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Obama elige al primer poeta latino y gay para la inauguración

'Un hoy', el poema que recitó el poeta cubano Richard Blanco en la juramentación

Por Sandra Lilley


Richard Blanco, un aclamado poeta cubano-americano, actuó este lunes como poeta inaugural en la ceremonia de juramento del presidente Obama. Blanco se convirtió de esta manera en el poeta más joven, además del primer latino y gay, en escribir un poema y recitarlo en una ceremonia de inauguración presidencia de los Estados Unidos. También fue el quinto poeta en recitar en una inauguración.

“La obra escrita de Richard se ajustará maravillosamente a una inauguración que celebrará la fortaleza del pueblo americano y la gran diversidad de nuestra nación”, anticipaba el presidente Obama previo a la juramentación. 

A continuación, el texo del poema como fue escrito y recitado:


                            \'Un hoy\'

Un sol brilló sobre nosotros hoy, encendió sobre nuestras costas,
revelándose sobre las montañas, saludando las caras
de los Grandes Lagos, difundiendo una simple verdad
a lo largo de las Grandes Llanuras, y después corriendo a lo largo de las Rocosas.
Una luz, recorriendo los techos, bajo cado uno, una historia
contada por nuestros gestos silentes moviéndose detrás de ventanas.


Mi rostro, el tuyo, millones de rostros en los espejos de la mañana,
cada uno bostezando a la vida, haciendo crescendo en nuestro día:
autobuses escolares amarillos como lápices, el ritmo de los semáforos,
puestos de frutas: manzanas, limones y naranjas colocadas como arcoíris
implorando nuestros elogios. Camiones plateados pesados con petróleo o papel,
ladrillos o leche, pululando por carreteras a nuestro lado,
en nuestro camino a limpiar mesas, revisar libros de contabilidad, o salvar vidas,
enseñar geometría, o rescatar la comida como lo hizo mi madre
por veinte años, para que yo pudiera escribir este poema.

Todos nosotros tan vitales como la única luz a través de la cual nos movemos,
la misma luz en las pizarras con lecciones para el día:
ecuaciones por resolver, historia por cuestionar, o átomos imaginados,
el “Tengo un sueño” que seguimos soñando,
o el imposible vocabulario de tristeza que no explicará
los pupitres vacíos de veinte niños marcados ausentes
hoy, y para siempre. Muchas oraciones pero una luz
transpasando los vitrales,
vida en las caras de las estatuas de bronce, calor
en los escalones de nuestros museos y las bancas en los parques
mientras las madres ven a los niños resbalarse en el día.

Un suelo. Nuestro suelo, arraigándonos en cada tallo
de maíz, cada cabeza de trigo sembrada por sudor
y manos, manos recogiendo carbón o inventando molinos
en desiertos y cimas de colinas que nos mantienen cálidos, manos
cavando zanjas, encauzando tuberías y cables, manos
gastadas como las mi padre cortando caña de azúcar
para que mi hermano y yo pudiéramos tener libros y zapatos.

El polvo de granjas y desiertos, ciudades y llanuras
mezcladas por un viento—nuestro aliento. Respira. Escúchalo
a través del estrépito de taxis tocando el claxon durante el día,
autobuses lanzándose por avenidas, la sinfonía
de pasos, guitaras y chillidos de trenes subterráneos,
el inesperado pájaro de canto en tu tendedera.

Escucha: chirriantes columpios en parques, trenes silbando
o susurros cruzando mesas en cafés, Escucha: las puertas que abrimos
el uno para el otro todo el día, diciendo: hello, shalom,
buon giorno, howdy, namaste o buenos días
en el idioma que mi madre me enseñó—en cada idioma
hablado al viento llevando nuestras vidas
sin prejuicio, cuando estas palabras salen de mis labios.

Un cielo: desde que los Apalaches y las Sierras reclamaron
su majestad, y el Mississippi y el Colorado se encausaron al mar.

Gracias al trabajo de nuestras manos:
tejiendo el acero en los puentes, terminando un reporte más
para el jefe puntualmente, cosiendo otra herida
o uniforme, la primera pincelada en un retrato,

o el último piso de la Torre de la Libertad,

proyectándose en el cielo que cede ante nuestro empeño.

Un cielo, hacia el que a veces levantamos la mirada

cansada de trabajar: algunos días adivinando el clima
de nuestras vidas, algunos días dando gracias por un amor
correspondido, algunas veces alabando a una madre
que supo entregar, o perdonar a un padre
que no supo darte lo que querías.

Vamos camino a casa: a través del brillo de la lluvia o el peso
de la nieva, o el rubor ciruela del anochecer, pero siempre—a casa,
siempre bajo un mismo cielo, nuestro cielo. Y siempre una luna
como tambor silencioso golpeando en cada techo
y en cada ventana, de un país—todos nosotros--
viendo las estrellas
esperanza—una nueva constelación
esperando que la cartografiemos
esperando que la nombremos—juntos 

  En un artículo en The New York Times, Blanco contó cómo el creció en el seno de una familia cubana muy tradicional, con sus padres y su abuela. Sus padres salieron de Cuba cuando su madre estaba embarazada; él nació en España pero la familia emigró a los Estados Unidos cuando era un bebé, por lo cual se crió en la Florida. Blanco dijo que no pudo hablar sobre su preferencia sexual hasta mucho tiempo después; su abuela pensaba que él era “demasiado femenino”.

Cuando era más joven, su familia deseaba que él estudiara ingeniería, matemáticas o leyes. Eligió ingeniería y trabajó en ese campo por un tiempo, pero como su pasión era escribir, obtuvo un título de graduado en escritura. Su tesis de grado lo llevó a su primera colección de poesías, “La ciudad de cien fuegos” (“City of a Hundred Fires”), en 1997, con el cual obtuvo un prestigioso premio de poesía.

La escritora Sandra Cisnero dijo de los poemas de Blanco, “Qué delicia estos poemas, tristes, tiernos y llenos de nostalgia. Como la vieja estampa de un santo desgastada por el devoto, un bolero en el radio en una noche de aguacero. Me emocionan. No hay otra forma de decirlo”, expresó Cisnero. Además de “La ciudad de cien fuegos”, Blanco ha escrito otros dos libros de poesía, “Direcciones a la playa del muerto” (“Directions to the Beach of the Dead”) y “En busca del Motel del Golfo” (“Looking for the Gulf Motel”), y está trabajando en unas memorias. Vive en Bethel, Maine, con su pareja.

Pero durante estas últimas semanas (Blanco supo que él había sido elegido como el Poeta inaugural el 12 de diciembre, pero no se lo dijo a nadie, ni siquiera a su madre) su tarea ha sido escribir un poema original y recitarlo el 21 de enero, cuando la nación —y el mundo— oyera a este poeta americano e hijo de exiliados cubanos.

El poeta latino dijo en la entrevista del The New York Times, que él siempre se ha sentido conectado con el presidente, especialmente porque ambos comparten una experiencia multicultural. “Desde que comenzó la campaña, me conecté totalmente con la historia de su vida y la forma en que habla de su familia y, por supuesto, de sus antecedentes multiculturales. El Sr. Blanco expresó. “Siempre ha habido una conexión espiritual en este sentido. De cierta manera, cuando escribo sobre mi familia siento que estoy escribiendo sobre la de él”.