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La reforma migratoria no es una prioridad

La reforma migratoria no es una prioridad

Por Carlos Rajo/Columna de Opinión

 En el tema de la reforma migratoria y las posibilidades que ésta tiene de que sea aprobada en el Congreso uno experimenta subidas y bajadas emocionales. Ayer lunes estábamos optimistas por la reunión programada para este martes por un grupo de congresistas republicanos con el Presidente Obama. Pero fue sólo eso, una esperanza. Horas después del anuncio nos enterábamos que la reunión se canceló y que, además, gente como el Senador republicano por la Florida Marco Rubio ya no quiere tener nada que ver con la reforma.

 No todos los días vemos a legisladores republicanos reunirse, o al menos pedir una reunión, con el presidente Obama. Es tal la mala leche que existe entre el mandatario y sus opositores -particularmente en la Cámara Baja- que cualquier contacto directo entre ellos da lugar a comentarios, en este caso, sobre que algo se estaba moviendo a favor de la reforma.

 No por casualidad el propio congresista que hizo público lo de la reunión con Obama parecía ver también el lado positivo de las cosas. “¿Se podrá hacer?, Sí”, se preguntaba y se respondía el congresista de la Florida Mario Díaz-Balart.  “¿Pienso que lo vamos hacer? Estoy cautelosamente optimista de que sí lo vamos hacer”, se volvía a preguntar y responder el legislador en declaraciones a una estación de radio de la Florida.

 Hoy que la reunión se ha cancelado -no se dijo por qué - uno se ve obligado a lidiar con una realidad que es difícil de ignorar: en la Cámara baja la gran mayoría de republicanos siguen opuestos a la reforma. Y cuando de buscar caminos se trata para tender puentes -eso hubiese significado la reunión entre Obama y los congresistas- queda claro que la reforma no es una prioridad. Que cualquier pretexto es válido para dejar para otro día, para otro mes o quizá para nunca una reforma migratoria que afecta a millones de seres humanos.

 Lo del senador Rubio confirma esta realidad de que muchos republicanos no quieren que se les asocie con la reforma migratoria. El senador de la Florida era hasta hace unos meses uno de los campeones de la reforma y literalmente puso la carne al asador durante el proceso de escritura, discusión y aprobación del proyecto de ley en el Senado. En gran medida fue gracias a gente como Rubio que la ley pudo pasar en el Senado. 

 Hoy Rubio se distancia de ese proyecto de ley en el cual él mismo invirtió horas de trabajo legislativo y capital político bajo el argumento -pretexto dirán algunos- de que hay que ser “realista en lo que se puede conseguir”. 

 De que no se puede ir contra los vientos políticos que soplan en la Cámara Baja, sigue el argumento de Rubio, y que mejor hay que darles “el tiempo y el espacio” que los congresistas republicanos requieren para decidir qué hacer con la reforma migratoria. Básicamente que sólo tocaran algunos aspectos del tema de inmigración y no la reforma toda como fue aprobada en el Senado (ignorando la ‘papa caliente’ del qué hacer con los once millones de indocumentados).

 El cambio de opinión de Rubio tiene que ver con un factor que explica también la negativa de la mayoría de congresistas republicanos a que se apruebe la reforma migratoria: la presión del Tea Party y sus bases. Muchos congresistas se oponen a la reforma por principios o posiciones personales, pero también todos saben que si por cualquier razón deciden apoyarla corren el riesgo de enojar a la gente del Tea Party. Y la respuesta de estos es brutal, para la próxima elección les manda un candidato más conservador para la primaria republicana. En otros, como se supondría es el caso con Rubio, porque le pueden hacer explotar en pedazos sus aspiraciones presidenciales.

 Decíamos que en el fondo de todo este subir y bajar de ánimos está el hecho de que la mayoría de los republicanos en la Cámara Baja se oponen a la reforma migratoria. Sin embargo, ésta expresión de “mayoría de republicanos” es más compleja de lo que suena. En un sentido, esa es la base por la cual el Presidente de la Cámara baja -el “Speaker” por su término en inglés- se niega a presentar ante el pleno de congresistas el proyecto de ley de reforma  que aprobó el Senado. 

 Según el “Speaker”, el congresista republicano por Ohio John Boehner, únicamente se permite que se voten proyectos de ley en el pleno cuando él y sus ayudantes están seguros que hay una mayoría de republicanos que apoyan tal proyecto. Esta es la llamada “regla Hastert”, por el apellido de otro “Speaker” que se inventó eso de que cuando los republicanos controlan la Cámara sólo dejarán que se voten proyectos de ley que su mayoría acepta.

 La ley de reforma migratoria entonces no se ha votado porque el “Speaker” o líder republicano no lo permite. Si lo permitiera, con los votos de los congresistas demócratas (unos 200 votos) se pudiera pasar la ley de reforma ya que sólo faltarían 18 votos republicanos, los cuales se supone que existen. Uno de estos republicanos -hasta hoy el único que lo ha hecho público- que ha dicho que está en favor de la reforma migratoria y que votaría con los demócratas, es el congresista de California Jeff Denham. 

 La frustrada reunión de Obama con el grupo de congresistas republicanos que apoyan la reforma tenía el objetivo precisamente de poner presión sobre el liderazgo republicano para que permita que se vote en el pleno el proyecto de ley que aprobó el senado aun cuando no hay mayoría republicana que lo apoye (no es algo inusual, lo acaban de hacer con el voto para terminar con el cierre del gobierno). 

 Lo que sí hubo hoy al menos en Washington fue otro grupo que sí puso presión al liderazgo republicano en la Cámara baja para que haga algo en el tema de inmigración. Fue un grupo de líderes empresariales y religiosos que se reunió con congresistas republicanos para intentar “mover los votos en la dirección correcta”, tal lo dicho por Randy Johnson, vice presidente de la Cámara de Comercio de Estados Unidos. 

 Suena alentador que líderes empresariales y religiosos de corte conservador se sumen al esfuerzo por presionar a los republicanos. Al final de cuentas ellos son parte de esa base natural del partido republicano. Pero la verdad es que no hay que llamarse a engaño. Los republicanos, no obstante que se están dando un tiro en el pie ellos mismos al alejar a los votantes latinos con su negativa a la reforma migratoria, no parecen darse por enterados de la necesidad y justeza de la reforma. 

 Tendrían que moverse muchas piezas en las próximas semanas -quedan menos de 20 ‘días legislativos’ en el resto del 2013- para que el “Speaker” Boehner cambie de opinión y deje que se vote el proyecto de ley. De lo contrario no se ve cómo puede haber reforma migratoria. El punto central de todo esto continúa siendo el mismo: la mayoría republicana en la Cámara baja sigue opuesta a la reforma. Y lo peor, sus líderes no aceptan que se vote el proyecto del senado.