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Los republicanos necesitan a los latinos

Los republicanos necesitan a los latinos

Por Carlos Rajo

Uno de los pilares del triunfo del presidente Obama fue el enorme apoyo del electorado latino, que le dio alrededor del 70% del voto en comparación con sólo el 29% para Mitt Romney. La gran pregunta ahora es qué le espera al partido republicano si continúa alejándose de lo que es por hoy el grupo minoritario y/o étnico de más rápido crecimiento en el país.

Quien lo hubiese dicho hace apenas una década y tanto. Esos latinos que se resistían a inscribirse para votar, o que si registrados era toda una batalla para que fuesen a votar, son hoy los que forman parte central junto a afro americanos, mujeres y jóvenes de esa coalición extra oficial que ha puesto de nuevo a Obama en la Casa Blanca. Un dato que ayuda a entender esta dimensión histórica de la presencia latina en la elección: por primera vez los hispanos constituyen el 10% del electorado nacional.

Aun cuando los latinos tienen intereses como el resto de la sociedad estadounidense y deciden su voto en base a una serie de cosas que les atañen o les preocupan, tales como la economía, el desempleo, la educación, etc., es el tema de la inmigración el asunto central que marca -al menos para muchos latinos- las diferencias entre ellos y el partido republicano.

Más allá de que Romney ofreció mejoras a la economía y que incluso muchos latinos lo consideraban mejor preparado y/o capaz de lidiar con el problema que Obama mismo, al final se decidieron por el candidato demócrata por la posición de los republicanos en lo de inmigración.

Es no sólo que los republicanos se oponen en general a cualquier cosa que suene a amnistía para los millones de indocumentados, sino además que el lenguaje con el que se refieren a estos indocumentados es ofensivo a los latinos. Incluso, para aquellos que no tienen problemas de inmigración pero que se sienten como atacados o insultados por el tono del mensaje.

Como consecuencia de esta oposición a las políticas pro inmigrantes y a la utilización de un lenguaje que se percibe como agresivo, los latinos se han ido alejando del partido republicano y, un poco por default en muchos casos, acercándose a los demócratas. La primaria republicana fue la culminación de un proceso que se había venido dando desde hace varios años.

No todos en el partido republicano comulgan o aceptan estas políticas y lenguaje anti inmigrante, y no necesariamente porque sean solidarios con las aspiraciones de los latinos sino simplemente por una cuestión de aritmética electoral. Lo que hoy ha sucedido en la elección presidencial fue de alguna manera previsto hace varios años por gente como el estratega republicano Karl Rove (asesor de George W. Bush) o el ex gobernador de la Florida Jeb Bush.

Ambos personajes entendieron que los republicanos no pueden recuperar y conservar el poder a largo plazo si están alejados del voto latino. Y esto, por una cuestión de simple matemáticas: cada día hay más latinos y estos se convierten poco a poco en la minoría que inclinará la balanza en las elecciones. En la Florida, por ejemplo, los latinos representan uno de cada cinco votos  y Obama ganó ese voto latino por un margen de más del 20%. Es casi seguro que estos latinos fueron la razón por la cual Obama está literalmente empatado en la Florida y por la cual también el presidente ganó en lugares como Nevada, Colorado y Nuevo México.

Por otro lado, el partido republicano se está quedando únicamente con el voto blanco. Y el problema con esto es que al mismo tiempo que el voto de las minorías sigue creciendo -los latinos van a la cabeza en este sentido- el voto de esos blancos que votan republicano va disminuyendo (tienen tazas menores de crecimiento). En una frase, hay una bomba demográfica para los republicanos. Su base natural se estrecha y los grupos que crecen les son indiferentes sino es que hostiles.

No será fácil para el partido republicano salir de este dilema respecto de los latinos. Más allá de lo que digan Rove o el otro Bush, lo cierto es que hay todo un sector del partido, hoy de gran importancia -el Tea Party-, que se opone fieramente a lo de la reforma migratoria y, además, tiene el poder de destruir a cualquier político que ose darle su apoyo a tal reforma.

Un ejemplo de esta influencia del Tea Party se dio durante la primaria republicana donde Romney precisamente se vio obligado a tomar posiciones duras contra la inmigración o los indocumentados ya que de lo contrario no hubiese podido ganar el voto de muchas de las bases del partido. Romney atacó en su momento al gobernador de Texas, Rick Perry, simplemente porque este había dicho que estaba en favor del programa que existe en su estado de que los jóvenes indocumentados paguen la colegiatura universitaria como si fuesen residentes de Texas.

La estrategia le funcionó a Romney en términos de avanzar en la primaria, pero al mismo tiempo lo dicho fue notado por los votantes latinos. Poco a poco el mismo Romney se fue poniendo la soga al cuello con los latinos. Se ganó al Tea Party y compañía, pero desde meses antes de la elección fue minando su posible relación con los latinos. Y en cierto sentido no lo quedaba de otra: sino golpeaba a Perry y otros con posiciones más conservadoras en inmigración, de seguro que lo golpeaban las bases del Tea Party.

Romney obtuvo menos votos latinos que el candidato de hace cuatro años John McCain, y en parte por este lenguaje anti inmigrante. Por cierto, McCain ejemplifica también este dilema imposible que tienen los republicanos: cómo tomar posiciones cerca de los inmigrantes -en favor de una reforma migratoria, etc.- cuando se tienen bases en su distrito o estado que no quieren saber nada del tema.

McCain, no obstante que por años había sido una voz madura y razonable en el tema, una vez que tuvo un desafío en una primaria por alguien cercano al Tea Party, decidió que una de las estrategias para sobrevivir el ataque desde su flanco más conservador era asumiendo precisamente esas posiciones anti inmigrantes. Y sino las asumió abiertamente, al menos dejo de apoyar la idea de una reforma migratoria.

Ya en otra entrega habrá tiempo de comentar a fondo las razones de estas posturas anti inmigrantes del Tea Party. Por hoy baste decir que mucho de su animadversión por los latinos e inmigrantes en general tiene que ver con que sus miembros ven que el mundo a su alrededor va cambiando.

Que ese Estados Unidos de gran poder económico, militar y demás que fue por décadas en cierto sentido no existe más. Poder militar número uno sí, pero con serias restricciones en lo económico.  Pero más importante, o de más efecto, el hecho de que la realidad alrededor de ellos también va cambiando. Y cambiando en el sentido de que no existe más el nivel de vida que había antes -al menos para ese sector de blancos sin educación universitaria- que les permitía una existencia de clase media.

Los latinos no tienen la culpa de estos cambios, pero para bien o para mal son vinculados con ellos. Es lo que tanto se habla de “un nuevo Estados Unidos”, un país más diverso y donde es sólo cuestión de años para que los anglos o blancos dejen de ser la mayoría de la población.

El dilema republicano no tiene salida fácil. Si no cambian y siguen en su actitud hostil hacia los latinos estarán facilitando el dominio por décadas de los demócratas. Si lo hacen, corren el riesgo de que se termine su carrera política. En este ciclo electoral se dieron ejemplos de un par de senadores (en Utah e Indiana) que eran republicanos centristas, que podían negociar con los demócratas y que representaban ese viejo partido republicano de posiciones conservadoras pero no extremistas. Ambos están hoy fuera del Senado. Ambos fueron blancos de la ira del Tea Party. Cualquier otro congresista o senador republicano sabe que si hace algo que enoje al Tea Party en inmigración corre el riesgo de que les toque "la medicina" que le aplicaron a los dos senadores.

Por hoy, Obama y los demócratas celebran. El mandatario seguirá en la Casa Blanca en gran medida por esos votantes latinos. Gente como Rove y Bush de seguro se rascan la cabeza lamentándose que se está haciendo realidad lo que previeron hace varios años: que el partido republicano no volverá al poder en tanto siga ofendiendo y alejándose de los latinos.

Por el momento, deberán comenzar a pensar en 2016 y estados como Georgia, Arizona y Texas donde los latinos, el grupo de mayor crecimiento poblacional en estos estados, podrían definir quién será el próximo presidente después de Obama.