IE 11 is not supported. For an optimal experience visit our site on another browser.

"El sueño americano se nos volvió una pesadilla": los peligros y la desesperación impactan a los migrantes venezolanos varados en México

Más de 150,000 venezolanos ingresaron a territorio estadounidense a través de la frontera con México, durante el último año fiscal, según datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza. El flujo de venezolanos hacia EE.UU. se incrementó casi por cuatro en 2022.

CIUDAD DE MÉXICO - Los actores corren, saltan, gritan, caminan con paso firme, mientras entablan diálogos largos y miran con sorpresa los 400 años de historia que los rodean. "Venimos marchando desde lejos", dice uno encaramado sobre una malla. Los otros le responden: "¡Buscamos una vida mejor!", "¡Hemos recorrido 13 países!", "¡Venimos huyendo!". Y luego agregan: "A nosotros nos secuestraron", "a nosotros nos amenazaron de muerte".

Muchos ven el cielo grisáceo de Ciudad de México, y una mujer alza la mirada cuando exclama: "Yo era una reina en mi país. Pero fuimos expulsados".

En realidad no son actores profesionales, sino un grupo de personas migrantes que durante las horas de ensayo se sumergen en una catarsis colectiva que los ayuda a curar los recuerdos de la penosa travesía en la que cruzaron fronteras y miles de millas hasta llegar al patio adoquinado del Colegio de San Ildefonso, una edificación barroca construida en 1554 que se encuentra en pleno centro histórico de la capital mexicana.

"Pues esto hace que pueda continuar, porque sentía que ya no podía y gracias a esta obra olvido mis problemas. Cuando llego acá siento como que estoy en mi país, como que estoy en otro lugar, y no estoy pasando todas las cosas horribles que vivimos. Cuando regreso al albergue, vuelvo a recordarlo todo", explica Mariantonela Orellana, venezolana de 35 años que participa en un montaje de La tempestad, obra de William Shakespeare que ha sido adaptada por la compañía Non Gratos que suele trabajar con migrantes y personas desplazadas.

"Atravesamos el infierno, y todavía no llegamos", Mariantonela Orellana, migrante venezolana.
"Atravesamos el infierno, y todavía no llegamos", Mariantonela Orellana, migrante venezolana.Albinson Linares

La travesía de Orellana desde Quito, la capital de Ecuador donde vivía desde que salió de Venezuela en 2019 por la crisis política y económica que asola a su país, tiene tintes cinematográficos como sucede con los relatos de las decenas de miles de migrantes venezolanos que en los últimos meses han llegado a México. Según datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, en inglés) de Estados Unidos, más de 150,000 venezolanos ingresaron a territorio estadounidense a través de la frontera con México, durante el último año fiscal.

Orellana estuvo nueve días en la peligrosa selva del Darién, donde vadeó cuatro ríos y estuvo a punto de ahogarse. Le dio una crisis nerviosa porque, durante horas, perdió a uno de sus hijos; además vio cadáveres de otros migrantes pudriéndose en las trochas y, como si fuera poco, tuvo que espantar a unos jaguares que comenzaron a acechar su campamento improvisado en la espesura de la jungla.

Personas migrantes y personal de la compañía teatral Non Gratos, en el Colegio de San Indefonso, Ciudad de México, el 15 de diciembre de 2022.
Personas migrantes y personal de la compañía teatral Non Gratos, en el Colegio de San Indefonso, Ciudad de México, el 15 de diciembre de 2022.Albinson Linares

"Hay que prepararse mentalmente y de verdad tener ganas de salir porque es bien difícil continuar. Estoy aquí por mis hijas que me decían: 'Mamá tienes que pararte y seguir'. Eso fue lo que me motivó pero atravesamos el infierno, y todavía no llegamos", explica con una sonrisa amarga.

Una travesía mortal

Según datos del Departamento de Seguridad Nacional, el incremento en el flujo de migrantes venezolanos hacia Estados Unidos se incrementó casi cuatro veces este año. Los riesgos extremos de la ruta terrestre en la que los viajeros deben sortear los rigores de la selva, la corrupción de las autoridades nacionales que, según múltiples denuncias, no cesan de exigirles sobornos y la presencia de grupos del crimen organizado que en muchas ocasiones los secuestran y matan son algunos de los peligros que enfrentan.

Aunque diversas organizaciones estiman que la cifra es mucho mayor, David Smolansky, representante de la oposición para temas migratorios, reveló en diciembre los hallazgos de un reporte en el que se detallaba que al menos 71 venezolanos fallecieron este año en rutas migratorias del continente americano.

[Biden estudia reducir el número de migrantes con derecho a asilo en la frontera y abrir nuevas vías para otros]

Del total de personas reportadas, 21 murieron en la selva del Darién (entre Colombia y Panamá), 18 en rutas de Centroamérica y México, 14 "se ahogaron o fueron asesinados" en el Mar Caribe, 13 murieron tratando de pasar el Río Bravo para llegar a Estados Unidos y otras cinco fallecieron en diversas rutas de Suramérica. 

"La gente te pasa por encima y no le importa nada, nadie te ayuda a sobrevivir. Para mí la parte más fuerte de la selva fue el lodo que te llega cada más arriba y tú te quedas trancado hundiéndote. Y no te dan la mano, es desesperante", asevera Angela Carolina Carvajal, migrante venezolana de 41 años de edad que también participa en la obra de teatro.

Los datos oficiales más recientes del gobierno panameño indican que unos 243,681 migrantes irregulares han cruzado la peligrosa selva del Darién, que es la frontera natural entre Colombia y Panamá. Se trata de una cifra histórica que supera ampliamente a las 133,726 personas que se registraron en 2021, y a las 8,594 de 2020.

Carvajal nació en Táchira, el estado fronterizo por el que millones de venezolanos han salido a pie, en busca de un mejor futuro ante las escasas oportunidades laborales y la altísima inflación que diluye los ingresos. "En Venezuela ya no hay nada para nosotros. La comida es en dólares, pero tu salario mensual es de 4 dólares y un kilo de harina te cuesta un dólar. O sea, el dinero no te alcanza para comer, no hay gas, no hay luz, no hay agua, no hay educación", sintetiza la mujer.

Las autoridades estiman que el éxodo venezolano ha liderado el flujo migratorio en el Darién con 149,826 personas, seguido de 27,921 ecuatorianos, 20,000 haitianos, y 5,821 cubanos. Aunque el destino final de la mayoría de esas personas es llegar a territorio estadounidense, desde marzo de 2020 se ha negado a los migrantes el derecho de solicitar asilo bajo la ley estadounidense e internacional en 2.5 millones de ocasiones, con el argumento de que es necesario prevenir la transmisión del COVID-19, una norma conocida como Título 42.

Aunque esa medida se aplica a todas las nacionalidades afecta de manera desproporcionada a las personas provenientes de Guatemala, Honduras, El Salvador y más recientemente Venezuela, además de México. Carvajal es uno de esos casos porque el 10 de noviembre cruzó a territorio estadounidense, pero fue expulsada rápidamente.

En Estados Unidos nos trataron como basura"

Angela Carolina Carvajal migrante venezolana

"Me hicieron el papeleo y nos metieron a migración, pero en Estados Unidos nos trataron como basura. Nos llevaron en avión hasta Texas y estuvimos en cuatro albergues donde la comida era mala y a las 3:00 de la mañana nos paraban para bañarnos. Justo cuando estábamos dormidos nos levantaban. El sueño americano se nos volvió una pesadilla, pero todavía lo queremos", dice Carvajal con la mirada penetrante, mientras explica que seguirá participando en los ensayos de teatro hasta que surja una oportunidad para llegar a Estados Unidos.

"No puedo estar en México porque quedarse aquí es vivir con miedo. Con temor a toda hora y ya intentaron secuestrarme. Voy a tratar de subir otra vez, aunque no tenemos patrocinador ni nadie que nos ayude allá, pero Dios es grande. Y yo quiero que mis hijos tengan un mejor futuro, una mejor educación y buena comida", afirma con tristeza.

"Condiciones de hacinamiento"

Las personas de Venezuela se han convertido en una presencia constante en diversas capitales del continente, como es el caso de Ciudad de México donde los albergues han denunciado estar saturados al borde del colapso y muchas personas deciden dormir en la calle como sucede frente a la Embajada de Venezuela, en el barrio de Polanco.

"Estaba cruzando una avenida grande, y yo estaba cargando a mi niño, estaba muy cansada de caminar todo el día, sin descansar y una moto nos atropelló y quedé inconsciente, por eso tengo una fractura en la pierna derecha. Mi hijo Luciano, de un añito, estuvo en terapia intensiva porque tenía el cerebro inflamado", explicaba Rosailys Lugo, de 23 años, quien estaba durmiendo en la acera frente a la sede diplomática venezolana a mediados de diciembre.

Personas migrantes venezolanas durmiendo en la acera frente a la embajada de Venezuela en Polanco, Ciudad de México, el 2 de diciembre de 2022.
Personas migrantes durmiendo en la acera frente a la embajada de Venezuela en Polanco, Ciudad de México, el 2 de diciembre de 2022.Albinson Linares / Telemundo

"Por todo lo que nos pasó decidimos regresar a Venezuela y nos vamos a quedar en la calle hasta que podamos tomar los vuelos del gobierno de mi país", afirmaba mientras veía a Luciano, que dormía envuelto en cobijas sobre el frío concreto.

Muchas personas que han sido retornadas de Estados Unidos saturan las calles y los albergues de las ciudades fronterizas. La Organización Internacional de Migraciones ha alertado sobre la gran cantidad de personas que viven en condiciones precarias en las calles de localidades como Matamoros, Tamaulipas, y Piedras Negras, Coahuila. Sin embargo, siguen llegando migrantes con la intención de pasar la frontera.

La situación no es muy distinta en la capital mexicana donde la saturación de los albergues privados y públicos es patente en las sedes de refugios manejados por organizaciones como Cáritas, el Colegio San “José de los Obreros”, de los misioneros josefinos y la Casa de acogida, formación y empoderamiento de la mujer internacional y nacional (CAFEMIN), entre otros lugares.

"Llegan personas con situaciones de salud bastante delicadas especialmente con temas respiratorios, problemas estomacales y afecciones de la piel. Como sabemos, las rutas por las que tienen que cruzar son espacios agrestes, territorios bastante hostiles", explica Amanda Castro, representante de Médicos Sin Fronteras, que suele brindar atención a los migrantes que llegan a la Central de Autobuses del Norte, en Ciudad de México, desde la frontera sur del país y a los que son expulsados de territorio estadounidense.

"Las rutas suelen ser espacios donde se dan situaciones de violencia, donde también se atenta contra sus derechos. Muchos migrantes llegan con traumas psicológicos y otros problemas de salud mental importantes", advierte.

[El Gobierno autoriza a 7,000 venezolanos a emigrar a Estados Unidos con el nuevo plan de Biden. Casi 500 ya llegaron al país]

Castro explica que su organización tiene tres puntos de atención en la capital, y solo en uno atienden entre 60 y 70 personas a diario. A diferencia de crisis pasadas, como la de la caravana de migrantes en 2018, el gobierno actual de la ciudad no ha establecido espacios para atender las necesidades de quienes conforman este flujo migratorio, comenta.

Debido a esto, la cantidad de personas que llegan a los albergues excede sus capacidades ampliamente, como es el caso de Cafemin, donde un personal de 15 a 20 personas atiende las necesidades de 500 migrantes, aunque su capacidad real es de solo 80 a 100 personas.

"Hasta el momento se han registrado más de 800 atenciones. Esto significa que quizás algunas personas no se han quedado en el espacio, pero han venido por asesoría jurídica, psicológica, por comida y ropa. En nuestras instalaciones se ha mantenido un flujo de 500 personas que pernoctan en este espacio, lo que significa que estamos atravesando condiciones de hacinamiento", afirma Samantha Hernández, miembro de Cafemin.

Personas migrantes de Venezuela en las instalaciones de Cafemin, Ciudad de México, el 4 de diciembre de 2022.
Personas migrantes de Venezuela en las instalaciones de Cafemin, Ciudad de México, el 4 de diciembre de 2022.Albinson Linares

El colapso de las instalaciones se ha impedido por la colaboración continua de otras organizaciones de la sociedad civil y algunos entes estatales. Sin embargo, el apretujamiento es notable al visitar sus espacios y se manifiesta en todas sus actividades: solo en octubre, brindaron 618 consultas médicas, pero solo tienen una doctora y una enfermera.

"Ha sido un tránsito bien violento para estas personas por la salida de sus países, y el retorno no voluntario desde Estados Unidos. Claro que necesitan cosas básicas como colchonetas y cobijas, pero ¿qué está pasando con todo lo demás?, ¿qué pasa con la atención médica, psicosocial, jurídica, y con los niños? Tenemos que trabajar en eso", asevera Hernández.

Ha sido un tránsito bien violento para estas personas por la salida de sus países, y el retorno no voluntario desde Estados Unidos"

Samantha Hernández, miembro de Cafemin

"El torrente migratorio"

En octubre de 2022, México reportó que detuvo unos 52,262 migrantes, una cifra récord para un solo mes. Los venezolanos representaban el grupo más numeroso, con alrededor del 42% de todos los detenidos. Aunque la mayoría fueron puestos en libertad y se les ordenó abandonar el país, muchos ignoraron esa orden.

En vez de eso, se han refugiado en México. Casi 13,000 venezolanos solicitaron asilo político en México en los 11 primeros meses de este año, un 39% más que el total de los dos últimos años juntos.

"El torrente migratorio de los venezolanos ha subido más que nunca, tanto para solicitar la atención de refugiado como para venir a México como tránsito migratorio con el fin de ir hacia Estados Unidos", explica Andrés Ramírez Silva, coordinador general de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), en entrevista con Noticias Telemundo.

Para Ramírez Silva, esta situación es fruto de la compleja problemática geopolítica desatada por la pandemia y las dificultades financieras a nivel internacional.

"La crisis económica ha golpeado en todas partes por el tema de la pandemia, se cerraron negocios y empezaron a debilitarse muchas de las inversiones y esto genera una situación complicada para muchos de los migrantes que vivían en estos países. Así pasó con los haitianos en el pasado, y a partir del año pasado con los venezolanos", comenta. 

México fue el tercer destino más popular del mundo para los solicitantes de asilo en 2021 después de Estados Unidos y Alemania, según Naciones Unidas. Las autoridades aprobaron el 61% de las solicitudes de asilo de enero a noviembre, incluidas al menos el 90% de las aprobaciones para hondureños y venezolanos.

En cambio, la tasa de autorizaciones de Estados Unidos fue del 46% en el año fiscal que finalizó el 30 de septiembre. 

[Miles de migrantes venezolanos esperan en un pueblo de Oaxaca la oportunidad para seguir viaje a EE.UU.: "Es una olla a presión"]

"Muchos venezolanos que hicieron ese itinerario larguísimo desde Suramérica hasta Estados Unidos y que fueron expulsados a México se quedaron sin recursos porque tuvieron que pagarles a los coyotes, y a las autoridades corruptas de algunos países, entonces deciden solicitar protección acá", explica Ramírez Silva.

El amargo regreso a la patria

Hay dos imágenes que le quitan el sueño a Johan Torres. La primera es recordar cómo asesinaron a machetazos a una persona que se resistió a un atraco en México; la otra sucedió en la selva cuando un hombre haitiano dejó a su hija pequeña, enterrada hasta la cintura en el lodo.

"La dejó ahí, tirada en el barro y llorando. Y yo no pude hacer nada porque me estaba muriendo del cansancio. Pero no puedo olvidar eso", explicaba con lágrimas en los ojos mientras estaba sentado en el piso reluciente del nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, en el Estado de México, el 2 de noviembre de 2022.

Torres, como muchos otros venezolanos, estaba esperando un vuelo para regresar a su país. Se estima que un total de 2,060 migrantes regresaron a Venezuela en lo que va de 2022 con el Plan Vuelta a la Patria, un programa gubernamental implementado con la intención de facilitar el retorno de ciudadanos que quieren volver al país.

Luego de intentar cruzar en dos ocasiones hacia EE.UU. y ser retornado encadenado y como un preso común, Torres decía que estaba harto del maltrato físico y psicológico que implica el viaje terrestre hasta la frontera norte de México. "Yo quería llegar de manera legal, pedir refugio y trabajar. Actué por una corazonada y, aunque todos tenemos fe, a veces hay que entrar en la realidad. Y la verdad es que ya no podía seguir, por eso me quiero ir".

A mediados de diciembre, Torres ya estaba en Maturín, su ciudad natal en Venezuela. Decía que, apenas llegó a su casa, cayó en un estado de cansancio que lo llevó a dormir cinco días. Además, todavía tenía pesadillas con las autoridades migratorias, en español e inglés, y eso lo sobresalta.

"Espero acomodar mis papeles de nuevo y planificarme porque, si se me da la oportunidad, me vuelvo a ir. Tengo que conseguir un buen trabajo y acá eso es casi imposible", explica Torres sobre la imposibilidad de vivir en Venezuela.

Las autoridades venezolanas aseguran que, con el plan gubernamental que organizaron, han regresado al país más de 30,000 venezolanos en los últimos cuatro años. Sin embargo, esa cifra palidece en comparación con los más de 7.1 millones de venezolanos que abandonaron el país en los últimos años, según datos de Naciones Unidas.

El mismo día en que Torres esperaba su vuelo, Jefferson Ontiveros también quería tomar un vuelo de retorno. "Salí de Venezuela porque allá la discriminación contra la comunidad LGBT es terrible, somos pisoteados y agredidos todos los días. Vinimos a buscar ese sueño de libertad para poder tener un futuro pero las circunstancias no fueron favorables, me voy con el corazón herido por todos los abusos, los sobornos que tuve que pagar en el viaje y las dificultades", expresó el joven de 25 años, con un hilo de voz.

En diciembre, el Instituto para las Mujeres en la Migración y otras organizaciones civiles y no gubernamentales publicaron un informe titulado Las consecuencias de las políticas migratorias de Estados Unidos y México sobre la protección de las mujeres y personas LGBTIQ+ venezolanas en el suroeste de México.

Jefferson Ontiveros, migrante venezolano, en el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles.
Jefferson Ontiveros, migrante venezolano, en el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles.Albinson Linares

En ese documento se denuncia la dificultad para que las mujeres y la comunidad LGBTIQ+ accedan "a servicios y modelos de atención integral" una situación que responde, según los expertos, a la ausencia de una perspectiva que parta desde el análisis de género.

"En el caso de la población LGBTIQ+ se observó que las expresiones de violencia más presentes son las amenazas a su integridad personal o vida, en razón de su identidad o preferencia sexual, así como la violencia sexual, lo cual les obligó a emprender segundas o terceras migraciones", afirman los investigadores.

Esta presión constante y la hostilidad, tanto de las autoridades como de la población, impiden que muchos migrantes como Ontiveros logren superar los retos de la travesía. "Te sacaban todas tus pertenencias. En muchos casos te rompían los permisos legales y te trataban muy mal porque te agredían moral y psicológicamente. Pasamos por todo eso en México, y creo que el maltrato me quitó las ganas de seguir", explicaba el joven.

Te rompían los permisos legales y te trataban muy mal porque te agredían moral y psicológicamente. Pasamos por todo eso en México"

Jefferson ontiveros, migrante venezolano

Ontiveros también estuvo en Cafemin y tiene buenos recuerdos de su estancia en ese albergue donde dice que "fue el único lugar donde me trataron como un ser humano. Sí está uno hacinado y hay carencias, pero la gente es maravillosa".

A fines de diciembre, el joven tenía un semblante alegre. Había recobrado el optimismo y tenía nuevos proyectos, pero ya no estaba en Venezuela. Se quedó pocos días con sus familiares, celebró el 24 de diciembre y se marchó a Lima, Perú.

"Fue una alegría muy grande ver a mis papás, pero el atraso en Caracas se nota mucho. En el transporte, en los trabajos, en las comunicaciones, en todo. Ahí uno no puede vivir, por eso me vine a Lima para explorar mi potencial y ver si puedo ayudar a mi familia. Ellos me necesitan, pero en Caracas es imposible que uno surja porque no hay oportunidades", explicaba con firmeza, en una videollamada.

"La justicia llegó a mi vida"

El 20 de diciembre fue un gran día para Ángel Sucre. Se levantó temprano y trataba de concentrarse en sus quehaceres, pero no dejaba de mirar el teléfono. Finalmente, recibió la llamada que estuvo esperando durante meses: había recibido el asilo por parte de las autoridades estadounidenses.

"Todavía no lo puedo creer, fue como mi regalo del niño Jesús", dijo a fines de diciembre con una amplia sonrisa.

Sin embargo, su caso es una excepción porque un análisis de datos federales de la Universidad de Syracuse muestra que cerca de 1.6 millones de solicitudes de asilo están pendientes en los tribunales de inmigración de Estados Unidos y en el Servicio de Ciudadanía e Inmigración, el mayor número jamás registrado.

[La Patrulla Fronteriza ahuyenta con disparos de bolas de gas pimienta a migrantes que buscaban cruzar por Texas]

"Yo llegué antes de toda la ola de este año y fui preso político en Venezuela, entonces mi caso es distinto. La verdad siento que después de toda la persecución que sufrí en mi país, la justicia llegó a mi vida", expresaba con los ojos brillantes desde su casa en Kansas City, Missouri.

Sucre se ha convertido en un guía involuntario de decenas de venezolanos que se lanzaron a los caminos de Suramérica y tratan de cruzar hacia EE.UU., pese a las restrictivas políticas de asilo que se han implementado recientemente.

Desde el 19 de octubre de 2022, los solicitantes venezolanos deben poseer un pasaporte válido, contar con un patrocinador financiero dentro de Estados Unidos, financiar su propio viaje, pasar una revisión y no haber sido expulsado de ese país en los últimos cinco años. Además, tampoco deben cruzar las fronteras de Panamá, México o Estados Unidos de forma irregular. Ese programa implementado por las autoridades estadounidenses tiene un límite de 24,000 personas al año.

"Lo primordial es que la gente no pierda la fe y que sigan luchando por sus metas, por sus sueños y por su tranquilidad. Yo sé que mucha gente se debe sentir muy mal ahorita, pero tienen que tratar de cumplir con todo legal", explica Sucre, quien ha recibido a su hermano y a una amiga venezolana en el último año.

Mientras tanto, la compañía Non Gratos sigue trabajando en Ciudad de México con personas migrantes. El montaje de La tempestad les permite sumergirse en los embrujos del hechicero Próspero y su isla, para evadir sus desdichas mientras recrean esa obra que Shakespeare escribió en 1611.

"Las artes te permiten construir una comunidad con resiliencia y autoestima. También dan muchas herramientas para poder conectar con las emociones y sus propias memorias que muchas veces están contenidas y no tienen la posibilidad de encontrar un espacio donde puedan expresarlas", comenta Marco Guagnelli, el director encargado del montaje.

Angela Carolina Carvajal, migrante venezolana, en el Colegio de San Ildefonso, en Ciudad de México.
Angela Carolina Carvajal, migrante venezolana, en el Colegio de San Ildefonso, en Ciudad de México.Albinson Linares

Para Carvajal, el olvido momentáneo que le provee la obra de teatro es una bendición. Dice que eso le permite seguir soñando con un buen futuro para su familia.

"Nos cambia la vida porque todos hemos sufrido y tenemos historias diferentes. Es como si se nos olvidara el mundo, y solo estamos aquí. Nos reímos, jugamos y lloramos pero es muy bonito. Gracias a Dios esto me recuerda que estoy viva", concluye emocionada.