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El negocio del sexo en Tijuana sigue pese a la pandemia: "Con el coronavirus podría sobrevivir; con el hambre, no"

Los bares y hoteles de la ciudad fronteriza operan al 30% de su capacidad, pero las trabajadoras sexuales han encontrado vías para seguir su actividad pese al riesgo.

Por Aldo Meza - Noticias Telemundo Investiga

Manuel Zavala lleva 32 años transportando en su taxi a los clientes que quieren visitar la zona norte de Tijuana, el barrio rojo de la ciudad mexicana.  

"Vienen con los ojos muy abiertos y con una sonrisa de ¿adónde me puedes llevar, qué hay en Tijuana?", explica, "como cuando llevas a un niño a la juguetería".

Dice que ha notado una caída en la llegada de turistas estadounidenses que cruzan la frontera en busca de sexo, pero asegura que el negocio no se ha detenido. Tiene clientes fijos que, cada viernes, le piden un servicio para llegar a la zona norte. 

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Allí trabaja Natalia, una mujer trans de 24 años originaria del estado de Guerrero. Llegó a Tijuana en 2017 con la esperanza de mejorar su situación económica, y buscó un empleo como imitadora de cantantes en un bar. Gloria Trevi, Mónica Naranjo y Alejandra Guzmán nunca faltaban en su repertorio.

Todo marchaba bien: tenía trabajo estable, ganaba al menos 1,000 dólares mensuales, y disfrutaba lo que hacía. Pero en marzo, con el inicio de la pandemia de coronavirus en México, cerraron centros nocturnos, bares, restaurantes y todo negocio no esencial.

Natalia se quedó sin empleo. No tenía ni para comer. No vio otra opción que el trabajo sexual.

"Empecé a hacerlo porque se cerraron los antros", cuenta, "empecé como trabajadora sexual con las paraditas [así llaman a las prostitutas, porque pasan horas de pie] de la calle Coahuila. Estaban solas las calles y teníamos que usar cubrebocas, gel, no nos dejaban estar afuera y todo estaba cerrado, un desierto".

Trabajadora sexual en Tijuana
Natalia, trabajadora sexual en Tijuana, se prepara para salir. Octubre, 2020Noticias Telemundo Investiga

Más sexo durante el día que durante la noche

Tijuana, una ciudad de 1.7 millones de habitantes donde la prostitución es legal, es considerada uno de los prostíbulos más grandes del mundo. Aquí nada frena el sexo: ni la delincuencia, ni la pandemia.

El Gobierno municipal tiene registradas a más de 2,000 trabajadoras sexuales, que llegaron a ser 8,000 hace años. 

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La ciudad fronteriza está en semáforo naranja por el número de casos de COVID-19, que rebasan los 5,600, lo que significa que los negocios no esenciales pueden operar solo al 30% de su capacidad. Las actividades que concentren un gran número de personas están limitadas. La posibilidad latente de transitar a semáforo rojo obligaría a cerrar todo tipo de negocio y prohibir todas las actividades no esenciales.

Ni eso ha frenado la prostitución.

Antes de la pandemia, los servicios se ofrecían casi siempre de noche, cuando las calles se llenaban de mujeres apostadas en las calles de la zona norte. Con la pandemia, que ha obligado a cerrar bares y ha hecho caer la actividad nocturna, ahora trabajadoras como Natalia salen a buscar el jornal a la luz del sol.

"Me levanto a las ocho de la mañana y empiezo a bañarme, a arreglarme para ir a trabajar", explica, "de mi casa salgo como a las nueve de la mañana. Llego al trabajo como a las diez y media. A veces son muchas horas que estamos paradas para ir al hotel".

15 minutos de servicio por 20 dólares

Silvia es una trabajadora sexual experimentada. Tiene 43 años y lleva 26 dedicada a esto. Antes de la pandemia, podía mantener a un hijo de 17 años, a su madre y hermana.

Desde marzo, ha visto disminuidos sus ingresos. También comenzó a trabajar de día: tiene más clientes y evita los altos índices delictivos de Tijuana. En 2018 fue el municipio con más homicidios de México, y el año pasado se mantuvo en la lista de las 10 ciudades con más asesinatos.

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Hace seis meses, Silvia tenía entre cinco y ocho clientes al día. De ellos, uno era estadounidense. Pero el coronavirus no solo trajo contagios: ahora, en los días buenos, tiene tres clientes. Por 15 minutos de servicio sexual cobra 20 dólares.

El salarío mínimo en México equivale a 6 dólares al día. El salario medio son 20 dólares por día.

A Silvia le preocupa contagiarse, pero no tiene otra opción que seguir trabajando: “Tengo muchos gastos y sí me da mucho miedo, pero qué le voy a hacer, tengo que mantener a mi hijo y a mi mamá, no me queda de otra. No puedo dedicarme a otra cosa y eso me limita”.

En Tijuana se han registrado más de 5,500 casos de COVID-19, pero, según los registros oficiales, ninguna trabajadora sexual se ha contagiado. El Gobierno municipal lo atribuye a que ellas no acuden a hacerse la prueba.

Así, están planeando hacerles tests en sus lugares de trabajo para evitar un posible brote, según Juan Carlos González, director de Salud de Tijuana.

Como consecuencia de la pandemia, en Tijuana se registró una caída de hasta un 70% en los beneficios que genera el turismo, según el Gobierno estatal.

Se disparan las visitas a sitios de pornografía

Ante esa caída del número de turistas sexuales, el sexo de pago se ha abierto espacio en internet. Pornhub dice haber registrado un incremento de visitas del 48% entre marzo y julio desde México, por ejemplo.

Los clientes parecen haber sustituido el contacto físico por el virtual, y las trabajadoras sexuales, que antes salían a la calle en busca de clientes, ahora también los encuentran en línea.  Los clientes seleccionan a las chicas en internet y después se citan con ellas.

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Nicole, con 25 años, lleva ya nueve dedicada al trabajo sexual; ahora se promociona en diferentes sitios en internet para conseguir clientes y evitar que sus ingresos se sigan desplomando como en marzo. La mayoría de ellos vienen de Estados Unidos: son estadounidenses o mexicanos que viven allí.

“Por ejemplo, viene un gringo y te pregunta cuánto. Y tú le dices: '80, 100 dólares, 60 muy barato', y los gringos no te la piensan y lo pagan, a diferencia de los mexicanos, que siempre buscan que le bajemos el costo”, explica.

Hace dos meses se contagió de coronavirus, pero cree que fue en una fiesta. Tuvo que dejar de trabajar durante dos semanas. 

Como ella, cientos de mujeres siguen caminando las calles de Tijuana en busca de clientes. Los trabajadores de la Secretaría de Salud reparten cubrebocas y gel entre ellas, intentando evitar contagios. Saben que la actividad no se detiene.

"Con el coronavirus podría sobrevivir", dice Natalia, "con el hambre, no".