CIUDAD DE MÉXICO.- En un país con alrededor de 110,000 personas reportadas como desaparecidas, encontrar a algunas de ellas ahora pudiera estar a unos clics de distancia.
Esa es la consigna y la esperanza detrás de Angelus 2.0, programa computacional que está siendo desarrollado por una institución del Gobierno mexicano creada hace cuatro años. Operando desde una oficina genérica en el sur de la capital, en el séptimo piso de un edificio donde se filtra el ruido del tráfico debajo y encorvados sobre sus computadoras, el equipo lleva desde 2019 desarrollando el programa.
Mientras los colectivos de familiares y de madres de personas desaparecidas han tenido que perfeccionar maneras de escarbar la tierra a lo largo del país para ver si así encuentran rastros o restos de sus seres queridos, en esa oficina corre el Angelus. Fue pensado para digerir miles de documentos y bases de datos a partir de cuales un ojo computacional pueda encontrar conexiones y patrones que eluden al ojo humano, que luego presenta en un conjunto visual de nexos. Y con ello quizá los algoritmos puedan develar el paradero de alguien o afinar dónde es que hay que escarbar.
“Estamos produciendo indicios relevantes para la localización de decenas de miles de personas desaparecidas”, dice a Noticias Telemundo el historiador Javier Yankelevich, académico de 34 años de voz suave que a momentos de la entrevista se mostraba visiblemente conmovido, casi queriendo llorar, por lo que implica su trabajo dados los casos que indaga. Es integrante de la Comisión Nacional de Búsqueda, el organismo estatal dedicado a esclarecer los paraderos de las personas no localizadas.
[Diariamente desaparecen 26 personas en México; en 2022 se contabilizaron más de 16,000 casos]
“Este es el tipo de respuesta que hace falta”, añade el investigador, que dirige al equipo que dentro de la CNB lleva unos tres años trabajando en el programa, junto con académicos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). “Con las nuevas tecnologías que nosotros estamos intentando desarrollar”, agrega Yankelevich, “podemos alcanzar los resultados que las personas están esperando”. Y es que muchas llevan décadas a la expectativa; el 10 de enero pasado se manifestaron pidiendo que haya más progreso en las investigaciones.
Angelus por ahora está enfocado en revisar lo que se sabe de personas forzosamente desaparecidas entre 1964 y 1985, parte de un periodo especialmente oscuro de la historia mexicana reciente —apodado Guerra Sucia o contrainsurgencia— en el que autoridades y grupos vinculados al Gobierno del Partido Revolucionario Institucional (PRI) reprimían y perseguían con violencia sistemática a quienes consideraban “disruptores” o insurgentes.
¿Dónde fue vista por última vez una persona desaparecida, digamos Juan Pérez, en esa época? Quizá alguien que sobrevivió a los centros clandestinos del Gobierno declaró en un testimonio de otro caso que recuerda que alguien llamado Juan Pérez estuvo en la misma celda. Entonces Angelus, capaz de revisar una montaña de documentos, pudiera hacer el nexo… y, cuando el rastro de Juan parecía perdido, mostrar una siguiente pista.

Poco a poco, los encargados de hacer justicia empiezan a tomar nota, tras muchos meses de frustración de Yankelevich y su equipo cuando no lo hacían. El historiador dice que alrededor de noviembre los contactaron por primera vez de una unidad de una fiscalía estatal, preguntando sobre cómo pudieran usar Angelus para encontrar información relevante para sus casos.
El Angelus de México incluso podría sentar bases para que en Guatemala, en Colombia, Chile — en todos aquellos países donde regímenes, dictaduras o paramilitares perpetraron también desapariciones y delitos de manera masiva y sistemática— una herramienta tecnológica similar acerque a las víctimas a la justicia.
Cuando el número de casos individuales desborda con tal magnitud al número de detectives, estas otras maneras se vuelven cruciales”
javier yankelevich Historiador
“La pregunta central de la búsqueda de personas es dónde, y los dónde no son individuales en estos casos”, dice Yankelevich, indicando que "si no conseguimos generar un nivel metodológico que trascienda la individualidad, nunca vamos a resolver".
Lluvia de ideas digital
Angelus está diseñada para ir formando grafos, una suerte de redes visuales que muestran todas las líneas conectoras entre personas desaparecidas, perpetradores y lugares. Con ello, se pueden ir viendo relaciones y coincidencias, como en qué sitio clandestino terminaron tres personas que no parecían tener ningún otro vínculo entre ellas.

Detrás del programa hay un equipo multidisciplinario: historiadores, archivistas, informáticos, biólogas, abogadas, estudiantes en pasantías. Todos colaborando con su granito de arena para desarrollar el programa, revisar documentos, alimentarlos al Angelus y monitorear lo que empieza a salir.
Con Angelus ya se pudo hace poco “tener a un par de clics de distancia” suficiente información, dice Yankelevich, para contactar a sobrevivientes de uno de los mayores centros clandestinos de la contrainsurgencia, el Campo Militar no. 1. En septiembre pasado esos sobrevivientes fueron invitados a recorrer el sitio castrense, de miles de kilometros cuadrados y todavía en operación como sitio de tribunal militar, para hacer por primera vez actos de reconocimiento, como confirmar croquis e identificar espacios específicos donde se cometieron violencias para que los análisis forenses puedan ser más precisos.

Se abre más camino para eventos así ahora que las fiscalías empiezan apenas a mostrar interés, algo que un Yankelevich visiblemente frustrado dice "ha sido muy difícil … aunque yo no puedo entender por qué no querrían" usar la información. Ese aspecto de su trabajo es "nadar a contracorriente", resume.
"En la medida en que tú encuentres a las víctimas de desaparición forzada, encontrarás información útil para hacer justicia. Y en la medida en que hagas justicia, encontrarás información útil para encontrar a las víctimas", resume el historiador. Hasta la fecha, ha sido enjuiciado y condenado solamente un agente por las desapariciones durante la contrainsurgencia mexicana.
El impacto de la tecnología
No es el primer acercamiento de la tecnología a atender el problema de las desapariciones en México.
En años recientes ONGs como el grupo Data Cívica también han recopilado bases de datos; por ejemplo, una sobre ubicaciones de fosas clandestinas o una que logró vincular los folios de caso de desapariciones recientes con la identidad de esa persona para ponerles nombre a los números.
En otros países igualmente se han usado programas tecnológicos para ir despejando casos. En Estados Unidos, por ejemplo, hay hackers que estudian información de fuentes abiertas para ayudar a las autoridades, sobre todo en casos de niños perdidos; buscan si alguien con rasgos como los de la persona desaparecida se puede ver en el fondo de una foto que alguien compartió en Instagram con geolocalización. Y agencias como el FBI tienen datos forenses (huellas dactilares o identificación facial).
A nivel mundial el grupo Forensic Anthropology usa igualmente posteos de redes sociales como videos para reconstruir eventos y aclarar qué sucedió. Una de las investigaciones del grupo, en colaboración con ONGs mexicanas, fue sobre la desaparición de 43 estudiantes de Ayotzinapa en septiembre de 2014. En Suramérica, el Equipo Argentino de Antropología Forense —que lleva cuatro décadas buscando a los desaparecidos de la dictadura— ha comenzado a incorporar drones y el Lídar, tecnología láser, para escanear la tierra y el agua en busca de posibles restos.
Sin embargo, el que Angelus venga desde el Estado lo distingue: es un programa entero creado desde cero, en vez de utilizar herramientas ya existentes, específicamente para la búsqueda de personas.
Trabajarlo desde el Gobierno le da más visibilidad institucional a la búsqueda de la verdad (qué sucedió, quién lo cometió, dónde terminó la víctima) y, con ella, mayor oportunidad a que las familias y sobrevivientes accedan a la justicia: se antoja menos probable que las autoridades fiscales ignoren pruebas y evidencia cuando son recopiladas por otras ramas gubernamentales.
"Estas personas llevan desaparecidas más años de los que yo llevo en el mundo y no somos los primeros en intentar [dilucidar los paraderos]. Sin embargo, somos los primeros, una nueva generación, en poner al servicio de esta misión herramientas tecnológicas de esta naturaleza", indica Yankelevich. "Cuando el número de casos individuales desborda con tal magnitud al número de digamos detectives disponibles, estas otras maneras se vuelven cruciales".
Conocer la historia para no repetirla
Hoy en día hay cientos de cajas con miles de documentos cada una sobre las acciones de autoridades en la contrainsurgencia, parcialmente desclasificados y accesibles en el acervo del Archivo General de la Nación mexicano.

En esos documentos se da cuenta de cómo los perpetradores —en gran medida la Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales, y la Dirección Federal de Seguridad, agencias que espiaban y detenían a quienes consideraban disidentes— solían repetir su modus operandi.
“Los mismos vehículos, armas y lugares de detención clandestina” contra “el mismo tipo de víctimas, victimizadas por los mismos motivos,” resume Yankelevich. En su mayoría personas jóvenes, estudiantes, maestras y maestros (algunos reunidos en colectivos y asociaciones) que protestaban y pedían una democratización.
Esa sistematicidad implica, según el investigador, que "los casos no pueden ser vistos de manera individual porque los destinos no son individuales". Varias personas probablemente fueron torturadas en un momento dado por el mismo oficial que usaba el mismo apodo estando en el mismo sitio, por ejemplo. De ahí que es clave un Angelus para dilucidar mejor esos patrones.
Aunque alimentar a Angelus es un trabajo difícil. Ha conllevado idear el desarrollo de los algoritmos y hacer machine learning para que el programa identifique cuando aparecen los mismos nombres incluso si en un documento el apellido no tiene la tilde. Así como conciliar las diferentes disciplinas de quienes integran el equipo, y apelar a las autoridades y a las fiscalías a sumarse al esfuerzo tecnológico para usarlo como pruebas en sus procesos penales.
Pero, encima de eso, la labor detrás de Angelus implica para algunos dedicarse casi diario a leer documentos y registros escritos por agentes detallando sus atrocidades; cómo torturaron, golpearon, violaron, desaparecieron y qué herramientas o, en casos especialmente cruentos, animales vivos usaron para violentar.
Seguir dando batalla
El equipo de Angelus sabe que justamente porque la labor es difícil necesita seguirla haciendo.
Somos los primeros, una nueva generación, en poner al servicio de esta misión herramientas tecnológicas de esta naturaleza".
El trabajo tiene un impacto en las víctimas, aquellas que siguen desaparecidas y aquellas que están localizadas. Puede darles respuesta a las familias. También “puede tener una proyección más amplia”, en palabras de Yankelevich: seguir demostrando incluso tantos años después que ese tipo de violencia es inaceptable e inadmisible sin importar qué haya motivado las acciones de los agentes.
“Así sientes que formas parte de un movimiento hacia una sociedad un poco más civilizada”, dice el historiador.
También es por eso que en algún momento este año quieren hacer pública una versión del código del programa, aprovechando que como se hizo desde cero no hay ningún componente del software con propiedad intelectual que les impida compartirlo.
“Estamos legalmente en la posibilidad y por supuesto en el deseo de que a quien sea que esto le sirva lo pueda usar”, comenta Yankelevich. Que en otras partes de México, en otras partes de Latinoamérica y mucho más allá, dice, “la gente con perfiles informáticos pueda ajustarlo y hacer que el programa haga específicamente lo que necesitan que haga”.
Tal vez así Angelus podrá crecer y mejorar cada vez más, hasta llegar a una versión donde no solo arme grafos para el periodo de la contrainsurgencia, sino sobre desaparecidos a manos de los actuales grupos criminales que violentan de manera sistemática a pobladores de localidades disputadas por cárteles mexicanos o a migrantes en tránsito desde Centro y Suramérica.
Así Angelus irá rindiendo honor a los orígenes de su nombre, un cuadro de Paul Klee que muestra al “ángel de la historia”: una criatura que sabe que, para construir nuestro futuro, necesitamos también voltear la mirada al pasado.