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"En inmigración no nos dejaron hablar". Estas madres que huyen de amenazas de muerte fueron devueltas a México en cuestión de horas

El Gobierno de Biden sigue aplicando el Título 42 a los adultos y a una parte de las familias con niños. Expulsados en cuestión de horas, los migrantes dicen que no tuvieron oportunidad para explicar a las autoridades estadounidenses por qué huyen de sus países.
/ Source: Telemundo

HIDALGO, Texas. — A las puertas de un puente internacional de Reynosa, México, se ven llantos de derrota. También migrantes al teléfono para avisar a sus familiares que están vivos pero que no lo han logrado. Protegen con cautela sus pocos documentos. Algunos dicen traer pruebas de intentos de asesinato, secuestro y extorsión.

Pero se quejan de que en Estados Unidos no dejaron mostrar esas evidencias. Horas después de cruzar el Río Grande, la Patrulla Fronteriza los envió de vuelta a México. Ahí vuelven a estar, horas después. Bajo el llamado Título 42, Estados Unidos está retornando a México de manera casi inmediata a migrantes adultos y a una buena parte de familias con niños.

La Administración de Donald Trump empezó a usar este mecanismo legal durante las primeras semanas de la pandemia en 2020, alegando que el proceso de los migrantes era un peligro para la salud pública. El nuevo Gobierno de Joe Biden dice que nunca lo aplicará a los menores no acompañados, pero sí sigue ejecutando estas expulsiones rápidas a los adultos solos y una parte considerable de familias con niños.

En una llamada con periodistas, un alto cargo de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por su sigla en inglés) dijo que la mayoría de unidades familiares son devueltas, especialmente si no tienen hijos de menos de 7 años. Señalaron que, en un día promedio a finales de marzo, 2 de cada 3 familias eran retornadas.

En cambio, el Sindicato de Patrulla Fronteriza en su línea crítica contra los responsables demócratas, alegó ante los medios que no era así: que la mayoría de familias son liberadas en territorio estadounidense para proseguir sus casos de asilo, y lo consideran un imán para que lleguen más migrantes.

Noticias Telemundo habló con una decena de retornados minutos después de ser expulsados de Estados Unidos. La mayoría se queja de que la Patrulla Fronteriza no les dejó explicar por qué están buscando asilo, ni mostrar las evidencias que dicen tener de intentos de asesinato, secuestro y extorsión.

“No me dejaron hablar allí en manos de Inmigración, yo les pedía que me escucharan”, dijo una madre guatemalteca que decía tener un reporte policial que demuestra las amenazas contra ella en su país.

Estas son algunas de sus historias:

Judith Rosivel, una migrante salvadoreña, en México.
Judith Rosivel, una migrante salvadoreña, en México.Damià Bonmatí

“A mi hijo me lo quieren matar”

Tras colgar la llamada, Judith Rosivel, una migrante salvadoreña, rompe a llorar. Se da cuenta de la crudeza de la situación. Sus hermanos en Estados Unidos ya no tienen más dinero para ayudarla a cruzar, y ella está sentada en el piso, junto a su hijo de 14 años, en México. Pasaron por el río, los detuvo la Patrulla Fronteriza, pero a la mañana siguiente los devolvieron a México a través de un puente internacional. 

Su hijo la acompaña en silencio y apoya su cabeza sobre las rodillas. “No sé qué hacer porque la verdad estamos bien enfermos los dos”, dice mientras el llanto le entrecorta la voz. El menor tiene vómitos, diarrea y calentura; ella también tiene fiebre. 

“El papá de mis hijos hace cinco años que me lo mataron porque le pidieron dinero para la renta y no teníamos dinero. Éramos pobres. Y ahora me persiguen a mi hijo. A mi hijo me lo quieren matar”, explica exaltada. Dice que volver a El Salvador es demasiado peligroso para ellos, pero intentarlo de nuevo en Estados Unidos es demasiado complicado también.

No esperaba que las autoridades estadounidenses la enviaran de vuelta a México, ni que sus razones para huir de El Salvador no fueran escuchadas. “Fue terrible en la detención, mucho frío”, dice.

La migrante guatemalteca Mayda Caulio en México.
La migrante guatemalteca Mayda Caulio en México.Damià Bonmatí

“Vengo con una bala en el estómago”

Todo fue demasiado rápido para Mayda Caulio. Dos semanas atrás mataron a su esposo, y a ella la dejaron herida de siete balas. No hubo tiempo para duelo ni luto. Ella y seis miembros de su familia huyeron de Guatemala, cargando con poco más que el instinto de supervivencia.

Cruzaron el Río Grande con una balsa hinchable de noche. Con mucha dificultad y ayuda, logró salir de la balsa. “Mataron a mi esposo y me querían matar a mí”, dijo segundos después de tocar suelo estadounidense al videoperiodista de Noticias Telemundo Fernando Espadín. Se entregaron a la Patrulla Fronteriza y daban las gracias por haber llegar al país a pedir asilo. Pensaban que lo habían conseguido.

Pero tan solo horas después, en un traslado, Mayda vio algo: “Cuando ya vi que decía Texas, le digo yo ‘por qué me llevan de regreso a México'. ‘Te vas’, me dijeron. ‘¿Pero no me van a apoyar?, les dije yo. ‘Esas son las leyes’ fue lo único que le respondieron”.

A las puertas del puente internacional, ya en México, Mayda exclama que está asustada. Sin pudor, admite el miedo delante de sus hijos: “Yo les supliqué que necesitaba ayuda. Les supliqué que no quería regresar a Guatemala, que corremos riesgo, que nos quieren matar, que intentaron matarme, que vengo baleada, que vengo con siete tiros y con una bala en el estómago… y no me apoyaron. Nos regresaron acá a un lugar donde no tenemos ni donde dormir ni qué comer”.

Esta guatemalteca está embarazada de seis meses y sobrevive ahora en las calles de México sin saber qué hacer.

Sin dinero, ni agua, ni comida, la familia mira a su alrededor. Minutos después les traen unas bolsas de comida que un mexicano llevó a los migrantes desorientados, y comen.

La guatemalteca Alejandra González y sus dos hijos, de 9 y 15 años, en México.
La guatemalteca Alejandra González y sus dos hijos, de 9 y 15 años, en México.Damià Bonmatí

“No tenemos más a donde ir”

Alejandra González y sus dos hijos, de 9 y 15 años, dan sus primeros pasos en México. Sus zapatos deportivos todavía andan con la lengua salida y sin cordones. Llevan los lazos en una bolsa transparente del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos, junto con sus documentos, el celular y algunas pertenencias. Al salir del puente, varios migrantes se agachan para ponerse los cordones. Al detenerlos, la Patrulla Fronteriza se los retira para evitar que se autolesionen o lesionen a un agente o huyan con más facilidad y, al poner a los migrantes en libertad, se los devuelve.

Esta familia guatemalteca no tiene claro qué hará, pero la mamá teme que les toque deshacer el camino. El cruce, dice, estuvo demasiado peligroso. El poco dinero que habían conseguido lo usaron para hacer la travesía por México. Incluso la madre trabajó durante el viaje, mientras los hijos la esperaban en moteles.

“Íbamos con las esperanzas de poder quedarnos en ese país, ya que nuestro país es bastante peligroso”, explica. “Dos veces han intentado secuestrarme a los hijos. No tenía necesidad de viajar, tenía negocio propio. Pero tuve que deshacerme de las cosas para intentarlo, pero no se pudo”.

Cruzaron la noche anterior y a media mañana las autoridades estadounidenses los llevaron en un autobús blanco hasta un puente internacional. Allí les indicaron la salida, cruzaron la mitad del puente que indica el cambio de país, y funcionarios mexicanos los esperaban para tomarles los datos. Algunos migrantes dijeron que se dieron cuenta de que eran expulsados al llegar a la frontera.

La migrante July Luján.
La migrante July Luján.Damià Bonmatí

“Nos dijeron que estábamos en México”

July Luján se dio cuenta que ya no estaba en Estados Unidos cuando funcionarios de migración mexicanos la recibieron en Tijuana. Ella y su niña de 5 años habían cruzado el río cuatro días antes cerca de Roma, Texas, y habían sido procesadas por la Patrulla Fronteriza debajo del puente internacional de Anzaldúas y después –a juzgar por la descripción– en Donna, Texas. En ambos lugares, la pequeña se fue encontrando peor: vomitaba, tenía diarrea, no quería comer e iba más de diez veces al día al baño.

Días después de su detención, las subieron a un avión para trasladarlas hacia California y después en un autobús. Asegura que les dijeron que las estaban transportando para “dar la llamada para hablar con nuestros familiares”. “No nos dijeron nada de para dónde van, qué íbamos a hacer”, dice. Y de repente estaban en Tijuana.

El modus operandi encaja con otros narrados por migrantes. Unidades familiares, especialmente con menores de 7 años, que son trasladados en avión a El Paso, Texas, o San Diego, California, para expulsarlos a ciudades mexicanas en las que nunca han estado. Noticias Telemundo preguntó si esta política responde a la negativa del estado de Tamaulipas de recibir a niños menores de 7 años, y CBP tan solo respondió que era un asunto mexicano y no de Estados Unidos.

July y su niña esperan ahora en una habitación de unos conocidos en Tijuana. Ambas se sienten enfermas pero, ni en México ni en Estados Unidos, les hicieron las pruebas del COVID al procesarlas. “Tengo dolor de cabeza, no siento sabor ni olor. Y tuve un día con escalofríos, me dolía muchísimo el cuerpo. E igual la niña”, dice.

Sus familiares les piden que vuelvan a intentar el cruce. La inversión del viaje fue demasiado alta para todos.

Pueden contactar al autor de este reportaje a través del email damia.bonmati@nbcuni.com