Por Christopher Sherman y Mark Stevenson - The Associated Press
Mientras el capo del Cártel de Sinaloa, Joaquín El Chapo Guzmán, cumplía una condena a cadena perpetua en una cárcel de máxima seguridad de Colorado, sus hijos giraron el negocio familiar hacia el tráfico de fentanilo, creando una red de laboratorios que producen cantidades masivas de esta droga barata y letal para traficarla a Estados Unidos, según reveló la Fiscalía en una acusación reciente.
El juicio contra Guzmán giró en torno a cargamentos de cocaína, mientras que el caso en curso ahora contra sus hijos expone el funcionamiento de un cártel que está experimentando un recambio generacional mientras implementa ajustes “para fabricar un fentanilo más potente y venderlo en Estados Unidos al precio más bajo”, según el escrito de la Fiscalía presentado ante una corte federal de Nueva York el 14 de abril.
Los opiáceos sintéticos, y fundamentalmente el fentanilo, matan a más estadounidenses cada año de los que murieron en las guerras de Vietnam, Irak y Afganistán combinadas. “El fentanilo, como me dijeron en el Departamento de Estado, hay que reposicionarlo: no es un problema de drogas, es un problema de envenenamiento”, opinó Alejandro Hope, analista mexicano recientemente fallecido.
Las bases de la epidemia de fentanilo en Estados Unidos se sentaron hace más de 20 años, con una prescripción médica excesiva del opioide sintético oxicodona. Cuando las autoridades tomaron medidas drásticas contra su prescripción, sus usuarios se pasaron a la heroína, suministrada por el cártel de Sinaloa, según la Fiscalía.
Elaborar su propio fentanilo, mucho más potente y versátil que la heroína, en laboratorios pequeños y fáciles de ocultar, cambió sin embargo el modelo de negocio del cártel de Sinaloa, que en menos de una década creó una extensa red de laboratorios clandestinos.
“Estos no son súperlaboratorios, porque le dan a la gente la ilusión de que son como laboratorios farmacéuticos, ya sabes, muy sofisticados”, dijo Mike Vigil, exjefe de operaciones internacionales de la Administración de Control de Drogas (DEA, en inglés). “No son más que tinas de metal y paletas de madera, incluso palas, para mezclar los productos químicos”, explicó.
Un solo cocinero del cártel puede producir unas 100,000 píldoras todos los días, que venden luego haciéndolas pasar por versiones más baratas de Xanax, Percocet u oxicodona.
Entre agosto de 2021 y agosto de 2022, más de 107,000 personas en Estados Unidos murieron por sobredosis de drogas, la mayoría por opioides sintéticos. El año pasado, la DEA se incautó de más de 57 millones de píldoras con fentanilo, según documentos judiciales.
Para proteger y expandir ese negocio, Los Chapitos, como se conoce a los hijos del Guzmán, recurrieron a la violencia, según los fiscales.
Iván Archivaldo Guzmán Salazar y Jesús Alfredo Guzmán Salazar son los principales acusados entre los 23 que han sido imputados en Nueva York. Ovidio Guzmán López, alias El Ratón, está imputado de otra acusación en el mismo distrito; México lo arrestó en enero y Estados Unidos solicitó su extradición. Joaquín Guzmán López fue imputado en el Distrito Norte de Illinois
De acuerdo con la acusación en contra de los hermanos Guzmán Salazar, el cártel hace pruebas en sus laboratorios con su producto, pero luego realiza otras más macabras en rivales secuestrados o adictos a los que se les inyecta hasta que sufren una sobredosis.
La acusación presentada en Nueva York contra los hermanos detalla su inclinación por alimentar a sus tigres mascotas con los cuerpos de sus enemigos y describe cómo supuestamente torturaron a dos agentes federales mexicanos, desgarrándole los músculos con un sacacorchos y luego tapando los agujeros con chiles antes de dispararles.
La acusación también proporciona contexto sobre algunos hechos violentos en México. En agosto de 2022, hombres armados dispararon contra Ciudad Juárez desde El Paso, Texas. Murieron dos presos y nueve civiles en la ciudad mexicana. Los fiscales afirman que el brazo de seguridad de Los Chapitos supuestamente contrató a pandilleros locales para deshacerse de sus rivales.
“Este no es el cártel de Sinaloa de su padre”, dijo Vanda Felbab-Brown, experto en seguridad del Centro Strobe Talbott, "estos muchachos operan con mentalidades muy diferentes".
La acusación formal contra los Guzmán Salazar supone un primer intento por interrumpir la cadena de suministro del cártel, nombrando a cuatro personas vinculadas a una empresa química con sede en China y a un asociado en Guatemala que presuntamente ayudaron al cártel a obtener los precursores químicos e incluso les dieron instrucciones sobre las mejores recetas para el fentanilo.
El Gobierno de México ha enviado mensajes mixtos: por un lado ha reportado un aumento en el desmantelamiento del laboratorios y por otro el presidente, Andrés Manuel López Obrador ha afirmado que el fentanilo no se produce en México.
En su testimonio ante el Congreso el jueves, la administradora de la DEA, Anne Milgram, fue presionada sobre si México y China están haciendo lo suficiente para cooperar con Estados Unidos.
“Queremos que los mexicanos trabajen con nosotros y queremos que hagan más”, dijo Milgram, y agregó que la DEA no dudaría en perseguir a los funcionarios públicos en México o en cualquier otro lugar si encuentra evidencia de vínculos con los cárteles.
Los expertos dicen que López Obrador es un obstáculo para frenar la producción de fentanilo de los cárteles. Después de que los fiscales estadounidenses anunciaran el esfuerzo concertado contra el cártel de Sinaloa, López Obrador reaccionó con enojo y acusó a Estados Unidos de “espionaje” e “interferencia”, sugiriendo que el caso se había basado en información de agentes en México.
El presidente ya había reducido severamente la cooperación de México con la DEA, según expertos. Hope dijo que un problema fundamental es que López Obrador no parece entender la amenaza del fentanilo: critica el deterioro de los valores familiares en los Estados Unidos y pinta la adicción como una falla moral. “Está atrapado en un universo moral de hace 50 años”, concluyó Hope.