Carlo Barrera, quien amaba ser maestro, cambió de profesión para tener más oportunidades laborales por miedo a que la Corte Suprema decidiera eliminar DACA —el programa que lo protege de la deportación desde 2012— y que, como consecuencia, hubiese tenido que abandonar Estados Unidos, donde vive desde los 6 años.
Susana Lujano y su esposo, ambos dreamers, acaban de tener un bebé al que temen no poder proteger si pierden sus beneficios migratorios.
Morelys Urbano, quien sueña con convertirse en periodista, no pudo obtener DACA a pesar de calificar para el programa, que le habría dado un número de Seguro Social, y acceso a becas y ayudas.
Y Kirlish Orozco, quien vino desde Nicaragua con sus padres a los 2 años, también es "completamente indocumentada" y, sin una licencia para conducir, depende de sus padres para ir a la universidad y regresar.
Todos tienen algo en común: son parte de los más de 800,000 dreamers que siguen exigiendo al Congreso una reforma migratoria que les ofrezca un camino a la ciudadanía.
Este miércoles se cumplen 10 años de que Barack Obama anunciara DACA, un alivio que ha permitido a muchos de ellos trabajar de forma legal, estudiar y no ser expulsados del país temporalmente, pero que sigue siendo amenazado en las cortes y cuyo futuro es incierto.
La Corte Suprema decidió en 2020, por un estrecho margen de 5-4, que Donald Trump había actuado de forma "arbitraria y caprichosa" al querer desmantelar el programa, que se ha mantenido vigente, pero con limitaciones para nuevos solicitantes.
Un juez de Texas ordenó en 2021 que quienes no habían solicitado la protección antes —muchos de ellos debido al miedo de compartir información privada con el Gobierno o por falta de dinero: la aplicación cuesta casi 500 dólares cada dos años– no tenían derecho de hacerlo, lo cual ha dejado fuera a unos 80,000 jóvenes elegibles.
“El hecho de que DACA esté en las cortes nos enfatiza que es temporal”, dice a Noticias Telemundo Maribel Hernández Rivera, subdirectora política nacional de la Unión Americana para las Libertades civiles. "Por eso es muy importante que haya acción a nivel federal que les dé un camino a la ciudadanía a los 11 millones de inmigrantes indocumentados que lo necesitan”.
El Quinto Circuito de Apelaciones escuchará el próximo 6 de julio la demanda Texas v. United States, interpuesta en 2018 por republicanos contra el Gobierno federal, y se espera que DACA vuelva a terminar en manos de la Corte Suprema en algún punto.
Bajo este mar de burocracia y complicadas decisiones legales, los dreamers tratan de vivir una vida normal que parece imposible entre la incertidumbre y el miedo. Cuatro de ellos conversaron con Noticias Telemundo en el décimo aniversario de DACA sobre sus luchas, frustraciones y demandas.
"Vivo cada día sin saber qué pasará": Carlo Barrera, 29 años
Sus padres lo trajeron a Estados Unidos desde México a los 6 años, en 1999. Vive en Nueva York, donde ha trabajado como maestro y profesional del comercio en internet. Es uno de los dreamers que en el pasado se ha reunido con congresistas para presionar por una reforma migratoria.

"Impartí clases de ciencias en Nueva York a estudiantes desde jardín hasta segundo grado. Me encantaba. Era una de mis cosas favoritas en la vida. Pero durante las elecciones de 2020, cuando parecía que a Trump lo iban a reelegir, yo sabía que él ya había pasado cuatro años de Gobierno con intenciones de eliminar DACA.
Entonces tuve que tomar la difícil decisión de cambiar de carrera y empezar una completamente distinta (comercio en línea) que tuviera más opciones (laborales) en el extranjero, por si no podía renovar mi DACA y tenía que irme del país.
Tuve que dejar mi profesión favorita y mudarme a Los Ángeles a trabajar en otra cosa. En Nueva York tengo mis amistades, mi familia. Dejar todo eso me costó mucho trabajo. Al final Trump no fue reelecto y pude renovar.
Llegué a Estados Unidos hace casi 24 años, tengo DACA hace 10 y me siento exactamente en la misma situación que hace una década. El programa sigue en las cortes y ese es el problema: su carácter de solución temporal. Se vive cada día sin saber qué pasará. Es difícil vivir preparándome para lo peor.
Yo voy a seguir luchando por un futuro justo, no enfocarme en lo malo. He tenido unas experiencias inolvidables en este país y no quiero que las malas noticias de DACA empañen eso. Pero sí es muy triste y desmoralizante seguir teniendo las mismas batallas. Esta Administración es mejor que la anterior, pero no ha hecho ninguna diferencia para la gente en mi situación.
Desde 2012 he podido renovar mi DACA , pero siempre me trae la misma ansiedad de que ya no se pueda. Es como una suscripción que pagas por dos años, sin saber si vas a poder seguir. En septiembre de 2023 tengo que aplicar de nuevo. Nadie sabe quién van a elegir de presidente en 2024, entonces qué tal si esta vez que renueve sea mi última".
"No tenemos nada estable que ofrecer a nuestro bebé": Susana Lujano, 29 años
Llegó a Estados Unidos a los 2 años y fue traída desde México por amigos de su familia, junto a su hermana menor. Vive en Houston, Texas. Hace solo cinco meses tuvo a su primer bebé, Joaquín. Su esposo también es beneficiario de DACA. Ella trabaja como asistente en una firma legal y aspira a convertirse en abogada de inmigración.

"Mi esposo y yo habíamos estado planeando tener un bebé por dos años, pero siempre surgía la conversación sobre qué tipo de estabilidad le podíamos dar a un hijo en esta situación (migratoria), o si debíamos esperarnos a que hubiera una solución más permanente.
Por desgracia, esto no ha sucedido. Por eso, cuando quedé embarazada decidimos tener al bebé, aunque siempre pensando cómo le vamos a hacer si perdemos el permiso de trabajo, de permanecer en el país o si tuviéramos que enfrentar la posibilidad de la deportación.
Mi bebé tiene ahora 5 meses. Vivir en incrementos de dos años (el tiempo que dura DACA antes de tener que renovarlo) no es nada estable para ofrecer a un bebé.
En julio de 2021 fui parte de un grupo de dreamers que se reunieron con la vicepresidenta (Kamala Harris). Fui con mucha alegría, pues ella es la primera vicepresidenta que es hija de inmigrantes. Fue muy impactante poder compartir mi historia, pues yo acababa de enterarme de que estaba embarazada. Le dije que estaba esperando un hijo y que se me hacía ilógico que no hubiera algún tipo de permanencia para nuestras familias, en este país al que le hemos dado todo.
Se nos prometieron muchas cosas en esa reunión: que trabajarían, que harían todo lo posible para que (la reforma migratoria) pasara por el Budget Reconciliation Bill. Al final de día fue lo mismo. Abogamos tanto por unos candidatos que nos hicieron promesas, y luego se voltearon y nos dieron una cachetada.
En mi trabajo la gente sabe que tengo DACA, soy un libro abierto, pero la mayoría de las personas regulares no están pendientes de lo que está pasando con el programa, de cómo nos puede estar afectando mentalmente. Y ahora mucho más, que tengo un niño y quiero proveer para él. No quiero que él crezca con miedo de que lo van a separar de mí o de su papá.

Yo renové mi DACA en 2021 y me toca renovar el año que viene. Cuando toca aplicar de nuevo siento mucha ansiedad. La gente no entiende que nos dan un momento de estabilidad y no es verdadero, porque en cualquier momento nos sacan. Todo puede caer de un trancazo. Nos dan la oportunidad de quedarnos solo para decirnos: ‘Era broma, no te confíes’.
Mi caso es muy común entre la comunidad de dreamers. Sé que muchos de quienes llevan toda su vida sin papeles ya no tiene esperanza, que se fastidian de oír sobre una reforma migratoria. Pero DACA no se nos dio en una bandeja de plata porque lo quiso el presidente Obama. Fue el trabajo de muchos años, de mucho tiempo".
"Quiero ayudar financieramente a mi familia y no puedo": Morelys Urbano, 20 años
Llegó a Estados Unidos a los 15 años, en 2017, y es parte de los 80,000 menores que no se pudieron beneficiar de DACA a pesar de calificar, tras la decisión de un juez federal de Texas de no aceptar a nuevos solicitantes. Nació en República Dominicana y estudia Periodismo en la Universidad Estatal Morgan, en Maryland, donde fundó UndocuBear, una organización que busca “educar y elevar las voces” de los estudiantes indocumentados de su escuela.

"Cuando llegué a Estados Unidos, además de no poder beneficiarme de DACA, Donald Trump estaba amenazando con quitar el programa totalmente, lo cual fue un poco chocante porque las esperanzas que yo tenía de beneficiarme murieron con él.
Cuando a Joe Biden lo eligieron, lo primero que dijo fue que iba a implementar una reforma migratoria en los primeros 120 días de Gobierno. Yo fui una de las personas que se tiró a la calle para sacar a Trump del cargo. Biden me dio tanta esperanza que hasta empecé a averiguar los precios de vuelos a República Dominicana, pensando que podría viajar a mi país luego de años sin ver a mis abuelos y mis primos.
Pero al ver que los 120 días pasaron, nos dimos cuenta de que una vez más el Gobierno nos había utilizado a los inmigrantes como una estrategia política.
Las leyes estatales de Maryland me han permitido obtener ayuda financiera para estudiar y tener un seguro de salud, pero me veo limitada prácticamente en todo: aplicar para pasantías, trabajos, cosas que me puedan ayudar en mi currículo profesional. Se me hace muy difícil encontrar oportunidades porque para todo en este país te piden un número de Seguro Social y yo soy completamente indocumentada.
Me veo atada, quiero ayudar financieramente a mi familia y no puedo. En Maryland, las personas indocumentadas pueden sacar una licencia de conducir. Pero en muchas ocasiones ha salido a la luz que diferentes organismos colaboran con ICE (el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos), entonces yo me lo he pensado y prefiero andar en bus que arriesgarme a compartir mi información con esas entidades y poner en riesgo a mi familia.
No me puedo imaginar que esté conduciendo y me paren, y por un ticket me deporten. Por eso me limito a todo. Es una vida muy difícil, pero a la misma vez encuentro ganas de resistir por la comunidad inmigrante indocumentada en el país".
"Mis compañeros de escuela están haciendo cosas con su vida y yo no tengo las mismas oportunidades": Kirlish Orozco, 19 años
Vive en Miami, Florida, desde que sus padres la trajeron de Nicaragua a Estados Unidos, a los 2 años. Estudia Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en la Universidad Internacional de Florida. Tampoco pudo obtener DACA, porque cuando aplicó ya había entrado en vigor la regla contra nuevos solicitantes.

“En este momento soy completamente indocumentada. No tengo DACA ni ninguna otra forma de protección legal. Vivo en una familia de estatus mixto: mi papá y mi hermano son ciudadanos, pero mi mamá y yo somos indocumentadas. Hemos hecho el proceso para obtener la ciudadanía por parte de mi papá, pero cuesta mucho dinero obtenerla y el sistema es muy lento.
En noviembre de 2020, había muchas cosas para las que necesitaba un número de Seguro Social. Tenía una beca que cubriría los gastos para cualquier escuela que quisiera, oportunidades académicas como pasantías, becas, oportunidades para viajar. Estaba desesperada y apliqué a DACA, pero nunca lo obtuve.
Por no tener un estatus legal en este país dependo mucho de mis padres. No puedo tener la independencia que yo quisiera. Para ir de mi casa a la escuela son 30 minutos en carro. Es lejos. Eso me afecta mucho en lo académico, porque hay veces en que mi padre tiene que trabajar y no me puede llevar. Y el bus se demora, pues el transporte público en Miami no es accesible.
Mi vida es muy limitada, especialmente siendo una adolescente. Mis compañeros están haciendo cosas muy importantes con su vida y yo no tengo las mismas oportunidades. Tengo mucho potencial, pero no lo puedo desarrollar. No puedo depender de mis padres toda la vida
DACA es un programa que se ha hecho posible gracias al esfuerzo de inmigrantes jóvenes de todo el país. Es un logro muy grande lo que pasó con el Dream Act. Le ha dado muchas oportunidades a mucha gente, pero se creó con una intención temporal.
Pero aunque ha ayudado a decenas de miles de migrantes, no ayuda a todos los 11 millones de indocumentados que estamos aquí. Nosotros merecemos protección como cualquier otra persona. Necesitamos la reforma migratoria".
Erika Marcano contribuyó con esta nota.