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Es hora de que se arregle el sistema de inmigración

Es hora de que se arregle el sistema de inmigración

Por Carlos Rajo

 Anoche finalizó una crisis política que dejó al Presidente de los EE.UU. como ganador y a los republicanos como los grandes perdedores. Hoy Obama hizo honor a su palabra de hace unos días y llamó nuevamente al Congreso para que apruebe la reforma migratoria. 

 “Debemos de terminar el trabajo de arreglar nuestro quebrado sistema de inmigración”, señaló Obama en lo que describió como la segunda prioridad para hacer, ahora que se ha solucionado lo del cierre del gobierno y lo del límite de la deuda (lo primero sigue siendo resolver a largo plazo lo de la deuda y el gasto del gobierno). La ley de reforma migratoria “está ahí esperando que la Cámara Baja la apruebe”, recordó el mandatario.

 Vale entonces preguntarse: ¿Ha cambiado la realidad política para pensar que hoy sí es posible que la reforma pase en la Cámara Baja?

 En principio la respuesta sería negativa. Congresistas conservadores e influyentes en el Tea Party, tales como Raul Labrador, republicano de Idaho, han señalado que al contrario, que ahora es más difícil que la reforma pase en la Cámara Baja debido al desgaste y a la desconfianza que se ha generado con la crisis de las últimas semanas. Que los republicanos no confían en el presidente Obama y que no se sentarán a la mesa de negociación con el mandatario. En una frase, que la reforma está muerta en la Cámara Baja.

 Quizá Labrador tenga razón y el congresista sepa leer lo que sucede en el interior del partido republicano. Es claro que hay molestia con el Presidente y los demócratas y no será fácil que se sienten a negociar, y aun peor, aceptar una ley de reforma migratoria que aprobó el Senado  y que para muchos republicanos y en especial para la gente del Tea Party, va demasiado lejos en favorecer a los indocumentados. 

 Con todo, si uno va más allá de las palabras del congresista y examina la realidad política, hay elementos para ver la otra mitad del vaso llena. El momento que hoy se vive es un tanto similar a lo que pasó el día después de la elección de noviembre de 2012. Así como en aquella oportunidad los republicanos se despertaron ante una realidad que mostraba que habían sido rechazados por buena parte de la población, en particular las minorías, hoy sucede algo parecido. 

 No es solamente que las minorías los rechacen, aun peor, es todo el país el que hoy les ha bajado el pulgar, al menos según lo que muestran las encuestas. Bueno, no todo el país, pero en general los republicanos son vistos por la mayoría de la población como los grandes responsables de que el gobierno cerrara y de que Estados Unidos hiciera el ridículo habiendo estado cerca de no pagar sus deudas. Además, por supuesto, de todos los daños económicos que la crisis generó.

 Los republicanos llegan heridos a esta siguiente batalla que será la reforma migratoria. Es posible que se arrinconen en una esquina y que sigan con la misma actitud negativa que tuvieron durante la reciente crisis, en donde no les importó lo que decían las encuestas, aunque al final sí doblaron el brazo. Lo importante para ellos, en especial para los legisladores del Tea Party, es su pureza ideológica. Hicieron valer sus posiciones -hay que quitarle el dinero al Obamacare- y aunque quedaron mal con el país en general y en términos prácticos no consiguieron nada, están muy bien con sus bases ultra conservadoras.

 Pero es posible también que ante el mazazo que los republicanos han recibido con el rechazo de la opinión pública, mentes más pragmáticas dentro del partido se movilicen para hacer que sus congresistas adopten posiciones más conciliatorias. La reforma migratoria puede ser ese factor que ubique al partido de nuevo en una posición que lo haga atractivo a gente de centro, independientes y por supuesto a muchos de los mismos republicanos, que aunque conservadores, no comparten todas las ideas del Tea Party.

 Lo que decía Obama de que ya existe en el país “una amplia coalición” detrás de este esfuerzo de la reforma migratoria no es verso. Quienes apoyan la reforma no son únicamente los demócratas y los grupos pro inmigrantes de siempre. También hay importantes sectores de empresarios, rancheros y otros grupos de gran poder económico que están en favor de la reforma. Y por supuesto, mucha gente sin mayor interés en la política que considera que ya es hora de que se arregle el sistema de inmigración. 

 Para los republicanos, el decir no a la reforma migratoria les puede costar que los vean nuevamente como políticos que anteponen su interés partidista al del país. 

 Es posible que todo esto sea simples buenos deseos. Pero también es cierto el que hay un hecho incuestionable dentro del partido republicano: quienes los eligen son gente tan conservadora o más que ellos.

 Bajo esta lógica esos congresistas no se preocupan de lo que dicen las encuestas; ellos saben que serán reelectos por aquellos votantes ultra conservadores de su distrito. La diferencia ahora es que, tal como sucedió con la elección de noviembre, el partido republicano en su conjunto es el que se ve mal.

 Las próximas semanas serán claves para el destino de la reforma migratoria. De nuevo, es posible que tenga razón el congresista Labrador y que las discrepancias que existen entre los republicanos y Obama haga imposible cualquier negociación en la Cámara Baja. Pero, también es posible que los republicanos se den cuenta de que la crisis de las últimas semanas les ha costado caro, y que en lugar de seguir escarbando en el hoyo en el que están con la opinión pública, adopten posiciones más de centro, una de ellas la aprobación de la reforma migratoria.