Por Valerie González - The Associated Press
Los albergues en la ciudad fronteriza de Brownsville, Texas, se esforzaron el sábado por intentar acoger a los miles de migrantes que las autoridades de Estados Unidos afirman que cruzaron abruptamente desde México, poniendo a prueba una franja de la frontera estadounidense.
El frenético flujo de llegadas sorprendió a esta ciudad situada en el extremo sur del estado, casi a orillas del Golfo de México, saturando la capacidad de respuesta de los servicios sociales y obligando a un refugio nocturno a tomar la inusual decisión de rechazar a nuevos llegados.
Desde la semana pasada, más de 15,000 migrantes, la mayoría venezolanos, han cruzado de forma irregular el río Bravo, de acuerdo con las autoridades.
Esta cifra representa un aumento considerable en comparación con los 1,700 migrantes que agentes de la Patrulla Fronteriza detuvieron en las primeras dos semanas de abril, de acuerdo con funcionarios de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés).
“Es muy preocupante porque el desafío logístico que se nos presentó es enorme”, declaró Gloria Chávez, titular del sector Río Grande Valley de la Patrulla Fronteriza.
Las autoridades todavía no han atribuido a ningún motivo concreto este incremento. Chávez señaló que los migrantes han sentido mucha frustración al depender de una aplicación gubernamental para solicitar asilo que ha sufrido muchos problemas técnicos. Algunos de los que cruzaron esta semana aludieron a otras razones, entre ellas amenazas de los cárteles del narcotráfico.
Este repunte ocurre cuando el Gobierno del presidente, Joe Biden, se prepara poner poner fin el 11 de mayo al Título 42, una medida adoptada por la Administración de Donald Trump durante la pandemia que prohibió solicitar asila aludiendo la emergencia sanitaria. Las autoridades federales advierten que los cruces diarios pueden pasar de los 5,200 en marzo a los 13,000.
Esta situación también se está viviendo en ciudades alejadas de la frontera como Chicago, donde las autoridades reportaron esta semana que la llegada de migrantes se multiplicó por 10 cuando generalmente recibe unos 100 al día.
Brownsville se encuentra a un lado del Río Bravo. Del otro está la ciudad mexicana de Matamoros, donde se ha levantando un campamento improvisado que alberga a unas 2,000 personas a la espera de cruzar a Estados Unidos.
La semana pasada, fueron incendiadas y destruidas unas carpas. Algunos migrantes dijeron que los responsables del siniestro fueron integrantes de pandillas respaldadas por cárteles, pero un funcionario del Gobierno insinuó que la posibilidad de que fueran quemadas por un grupo de migrantes frustrados por la larga espera.
En el centro de Brownsville, familias de Venezuela, Cuba, Haití y China caminaban sin rumbo con sus pertenencias mientras hablaban por celular.
Algunos esperaban autobuses mientras que otros esperaban a sus familiares para decidir adónde ir, pero pocos encontraban un albergue que les acogiera. Una pareja de venezolanos contó que tuvo que dormir en un estacionamiento después de ser rechazados en un albergue nocturno.
Funcionarios de Brownsville emitieron esta semana una declaración de desastre, como lo han hecho otras ciudades fronterizas ante los grandes influjos repentinos de migrantes. "Nunca habíamos visto estas cantidades” de gente, indicó Martin Sandoval, vocero del Departamento de Policía.
Los recursos en la frontera están siendo reorganizados, en uno de los sectores más transitados y con una número considerable de agentes de la Patrulla Fronteriza, a las puertas del fin del Título 42.
Las autoridades migratorias alertan de que faltan presupuesto y espacio para gestionar el récord previsto de solicitantes de asilo.
Una de las medidas anunciadas por Biden para contrarrestar la llegada de migrantes es la apertura de centros de procesamiento de solicitantes de asilo en países de Centroamérica y Sudamérica para iniciar los trámites (o denegarlos) mucho antes de que puedan llegar a la frontera de Estados Unidos y México.