridad Nacional o NSA de Estados Unidos- y de ahí salió huyendo hacia Mazatlán donde finalmente fue detenido.

Decía hace unos meses un general colombiano que tarde que temprano El Chapo Guzmán caería “ante las autoridades mexicanas o ante las autoridades de otro país, si se ha ido a refugiar a otro país, o será asesinado por sus propios secuaces”. Ese es el mundo del narcotráfico, sentenciaba el militar. Y vaya que tenía razón el uniformado.

Custodiado por dos marinos mexicanos con el rostro cubierto, uno de ellos que le jalaba los pelos de la cabeza para que viera a las cámaras y vistiendo unos pantalones de mezclilla -o ‘jeans’- de color negro, marca Levis de 40 dólares, el hasta entonces narcotraficante más poderoso del mundo iniciaba un nuevo capítulo en su vida, ahora como prisionero del estado mexicano.